A dos meses de su asunción presidencial, la política brasileña le está pegando un baño de realidad a Jair Bolsonaro. El mandatario aceleró en los últimos días las negociaciones con la “base aliada” en el Congreso para conseguir los votos que le permitan aprobar su proyecto de reforma previsional, piedra angular del plan económico del gobierno. Pero la rosca recién empieza y ya hay dudas sobre la capacidad de Bolsonaro para sacar adelante la reforma en las condiciones y los plazos que pretenden el gabinete económico y, sobre todo, los mercados.
Al ex capitán del Ejército le gusta decir que “misión dada es misión cumplida”. El proyecto que Bolsonaro presentó en el Congreso promete un ahorro fiscal de 310 mil millones de dólares en la próxima década. Una meta un 30% más ambiciosa que la de su antecesor, Michel Temer, cuya propia iniciativa sobre el sistema jubilatorio quedó estancada en la Cámara de Diputados.
Economía, inseguridad y reforma previsional, los retos de Bolsonaro
El déficit previsional es la obsesión del establishment brasileño. El año pasado alcanzó un récord histórico: 77 mil millones de dólares, más del 4% del PBI. Brasil ya lleva cinco años consecutivos con déficit primario en un contexto recesivo o de magro crecimiento, mientras el impacto fiscal de la previsión social sigue creciendo. Hoy representa casi el 60% del presupuesto público.
El nuevo gobierno asume la cuestión previsional como el tema central de 2019. El proyecto de reforma tiene el sello del ministro de Economía, Paulo Guedes, ex Chicago Boy y enamorado del Estado pequeño. Su receta propone establecer una edad mínima de jubilación, hoy inexistente para trabajadores privados, de 62 años para mujeres y 65 años para hombres, con una transición de 12 años hacia ese esquema. Al mismo tiempo, introducir un régimen voluntario de capitalización privada, inspirado en Chile, que coexista con el actual sistema público de reparto.
La desaceleración del PBI de Brasil demuestra urgencia de reformas
“El sector financiero presiona por la reforma porque espera ese drenaje a favor de la capitalización privada –dijo a PERFIL el economista y politólogo Eduardo Crespo, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro–. A su vez, el gobierno tiene apuro porque se irá acercando al techo al gasto público que se impuso por enmienda constitucional durante la gestión Temer. Si no prospera la reforma jubilatoria, van a tener que ajustar por otro lado”.
Perspectivas. Bolsonaro necesita tres quintos de los votos de los diputados y senadores para que el proyecto pase en el Congreso. Por ahora la expectativa es que la reforma se apruebe. La cuestión es en qué condiciones y plazos. Y a qué costo político para el bolsonarismo.
Según un informe publicado la semana pasada por Barômetro do Poder, basado en las proyecciones de las diez principales consultoras políticas y de riesgo de Brasil, todos los analistas consultados pronostican que Bolsonaro logrará una reforma que, en el mejor de los casos, apenas igualará las expectativas del proyecto más modesto que había presentado Temer. Estiman que, durante el trámite parlamentario, la propuesta del gobierno podría sufrir una “deshidratación” del 30% al 40% respecto del ahorro fiscal prometido inicialmente.
En otras palabras, Bolsonaro corre el riesgo de que le pase lo mismo que a Mauricio Macri en 2017: obtener una reforma previsional que se quede a mitad de camino.
Bolsonaro, una suerte para Macri
Con graves internas en su propio partido, el gobierno tampoco tiene una base de apoyo clara en el Congreso. “La estrategia de poder de Bolsonaro, que no distribuye puestos ministeriales en función de los partidos del Parlamento, hace que no exista una definición precisa de los votos a favor que hoy tendría la reforma –señaló a este diario el politólogo Rafael Cortez, director de la consultora brasileña Tendências–. No obstante, hay señales de que el gobierno aún no cuenta con un apoyo cualificado, por lo que tendrá que hacer cambios en el contenido del proyecto y repensar la distribución de puestos en el gobierno federal para sumar más voluntades”.
Bolsonaro necesita pericia para negociar con los legisladores. Por ahora no la tuvo. Según la prensa brasileña, el equipo de Guedes quedó descolocado esta semana luego de que el presidente saliera a adelantar concesiones en torno a los puntos criticados del proyecto. Mencionó, por ejemplo, una posible baja en la edad mínima de jubilación para las mujeres, algo que ni siquiera le habían reclamado enfáticamente desde el Congreso. La Bolsa brasileña cayó poco después de sus declaraciones. La reforma previsional es la vaca sagrada de los inversores.
Tiempos. El gobierno quiere que el proyecto se apruebe en Diputados en junio y dedicar la segunda mitad del año al tratamiento en el Senado, donde el trámite sería más fácil. Aún no está claro que pueda lograrlo. Cuanto más dure el proceso, más riesgo de “deshidratación”.
Los legisladores jugarán con las encuestas en la mano. Un sondeo divulgado este mes por CNT/MDA mostró que el 45,6% de los encuestados rechaza la reforma previsional, mientras que el 43,4% la aprueba. El clima en la opinión pública se inclinará hacia un lado o hacia el otro cuando empiecen a discutirse concretamente los detalles del proyecto. Bolsonaro se jugará buena parte de su capital político en eso.