En los últimos años, la imagen de la monarquía de España no resistió los embates de la crisis económica que, a partir de 2008, frenó súbitamente la prosperidad del país y provocó la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones.
"El pacto de silencio que había alrededor de la monarquía ya no existe", decía en 2012 Antonio Torres del Moral, experto de la monarquía española. Desde el matrimonio entre el príncipe heredero Felipe en 2004 con Letizia Ortiz -una plebeya, periodista y divorciada-, hasta la sonada separación en 2007 de su hija mayor, la infanta Elena, con su esposo Jaime de Marichalar, la familia real acumulaba los disgustos.
Sin embargo, lo que rompió definitivamente el lazo entre el monarca y sus súbditos fue el caso la investigación de corrupción a su yerno Iñaki Urdangarin. El escándalo afectó en enero de 2014 a la hija menor del rey, la infanta Cristina, quien fue imputada por presuntos fraude fiscal y blanqueo en el caso contra su esposo.
Los incesantes problemas de salud del monarca, iniciados con la extirpación de un tumor benigno en el pulmón en mayo de 2010, contribuyeron también a eclipsar su imagen.
El peor momento del monarca se produjo posiblemente el 18 de abril de 2012, cuando dejó estupefacto al país al pronunciar ante las cámaras de televisión una disculpa histórica: "Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir".
Unos días antes había estallado la polémica por una cacería de elefantes en Botsuana, de donde tuvo que ser repatriado con una fractura de cadera. Un escándalo que España, sumida en una grave crisis económica, no le perdonó.