Como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva o el boliviano Evo Morales, Michelle Bachelet llegó a la presidencia de su país como un símbolo: ella es la primera mujer en gobernar un país bastante machista. Y toda su meteórica carrera política ha sido construida bajo esa clave. “Yo reunía todos los pecados capitales juntos: socialista, hija de mi padre (un general de la Aviación que murió luego de las torturas recibidas en una cárcel de la dictadura pinochetista), separada, no religiosa...”, recuerda Bachelet en la biografía Michelle (Editorial Catalonia) con relación a su sorpresivo nombramiento como ministra de Defensa, hace 3 años.
Un símbolo, alguien que cambia bruscamente una tendencia e inaugura o, mejor dicho, promete inaugurar un tiempo nuevo y mejor. El primero que se dio cuenta de que Michelle podía encarnar ese papel fue el ahora ex presidente Ricardo Lagos, su mentor político. A Lagos le gustan los gestos audaces y espectaculares. Fue él quien rescató a esa mujer simpática y entradora que parecía condenada al rol de colaboradora eficaz pero de segundo orden, y la hizo ministra, primero de Salud y luego de Defensa, con lo cual se convirtió en la primera mujer en ocupar esa cartera en la región.
Todo eso nada menos que en Chile, un país donde los militares, encabezados por Augusto Pinochet, fueron eficaces en perpetuar algunos rasgos centrales de su modelo, como las líneas maestras de su plan económico y la estrecha relación entre el cobre y las FF.AA.
Un rasgo común de estos “símbolos” (Michelle, Evo o Lula) es que trascienden fuertemente a sus partidos. Son mucho más que ellos, establecen una relación directa con la sociedad. En el caso de Bachelet, su candidatura surgió de las encuestas y no de los acuerdos entre las cúpulas de los partidos que forman la alianza entre democristianos y socialistas. Ella siempre lo dice: “Fui la candidata de los ciudadanos. Ahora seré la presidenta de los ciudadanos”, afirmó hace dos meses, cuando venció en el balotaje. En esa línea, su gabinete está formado por igual cantidad de hombres y de mujeres y ella acaba de prometer en el Día Internacional de la Mujer “paridad total” en el sector público.
Pero, ahora llegó el tiempo de gobernar. A los 54 años, esta médica pediatra prometió un paquete de 36 medidas para sus primeros 100 días en el poder. Sus tres objetivos inmediatos son: bajar el desempleo, mejorar la seguridad frente a la delincuencia y perfeccionar el sistema de jubilaciones.
“Fui la candidata de los ciudadanos. Ahora seré la presidenta de los ciudadanos”
Sin embargo, de los símbolos se espera y se exige mucho más. De Bachelet se espera –y ella lo ha prometido en su campaña– que disminuirá el abismo que separa a ricos y pobres. Chile ha crecido mucho y despierta admiración a izquierda y a derecha, pero es, luego de Brasil, el país más injusto de América del Sur.
“Adoptó un estilo militar”
Malú Sierra es una conocida periodista y ambientalista chilena que, junto a Elizabeth Subercaseaux, escribió Michelle, una biografía sobre la nueva presidenta de Chile. “Lo que más me impresionó (de ella) es su don de mando”, dijo a PERFIL por teléfono. Según Sierra, “es una mujer bien normal, absolutamente normal; por eso fue tan votada por las chilenas”.
—¿Qué rasgo le impresionó más de ella?
—Lo que más me impresionó es su don de mando. Durante toda la campaña se intentó descalificarla diciendo que, como era mujer, no sabía mandar. Pero, elegida presidenta, adoptó un estilo militar. Hoy (por ayer), en la asunción vistió de blanco, un traje mao muy elegante pero también muy firme, siempre delante del edecán. No olvidemos que es una mujer que hasta los 23 años fue educada en un hogar militar.
—¿Cómo es su temperamento?
—Ella es una mujer bien normal, absolutamente normal, por eso fue tan votada por las chilenas. Es sencilla, llana, transparente, no tiene dobleces; no es una política.
—¿Qué se espera de su gobierno?
—Lo que yo espero de ella es, desde luego, un buen gobierno con mucha preocupación por lo social. Como ahora tenemos tan buenos números en la macroeconomía, creo que es hora de que eso le llegue a la gente.