Celebro que mi columna haya servido para despertar una polémica que debería airearse en foros de todo el mundo, y no vegetar en la cripta insoportable donde hiede. En Tierra Santa se debate un contencioso que es de todos. Sí que es "santa". Triplemente santa. Por judía, árabe y cristiana. Por cruz, medialula y muro. Y hoy, con población bipolar en colisión: israelí y palestina. No son, no quieren ser hermanos. Primos son. Ambos, se asumen originarios. Son dos etnias unidas por el cordón umbilical de un tiempo mítico y una arena común. Disraelí, canciller victoriano, no podía concebir que se odiaran: "¡Si un árabe no es otra cosa que un judío a caballo! igualaba.
Aclaro, primero, mi posición ante la sangría de Medio Oriente. Tres religiones monoteístas empollaron allí certezas y fanatismo. Sangró más sobre esas arenas que sobre toda la tierra. Escalada letal que va del suicida con bomba en pecho al misil del drone sin piloto. Ninguna religión de estos contendientes está a salvo de sospecha. El Ejército israelí sigue aplicando la Ley del Talión que está en la tradición hebrea (y que en su tiempo aplicaron los nazis) Ojo por ojo, entrañas por entrañas. La ley mosaica castigaba a la adúltera a morir en la hoguera o lapidada, y permitía el sacrificio de los primogénitos. El mismo Mahoma, que también leyó la Biblia, predicaba que el que construyera injusticias fuera barrido de la Tierra. ¿Qué tiene que ver lo mosaico o lo islámico o católico con el amor o con la paz? ¿Las matanzas de las Cruzadas y las hogueras de la Inquisición? Poner el pie en Tierra Santa es entrar también un ratito en el Infierno. Queda tan a mano como el Cielo al que se elevan un infinito de plegarias que quedan por cumplir. ¿Por qué? La Civilización "No sabe. No contesta".
Viajé tres veces a Israel. Dediqué mes entero con fotografo sueco de Gamma a la crónica del itinerario seguido por Jesús. En otro viaje me hospedó el buenazo Ismael Viñas, hermano de David. Recuerdo (cómo no recordar) que en la casa tenían un espacio similar al de un baño alistado como refugio de emergencia. En otra visita, fui apredeaddo en Tel Aviv por tomar fotos (normales, no de asalto) en el barrio de los religiosos integristas. Y si algo quiero contar, es que de cien grandes ciudades que conozco, la vieja Jerusalen es la que más me hizo temblar de emoción en mi vida.
Va esto así, de prólogo, así para informar que no hablo por boca ni de Tía Google ni de Tío Sam. El tembladeral de Medio Oriente (todo él, no solo I. y P.) me involucra en tanto especie e individuo. Me rebela y espanta saber que este drama continuo se asiente en argumento que tiene al dinero como guionista. Llevamos ya media modernidad asistiendo al repetido juego del gato y el ratón. Un país sponsoreado por los imperios y otro vapuleado por los dioses. Con un pueblo, el israelí, al que siempre merodeó el adjetivo de "elegido" (no es invento mío) y otro, el palestino, al que hace 80 años le rebanaron el 52 por ciento del mapa. Un pueblo menguado, sin padrinos de fuste, que acabó rehén del terror interior de Hamás y del terror exterior de Israel. Un pueblo al que solo en 2008, (en operación que Jefe Loco Netanhayu dirigió y llamó "Plomo Fundido") mató a 1400 palestinos por querer ejercer su persona social en su tierra. La onda expansiva de la protesta mundial se apagó en horas. Pero esa locura no prescribe. Cada tanto se "saca" y maniata y castiga mediante una fuerza militar de escalofrío. Pasa lo de siempre. 100 muertos por 1 israelí muerto. Tregua falsa. Y hasa la próxima cacería del primo.
Esta es, hoy, finales de 2012, la madre del cordero (o del lobo) A los palestinos les toca resistir y aflojar y pactar. A Israel ver de qué forma se saca de encima a tan tozudos vecinos repudiados. Por múltiples razones están condenados a llevarse bien. Pero no pueden. El odio es más fácil que el amor (y si en el oasis huele a petróleo, más aún). Ni el pérfido Arafat (que lo fue y terrorista, de muchos años) ni el genocida Sharon (que ni salir podía del país, pues Bélgica lo reclamaba para juzgarlo en La Haya) sirvieron en su tiempo para cuajar una reconciliación. Tampoco la desea gran parte de la sociedad israelí actual, que, como Netanyahu, más afirmada se siente cuanto más se expande. Su gobierno, como casi todos los del mundo (fra noi habemus uno) es democrático sui géneris. El israelí supone suya la dirección de la historia y avanza (a lo Bush) hacia la geografía que le atraiga. Como político, es el reflejo del Netanyahu plural que se siente realizado por ser importante en lugar tan clave del mundo. La llegada de Hamás al gobierno en Gaza fue más un gruñido a Israel que el deseo de alzar una nueva Palestina. Si 1.600.000 personas retenidas en un enclave de 360 kms2 votan por terroristas es que no ven escapatoria racional a sus vidas. Y no la tienen. Su gueto (y que no duela la palabra pues también Gaza es un gueto) solo cuenta con una única "salidita" al mar, por que así (sic) lo dispone Israel. Que Hamas alcanzara el poder se debe a los planificados estropicios casuados por Israel y su volcánico Presidente. Y tampoco es el único grupo terrorista de la región. Uno más callado y magnicida resultó ser el grupo judío integrista que asesinó (por no ser Loco sino un tenaz Pacifista) al presidente Isaac Rabín.
En lugar de revolear calificativos histéricos que no dan en el blanco por no ser yo el que usted imagina, ingrese, revise, analice las causas reales del drama palestino/israelí. Reitero: es asunto de dos. Saramago en su momento, Baremboim siempre, Amos Oz y tantos otros no deben ser vistos como adversarios por soñar lo fraterno aun en medio de la lucha. Ellos, como en su momento los 400 militares judíos arrestados por no sumarse a la barbarie, lo desdicen a usted.
Quienes se niegan a que exista un estado palestino (sea en Israel o fuera de allí) indirectamente siguen apoyando a Arafat y a Sharon. Manténgase en Oslo. Parta de allí. O mejor: deje que parta de allí la solución que se encontró y el mundo aplaudió. Con el barrio oriental de Jerusalen vuelto a las manos y a la fe de quienes pertenece.
Y hasta aquí llego. Disculpe la mordacidad de algún pasaje de mi respuesta. No me fue posible distanciarme de la que impregna la suya. Decirle también que como autodidacta me sorprendió el estilo poco académico y por momentos patinoso de su respuesta. Aunque nada como la bajeza de una patota digital que en vez de argumentar su ira en los Comentarios se propasó con mi correo personal. Uno de ellos me trató de "judío traidor", identidad que por imposible, me suspende el juicio.
Supongo que tras hacerlo se habrán sentido dolidos de sí mismos.
Cordialmente, sí, cordialmente.
Esteban Peicovich.
(*) Especial para Perfil.com