La invasión terrestre que lanzó el jueves el gobierno de Benjamin Netanyahu en Gaza dejó ayer 41 víctimas fatales –cuarenta palestinos y un uniformado israelí–. Desde que comenzó el conflicto el 7 de julio, perdieron la vida 292 personas en la mayor escalada de violencia desde la Operación Plomo Fundido en 2009. Ante la condena de las Naciones Unidas y parte de la comunidad internacional, el primer ministro justificó ayer esa decisión al sostener que su propósito es destruir los túneles que comunican ese territorio con Israel.
“No es posible solucionar el problema de los túneles desde el aire únicamente, nuestros soldados hacen también eso en el terreno. El ejército opera contra Hamas y otras organizaciones terroristas en la franja de Gaza desde el mar, el aire y ahora también por tierra”, declaró Netanyahu.
Por su parte, funcionarios de la ONU descubrieron ayer veinte cohetes escondidos en una escuela en Gaza. “La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (Unrwa) condena firmemente a los grupos responsables de haber colocado esas armas en una de sus instalaciones”, sostuvo la organización en un comunicado.
La operación terrestre llegó tras el rechazo de Hamas al plan de alto al fuego de Egipto, que había caratulado hace un mes como terroristas a los islamistas palestinos. “Hamas no aceptó la propuesta de Egipto porque no le ofrecía una victoria o un beneficio político. Sus demandas incluían la liberación de presos en Israel, la apertura de la frontera de Gaza con Egipto y el permiso para recibir transferencias de dinero de Qatar y otros financistas”, confió a PERFIL Hussein Ibish, presidente de la American Task Force on Palestine, una ONG norteamericana que aboga por la paz en la región y por la creación de un Estado palestino.
En una diatriba belicista, la organización que controla Gaza prometió ayer que Israel pagará “un alto precio” por la invasión. “Hamas pelea ahora por su supervivencia, no sólo en contra de Israel sino para prevenir protestas de los propios palestinos”, afirmó Shlomi Eldar, experto en Medio Oriente del Wilson Center.
Por su parte, el presidente palestino, Mahmud Abas, advirtió que la operación terrestre israelí provocará “más derramamiento de sangre” y complicará los esfuerzos para terminar con el conflicto.
Desde el lado israelí, las autoridades buscan convencer al mundo sobre el peligro que representan los islamistas. “El gobierno de Netanyahu tratará de presentarse ante la comunidad internacional como la víctima y no como el agresor, algo poco creíble si tenemos en cuenta la asimetría de fuerzas y el balance de víctimas de cada una de las partes”, explicó a este diario Ignacio Alvarez-Ossorio, profesor de Estudios Arabes e Islámicos de la Universidad de Alicante.
Según informó ayer un vocero militar israelí, fueron atacadas más de cien infraestructuras militares de Hamas, nueve túneles y más de veinte puestos de lanzamiento de misiles. La respuesta palestina no tardó en llegar: una lluvia de misiles fue lanzada contra las ciudades del sur de Israel.
En una comunicación telefónica con Netanyahu, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, respaldó nuevamente el derecho de Israel a la defensa. En tanto, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, lamentó la escalada y urgió a Israel a “hacer mucho más” para proteger a los civiles palestinos.
La comunidad internacional no pudo evitar que la niñez fuera la primera víctima en la guerra en Gaza. Desde que comenzó el conflicto, 48 chicos fueron asesinados y centenares resultaron heridos. El mundo, y en particular la región, asisten impávidos a la escalada de un conflicto que parece no tener fin.