Con sus zapatos agujereados, Yemilay Olivar caminó 14 km hasta el hospital con su bebé desnutrida agonizando: los niños hambrientos son el rostro más desgarrador de la crisis venezolana, en medio de la polémica por la ayuda humanitaria. A sus dos meses, Rosmilay, menor de siete hijos, debería pesar unos 5 kilos, pero apenas llega a 2,5, 200 gramos menos que al nacer. Su piel adherida al hueso dificultó el tratamiento intravenoso en el hospital pediátrico Los Samanes, en Maracay, a unos 100 km de Caracas. "No le hallaban la vena", contó Yemilay, de mirada triste y piel opaca.
Huníades Urbina, presidente de la Sociedad de Pediatría, afirma que "78% de la población infantil venezolana está en riesgo de algún tipo de desnutrición", antes por la escasez de alimentos y ahora por la voraz hiperinflación. Ejemplo de ello es el precio de la lata de leche para recién nacidos, que cuesta el equivalente a 21 dólares, casi cuatro salarios mínimos en Venezuela (unos 800 pesos argentinos). Las vitaminas escasean y los hospitales venezolanos ya no pueden darlas gratis.
De los 15 a 20 niños atendidos a diario en el Hospital Central de Maracay, entre 60% y 70% llega con algún tipo de desnutrición, revelaron fuentes hospitalarias. Un estudio de la organización católica Cáritas, de noviembre de 2018, estableció que un 57% de 4.103 menores de 5 años evaluados tenía algún tipo de desnutrición y 7,3% desnutrición severa. El gobierno, sin embargo, no publica indicadores de salud desde 2017. Según el Parlamento de mayoría opositora, Venezuela vive una "emergencia nutricional", con un retardo de crecimiento que afecta a un 33% de niños pobres de 0 a 2 años.
Vivir de la basura
El drama de Yemilay, como el de muchos otros, está ahora en el centro de la batalla política librada entre el opositor Juan Guaidó, reconocido como presidente interino por medio centenar de países, y el socialista Nicolás Maduro. Para Guaidó, es urgente que ingresen medicinas y alimentos estadounidenses almacenados en Colombia. Pero Maduro lo rechaza: ante las cámaras de televisión de distintos medios del mundo alega que la ayuda es el “caballo de Troya” de una intervención militar de los Estados Unidos.
Mayerlin Díaz, madre de siete hijos, uno de ellos con síndrome de Down, pedía limosna y rebuscaba sobras entre la basura. "Mis hijos comen tres veces al día gracias a ellos, tengo mi trabajo aquí", contó Díaz, quien recibe un bono mensual del gobierno que -dice- no le alcanza "ni para un kilo de arroz". "Los quisiera ayudar a todos, pero no se puede. Necesitamos la ayuda humanitaria a como sea, los niños se están muriendo", dice Daniela, hija de médicos que emigraron por la crisis, como lo hicieron 2,3 millones de venezolanos desde 2015, según la ONU.
Los precios de los alimentos aumentan un 3,5 por ciento diariamente, según la Asamblea Nacional liderada por la oposición.
Maduro niega que haya una "crisis humanitaria" y sostiene que 13,3 millones de familias -6 millones de pobres- reciben el "CLAP", alimentos que el gobierno vende a precios subsidiados en medio de la debacle económica y son considerados un gran avance social del chavismo. Miles de venezolanos, partidarios y opositores a Maduro, reciben mensualmente una bonificación en efectivo que aparece de repente en la identificación emitida por el gobierno, conocida como “Carnet de la Patria”, que también funciona como una tarjeta de débito. El último beneficio, anunciado este mes, se llama “Bono febrero rebelde”, y se espera que unos seis millones de personas lo reciban.
Chavistas y opositores reciben subsidios y comida
“Los pobres también tenemos derecho a algo”, dijo Kelvin, un trabajador comunitario en Caracas que defiende las políticas de Maduro, al diario Nuevo Herald de Miami. Recibir donativos del gobierno no suena particularmente rebelde, sobre todo cuando el bono es menos de US$ 4 y se paga a discreción del gobierno. El dinero “no es suficiente para vivir”, explicó Kelvin. De todos modos, las bonificaciones, beneficios y subsidios se convirtieron en el salvavidas de los venezolanos más pobres, que vieron su poder adquisitivo diezmado por la inflación más alta del mundo.
Los críticos aseguran que este sistema de beneficios y subsidios se convirtieron en las principales herramientas del régimen chavista para ejercer “control social” y la razón por la que Maduro mantuvo índices de aprobación de alrededor del 20% a pesar de la crisis económica y el caos político. Kelvin dice que la oposición llama a las bonificaciones “comida para perros”, pero los únicos que no están tan desesperados para aceptarlas lo hacen principalmente porque “odian al gobierno”.
Huníades Urbina, presidente de la Sociedad de Pediatría, afirma que "78% de la población infantil venezolana está en riesgo de algún tipo de desnutrición", antes por la escasez de alimentos y ahora por la voraz hiperinflación.
Se estima que la entrega gratuita de comida significa una pérdida abrupta de dinero a la administración de Maduro. La gente paga 150 “bolívares solidarios”, o aproximadamente 5 centavos de dólar, por la caja CLAP de este mes. “Eso ni siquiera es suficiente para pagar la caja de cartón en la que vienen los productos”, dijo Kelvin, quien detalló que “esa misma cantidad de dinero te alcanza para tres viajes en autobús o media taza de café”.
Pero en Venezuela la crisis es tal que incluso los opositores al régimen de Maduro necesitan y reciben la ayuda. La última encuesta ENCOVI, que realizan las universidades para evaluar las condiciones socioeconómicas en Venezuela, encontró que el 91% de los venezolanos clasifican en la categoría de pobres. “La situación se le ha salido de control a Maduro “, dijo Kelvin sobre la hiperinflación y los aumentos constantes en los precios de los alimentos.
El “Bono rebelde” de 5 centavos de dólar es solo uno de los varios pagos en efectivo que el gobierno realiza todos los años y hay bonos especiales que se destinan a ciudadanos discapacitados, niños, ancianos y todos los que portan el “Carnet de la Patria”. Dicha credencial, habilitada con tecnología QR (respuesta rápida), se entregó a 17 millones de personas, y los miembros de la oposición y los medios locales dicen que se puede seguir los movimientos de los dueños de las tarjetas con rastreadores GPS integrados, indicar por quiénes votaron e incluso saber si son dueños de una mascota.
“Al principio no quería que me dieran la caja, pero todo es muy caro”, dijo Mike, un chofer de Caracas, al Miami Herald. La última caja que recibió contenía dos kilos de harina de maíz de México, un kilo de leche en polvo, frijoles negros, lentejas y azúcar, dos paquetes de pasta, salsa de tomate, mayonesa y cuatro latas de atún. “Eso es... menos de 15 días de comida”, dijo el hombre, que vive con su madre enferma. “Lo que realmente quiero es poder comprar lo que quiero, no lo que te obligan a comer”.
Otro venezolano, Emanuel, dijo que renunció a su trabajo cuando comenzó a recibir la caja y los bonos: “Es mejor que trabajar por un salario mínimo”, dijo. “Uno no gasta dinero en el pasaje del autobús y no tiene que levantarse temprano”.
AFP / AP / MH / DS