El presidente brasileño, Lula da Silva, recibió esta mañana un llamado de su colega ruso, Vladimir Putin. Lo informó oficialmente el Palacio del Planalto, al indicar que el diálogo versó sobre la “propuesta de paz” formulada en forma conjunta por Brasil y China, en mayo de este año. La apuesta de esa iniciativa es impulsar el comienzo de las negociaciones de paz con Ucrania. El documento fue firmado por el asesor internacional del jefe de Estado, Celso Amorim y el ministro de Relaciones Exteriores de China Wang Yi.
Fuentes de la cancillería brasileña le dijeron al diario Folha de Sao Paulo que Brasil y China están organizando, en forma conjunta, una reunión en Nueva York durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, a realizarse el lunes y martes próximo. Allí presentarán el plan de 6 puntos que incluye la realización de una conferencia internacional “reconocida tanto por Rusia como por Ucrania, con la participación igualitaria de todas las partes relevantes”. La iniciativa hace referencia, además, del rechazo explícito al uso de armas de destrucción en masa, tales como los ataques a usinas nucleares.
Los indicios de resistencia a esta crisis bélica, que se arrastra desde 2022 y que aproxima al mundo a una catástrofe nuclear, empiezan a observarse en diferentes gobiernos europeos. Alemania y Francia en especial, sugieren que es preciso “cambiar de sintonía” con respecto a las soluciones bélicas. Así lo reveló el diario parisino Le Figaro. En el caso del gobierno de Olaf Scholz, hace pocos días se anunció la decisión de reducir la ayuda militar a Kiev; y Emmanuel Macron optó por silenciarse luego de la derrota experimentada en las elecciones parlamentarias, el 30 de junio último. De acuerdo con Le Figaro, el fin de los combates es hoy un asunto de “negociaciones discretas” entre Washington y la Unión Europea. Señala, en ese contexto, que “Occidente reconoce que Donbas y Crimea están fuera del alcance de los militares ucranianos”.
Un diplomático francés de alto rango dijo a ese medio que París ahora pide una “solución negociada y duradera a la guerra, en la que Ucrania pueda hacer valer sus derechos y su seguridad frente a Rusia”. Las presiones por el fin de este conflicto se hizo sentir fuerte también en Estados Unidos. Un artículo firmado por el candidato Donald Trump y el demócrata Robert F Kennedy Jr., que publicó The Hill, se advierte que disparar misiles norteamericanos de largo alcance en territorio ruso “puede conducir inevitablemente a un intercambio de bombas nucleares”. En opinión del candidato Trump, quién compite con Kamala Harris en las elecciones presidenciales de principios de noviembre, el hecho de poner fin a la confrontación entre Kiev y Moscú es lo único que permitirá “prevenir una devastación nuclear”.
Pero según el medio francés (que vale decir, es de derecha), Washington ya se habría negado a realizar ataques de largo alcance en territorio ruso, por miedo a una escalada con Moscú. La columna cita entre comillas al diplomático del Quai d'Orsay, quien habría subrayado: “Cualquiera sea el futuro presidente de Estados Unidos, la ayuda a Ucrania irá a disminuir y la guerra ya no podrá ser sostenida por los ucranianos”.
Dos días atrás, el presidente Lula abordó una vez más su posición frente al conflicto durante una ceremonia realizada en el Palacio de Itamaraty: “Ucrania debería seguir el consejo de Brasil sobre la búsqueda de paz para el conflicto con Rusia” dijo. Para luego añadir: “Es importante que Brasil diga que queremos la paz, que no deseamos la guerra. Quienes quieran hablar con nosotros ahora, bien podrían haberlo hecho antes de comenzar las maniobras bélicas”. Concluyó: “La guerra solo destruye”. En mayo último, Beijín y Brasilia hicieron público un plan de seis puntos donde sugieren, en lo inmediato, el cese del fuego en la línea del frente. Es decir, que ni Kiev ni Moscú intenten “ampliar el campo de batalla”.
La posición de Kiev es insistir en que cualquier acuerdo debe basarse en sus términos, donde el más importante es el reconocimiento por parte de Rusia de las fronteras de Ucrania de 1991. Moscú ha calificado esta exigencia de alejada de la realidad y completamente inaceptable.
Gi