Hace algunos días, Fernando Henrique Cardoso se reunió en Nueva York con un grupo de inversores internacionales, bajo el patrocinio de JP Morgan. Según la prensa de Brasil, el pronóstico del ex presidente sobre las elecciones del próximo domingo fue desalentador para el auditorio: “No se ilusionen: Dilma Rousseff todavía puede ganar”. Cardoso les recomendó no subestimar el aparato electoral del Partido de los Trabajadores (PT).
En ese momento, la candidata opositora Marina Silva aún lideraba las encuestas para una eventual segunda vuelta. Pocos días después, sin embargo, el vaticinio de FHC comenzó a tomar forma: Rousseff se recuperó en los sondeos y, a una semana de los comicios, aventaja a su rival en la intención de voto para el ballottage.
Cuando Dilma empezó a subir, los mercados empezaron a bajar. En el último mes y medio, la cotización del Bovespa –el índice de referencia de la Bolsa de San Pablo– se movió al ritmo de las encuestas. Entre mediados de agosto y principios de septiembre, cuando la brecha entre Silva y Rousseff parecía ampliarse a favor de la opositora, la curva bursátil se mantuvo al alza. Pero la tendencia se invirtió en las últimas tres semanas, cuando Dilma comenzó a repuntar y alcanzó a su contendiente en las preferencias electorales.
El Bovespa subió el 10% mientras duró la “luna de miel” de Marina con los votantes. Según una proyección de la agencia Reuters, basada en consultas a inversores, el índice cerraría el año con una caída aproximada de 12% respecto de esta semana si ganara Rousseff; mientras que escalaría 12% si triunfara Silva.
Los números no mienten: en la recta final de la campaña, los mercados apuestan a un fin de ciclo político. La “alergia” del sector financiero a Dilma contrasta con el hecho de que, en 2013, la Federación Brasileña de Bancos obtuvo sus mayores ganancias en la historia del país. Sólo en el tercer trimestre los bancos aumentaron sus utilidades en 13,5%, cuando la inflación en el mismo período fue de 5,9%.
“Dilma es impopular en los mercados por sus políticas supuestamente intervencionistas –subrayó el diario Financial Times–. El sector financiero ve con agrado el programa de Silva, que seguiría el modelo de metas inflacionarias de FHC y Lula. A Rousseff la critican por haberse apartado de ese rumbo al estimular la economía con incentivos fiscales improvisados y al responder a la inflación con controles sobre el tipo de cambio y los precios de los combustibles y la energía”.
Por eso el establishment bancario no esconde su apoyo a la candidatura de Silva. María Alice “Neca” Setúbal, heredera del Itaú (el banco privado más grande del país), es una de las coordinadoras de la campaña de Marina. El PT busca explotar ese flanco: ayer estrenó un spot televisivo en el que se plantea que “Marina nunca respondió por qué quiere dar independencia al Banco Central”, y enseguida se agrega que “Tal vez Neca Setúbal pueda responder a esa pregunta”. El anuncio recuerda las millonarias contribuciones de Setúbal al proyecto de Silva.
Marina dice lo que el mundo financiero quiere escuchar. “Hay que establecer metas de inflación sin recurrir a controles de precios artificiales; mantener el tipo de cambio libre; e implementar recortes de gastos ‘parafiscales’”, dijeron a PERFIL desde su equipo económico. El jueves, Silva calificó a Rousseff como una “aventurera” que no mantuvo la disciplina fiscal. En respuesta, la mandataria tachó a su rival de “neoliberal”. Más allá de los discursos de campaña, los analistas en Brasil coinciden en que, gane quien gane, el día después de las elecciones abrirá paso a un giro ortodoxo.