Para los hombres del Presidente aquí no ha pasado nada. “No hay ningún giro entre Argentina y Venezuela”, juran y perjuran cerca de Mauricio Macri. En el Palacio San Martín sostienen que la decisión del Gobierno de darle oxígeno al chavismo no debe sorprender a nadie. “No hubo cambio de posición”, completan los diplomáticos macristas. Pero es difícil creerles.
¿Cómo se entiende, de otra manera, que en tan solo seis meses, el gobierno argentino pasó de amenazar con denunciar en foros internacionales la falta de garantías democráticas que se observaban en Venezuela, a sostener ahora que las instituciones mandan en Caracas? ¿Por qué el macrismo supo ser el principal aliado regional del antichavismo para convertirse en un impensado sostén del chavismo? ¿Qué cambió para que Macri le exija en diciembre a Nicolás Maduro que respeto los derechos humanos y en junio le reclame diálogo al oficialismo y a la oposición?
“No puede haber lugar para la persecución política por razones ideológicas y la privación ilegítima de la libertad por pensar distinto", había dicho Macri hace seis meses, en relación a la detención del antichavista Leopoldo López, condenado a 13 años de prisión por, supuestamente, incidir a la violencia en una protesta contra el gobierno de Maduro. “Argentina practica injerencismo en asuntos venezolanos”, contraatacó Delcy Rodríguez, la canciller venezolana.
El contrapunto se produjo en la Cumbre del Mercosur que se realizó en diciembre pasado en Asunción. Esa cita regional representó el primer acto internacional del entonces flamante presidente Macri. Y también fue la primera vez que un jefe de Estado argentino cuestionaba al poder de Venezuela en los últimos doce años.
Macri, Maduro, Rodríguez y López siguen estando donde estaban hace medio año. Pero la posición argentina ya no es la misma. Aunque la diplomacia macrista se empecine en negarlo.
“Pena por posición argentina en sesión de la OEA. Creíamos otra cosa después de las declaraciones sobre Venezuela de Macri recién electo. Cristina al menos no era hipócrita”, escribió la semana pasada en su cuenta en twitter, el presidente del Parlamento venezolano, el opositor Henry Ramos Allup. Se refería a la posición argentina en la Organización de Estados Americanos (OEA) de no impulsar la activación de la Carta Democrática contra el gobierno de Maduro.
Argentina ocupa la presidencia del Consejo Permanente de la OEA y desde ese lugar impulsó una vía alternativa a la “cláusula democrática”, que había sido pedida por el secretario general, el uruguayo Luis Almagro, y podría haber expulsado a Venezuela del organismo. La canciller Susana Malcorra fue la gran artífice de esa postura. La jefa de la diplomacia argentina sostiene que la presión a Maduro no habría logrado destrabar el conflicto venezolano, sino que, todo lo contrario, la habría agigantado. Y advierte que la posición de Almagro no había logrado los votos necesarios, por lo que se habría convertido en un triunfo para Maduro.
Los opositores venezolanos aseguran, en cambio, que la situación es crítica y que un freno al chavismo podría haber logrado una mejora en el país caribeño. A la vez, remarcan que no hay espacio para el consenso en un escenario donde el propio gobierno se niega a cumplir con lo que marca la Constitución como, por caso, el llamado a referéndum revocatorio que podría implementarse este mismo año, pero que Maduro se niega a convocar.
Por último, desde el antichavismo señalan que Venezuela integra el Consejo de Seguridad de la ONU, con un asiento no permanente, y aseguran que ese lugar es clave para que avance la candidatura de Malcorra en las Naciones Unidas. Eso explica, arguyen en Caracas, el cambio de postura de Argentina.
En Buenos Aires los diplomáticos del macrismo no se inmutan y enfatizan que la opción del diálogo es la única salida posible. ¿Puede tener espacio ese formato en la caldeada Venezuela? ¿Es posible que ahora se acerquen posturas que fueron irreconciliables para gestiones iniciadas anteriormente por Francisco desde el Vaticano o por los Castro desde Cuba? “Vamos a darle algunas semanas al gobierno de Venezuela para ver cómo se desenvuelve. Siempre estamos a tiempo de volver a convocar la ‘cláusula democrática’”, sostienen cerca de Malcorra.
Mientras tanto, la alianza entre Macri y Maduro seguirá vigente. Porque que no queden dudas: Cambiemos cambió.
(*) @rodrigo_lloret especial para Perfil.com