Cuando el presidente de la Federación Rusa anunció la invasión en Ucrania se propuso desnazificarla y desmilitarizarla. Dicho propósito le sirvió para evitar la expansión de la OTAN en Europa del Este bajo la pretensión de liberar a un país bajo el mandato de Volodímir Zelenski, un presidente judío.
Tras la invasión, el objetivo de Putin parecía ser recrear el nacionalismo con el recuerdo de la victoria del ejército rojo frente a las tropas alemanas con una Ucrania que, bajo el mismo comisariado que Bielorrusia y Polonia, perdió a 5 millones de judíos en combate y otro medio millón bajo el yugo de Hitler.
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Por otra parte, en 1940, surge la figura controvertida de Stepan Bandera, un independentista que en busca de la emancipación ucraniana coqueteó con el nazismo. Sin embargo, al ver que eso no sería viable decidió repelerlos. Finalmente muere en manos de la KGB en 1959, luego de haber pasado varios años en un campo de concentración alemán.
Siendo una figura ambigua para el país ucraniano, surge la pregunta de si fue un colaboracionista o un patriota. En los últimos años se han erigido estatuas de Bandera en varias ciudades de Ucrania y han nombrado avenidas con su nombre, tras la caída del presidente pro-ruso Viktor Yanukóvich en 2014. Asimismo, en enero de 2019, tres meses antes de que Zelenski ganara las elecciones, el parlamento de Ucrania declaró oficialmente el primero de enero como el día de Bandera por el aniversario de su nacimiento.
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Putin tomó la imagen de los grupos de extrema derecha como el Pravy Sektor que ven una figura importante en Bandera y eso le sirvió para acusarlo de cómplice de Hitler y justificar su propósito de desnazificación. Sin embargo, esos grupos de derecha no han tenido representación parlamentaria significativa en el país cuyos tíos y abuelos del actual presidente fueron asesinados por los nazis.