En menos de 24 horas, las fuerzas de seguridad francesas pasaron de la intriga a la preocupación. Es que, por segunda noche consecutiva, una serie de desconocidos objetos voladores no tripulados rondaron distintos puntos emblemáticos de París. ¿Amenaza terrorista, tareas de espionaje o una burla sin sentido? Hasta ahora, nadie lo sabe: los medios locales amplifican el tema pero las fuentes oficiales no precisan demasiado.
Todo comenzó en la madrugada del martes 24, cuando un drone fue advertido en las inmediaciones de la Plaza de la Concordia, entre medio del Jardín de las Tullerías y de la Avenida de los Campos Elíseos, a escasos 100 metros de la Embajada de Estados Unidos. El avistaje ameritó un pequeño operativo desplegado en el lugar por la policía parisina, quien observó al objeto atravesar el río Sena y desplazarse casi un kilómetro hasta el Museo de los Inválidos antes de perderse en los claroscuros de la Ciudad Luz.
Pero eso no fue todo. Mientras las fuerzas locales comenzaban a postular las hipótesis iniciales sobre esta inesperada presencia, al menos cuatro drones más eran visualizados en otras zonas de la capital francesa, entre ellas las de la Torre Eiffel, la Plaza de la Bastilla y la Torre Montparnasse, el rascacielos más alto de París.
Los avistajes se prolongaron desde la 1 hasta las 6 de la mañana y el nuevo escenario obligó la intervención de la división de Transporte Aéreo de la Gendarmería, ya que la utilización de drones en Francia está específicamente delimitada desde que la Asamblea Nacional sancionó una ley ad-hoc en 2012.
A pesar de que la escasa envergadura de los drones hizo pensar que sus pilotos no podrían hallarse muy lejos de la zona de operaciones del aparato, las búsquedas no arrojaron ningún resultado alentador. “Nunca se vieron tantos drones en una misma noche y eso podría hacernos pensar en una acción coordinada, aunque hasta el momento no pudimos localizar a ningún responsable”, fueron las primeras declaraciones oficiales que deslizaron las fuerzas de seguridad francesas.
Las dudas permanecían aún en la atmósfera cuando en la noche siguiente volvieron a observarse nuevos objetos sobrevolando París. Otra vez un drone fue visto sobre la Plaza de la Concordia, a la vez que otros eran advertidos en los accesos a las estaciones de metro de Sant-Ouen y Clignancourt, al norte de la ciudad, y también en Issy-les-Moulineaux, localidad al sur de la Capital. Al igual que 24 horas antes, distintos operativos fueron desplegados sin éxitos anunciados públicamente.
La aparición de estos objetos teledirigidos causa inquietud en la capital de un país entumecido por los atentados al periódico satírico Charlie Hebdo (que hoy lanzó a la calle su segundo número tras el ataque, con el Papa Francisco en la portada) y a un supermercado kosher, sucedidos entre el 7 y el 9 de enero pasados. Además, el alerta y la paranoia encuentran abono en el frágil equilibro bélico que atraviesa Europa por la tensión interna entre Rusia y Ucrania y también por las operaciones externas que los países más fuertes del viejo continente vienen aditando en Medio Oriente desde los últimos meses.
La presencia de artefactos extraños en cielo francés no viene de hoy ni tampoco ayer. Esta especie de lluvia de drones comenzó el 5 de octubre pasado, día en el que uno fue observado sobre la central nuclear de Creys-Malville, al oeste del país, cerca de los Alpes. Fue solo la primera de una seguidilla que continuó durante los dos meses posteriores en al menos 14 de las 19 estaciones atómicas que Francia tiene desparramados en su territorio continental.
En aquel entonces, tanto la Electricité de France (empresa que gestiona las centrales) como la Ministro de Ecología Ségolène Royal enviaron mensajes públicos para quitarle importante al asunto, a la vez que otros estamentos institucionales insistían en que se trataban de aparatos pequeños de uso doméstico que no revestían ningún tipo de amenaza.
En simultáneo, Greenpeace Francia salió a desmentir su relación con estas operaciones, teniendo en cuenta que un activista había sobrevolado con un parapente una de esas centrales en 2012. Asimismo, la organización aprovechó la exposición para señalar el peligro que puede significar la violación del espacio aéreo de estos complejos atómicos de gran sensibilidad.
Se abrieron investigaciones de oficio por cada uno de esos avistajes, aunque hasta el momento no hubo ningún resultado positivo sobre estos ni tampoco sobre el que rondó la residencia presidencial del Palacio del Elíseo la noche del 20 de enero, apenas días después del brutal ataque a Charlie Hebdo.
A diferencia de aquellos, este aparato pudo ser capturado, aunque no había sido advertido por ningún radar militar sino por la vista de dos agentes policiales que circulaban e a pie por la Avenida Marigny.
El dron que más alarma causó se vio a fines de enero: entre el 28 y 29 fue observado uno sobre el puerto de Brest, que aloja cuatro submarinos nucleares de misiles balísticos en un sitio que se considera de los más invulnerables de toda Francia. La necesidad de asumir la situación llevó al propio Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea francesa, Denis Mercier, a decir que se tomaban “en serio la amenaza”, aunque aclarando que “no tanto por el nivel de drones vistos, sino porque es un problema que puede crecer”.
Inmediatamente se montaron radares móviles en las proximidades de sitios estratégicos, a la vez que también fueron movilizados efectivos policiales munidos de armamento específico. El operativo dio con tres jóvenes menores de 20 años acusados de manipular a distancia estos drones, aunque de momento se desconoce la situación procesal de ellos y los cargos precisos que se les imputan.
Oficialmente, las fueras locales no manifiestan tanta preocupación por posibles ataques terroristas como por el fin de los usuarios de estos drones pretenderían darle al material filmado o fotografiado en los sobrevuelos. Algunos especialistas en la materia señalaron recientemente en medios franceses la teoría de que todo esto guarde tal vez el objetivo de poner a prueba los sistemas de inteligencia franceses. No hace falta padecer muertes o tragedias para hacer sonar la alarma: en estrategia militar, mostrar debilidades es también exponerse a riesgos imprevistos.
“Los vuelos de estos aparatos pueden ser programados de manera anticipada, de modo tal que los drones realicen sus maniobras sin que nadie los esté guiando en tiempo real. Esto hace muy difícil encontrar a los responsables, ya que pueden lanzarlos desde lugares tales como el patio de un edificio o una azotea y luego echarse a la fuga”, apuntó al diario Le Figaro el criminólogo Christophe Naudin, especialista en temas de seguridad de aviación.
El uso de drones en Francia está regulado desde 2012. Se permiten sobrevolar campos y zonas urbanas siempre y cuando estén a la vista y no superen los 150 metros de altitud, aunque en la mayoría de las casos es necesario un permiso especial del Gobierno Nacional, quien además impone pautas estrictas sobre los itinerarios que estos aparatos pueden realizar.
Absolutamente todos estos vuelos observados en Francia están por fuera de la ley y las penas incluyen un año de cárcel y 75 mil euros de multa, algo que hasta el momento solo padeció una joven estudiante de 18 años, Nancy, al noroeste de Francia, quien tomó imágenes de su ciudad con un drone, las subió a YouTube con una bella melodía de piano y logró que lo vieran más de 400 mil personas, entre ellas los guardianes del orden que juzgaron su conducta.
Hace un mes, el gobierno francés anunció la inversión de un millón de euros para desarrollar tecnologías destinadas a controlar lo que parece ser el último grito de la moda militar: el espionaje aéreo y anónimo.
Acciones similares ya se vienen tomando en otras partes del mundo: China está creando un dispositivo láser para derribar drones, Rusia implementó un sistema de sondas que interrumpen la conexión remota entre la nave y su piloto y Estados Unidos solicitó los servicios de Droneshield, empresa que abasteció a Lucasfilm luego de que un avión ni tripulado capturara y difundiera imágenes del set de filmación de la inminente Star Wars VII. Fue antes de que un drone sobrevolara los jardines de la Casa Blanca, acción posteriormente adjudicada a un funcionario público en estado de ebriedad.