La economía, en crecimiento. El desempleo, en un nivel mínimo. Si fuera la Argentina, sería el sueño dorado de cualquier oficialismo que buscara fortalecer su base legislativa en unas elecciones de mitad de mandato. Pero tratándose de Estados Unidos, la economía no tiene el mismo peso en esta elección, al menos no para toda la sociedad.
Sondeos previos y algunos que se vieron durante la jornada electoral muestran que, para una parte importante de la población, la economía se encuentra en tercer o cuarto lugar entre sus preocupaciones. Esto puede condicionar el futuro de los republicanos en, al menos, una de las dos cámaras. Se sabrá al terminar de procesar los datos en un país de distintos husos horarios.
En gran medida, esta percepción de las urgencias nacionales donde la economía no es prioritaria para definir el voto coincide con el sentir de los demócratas. De acuerdo a un sondeo del Pew Research Center, la salud es el tema por excelencia en este grupo, sobre la base de las promesas de la Casa Blanca de reformar todavía más el sistema de salud heredado de la gestión Obama.
Una encuesta de la CNN divulgada en las últimas horas ubica el tema a la cabeza de las consideraciones de los votantes —sin hacer distinción partidaria— con un 41 por ciento. La inmigración —el leitmotiv de Trump en esta campaña— aparece en segundo lugar con un 23 por ciento, seguido por la economía con un 21. Por su parte, el tema sí parece ser eje central en el universo republicano donde lidera cuando se le formula a los votantes republicanos la misma pregunta, acorde al relevamiento de Pew.
Estados Unidos vive hoy un período de expansión como pocas veces en su historia. Se habla de un crecimiento de 3,1 por ciento para fin de año y una tasa de desempleo en torno al 3,7 por ciento, el nivel más bajo del último medio siglo, y todo esto luego de tocar fondo tras la crisis de 2008, un cataclismo que solo encontró reflejo en la Gran Depresión de los años '30. Una parte importante de esta aceleración proviene de la era Obama. No obstante ello, con sus medidas controversiales y poco sutiles, también Trump ha contribuido a sumar algo de impulso con ciertas políticas cuyos costos se verán a futuro, como en el caso de la reforma fiscal.
Una parte de la industria Made in America ha vuelto a florecer en los últimos dos años mediante la rebaja de impuestos de Trump. Y gran parte de sus efectos se concentra no ya en las zonas urbanas que supusieron dos tercios del PBI durante gran parte de los años demócratas, entre 2010 y 2016, sino en los suburbios. Los mismos que caminó Trump en 2016, alentando viejos resentimientos contra el mundo globalizado que se "aprovechaba" de los Estados Unidos y extranjerizaba gran parte de su producción. Los mismos que visitó en estas últimas semanas antes de la elección.
Según la Brookings Institution, aquellos condados que votaron a Hillary Clinton en 2016 también se beneficiaron de la bonanza económica con un crecimiento promedio del empleo anualizado en torno al 4 por ciento. Pero los que eligieron a Trump, los que abrazaron su mensaje y le dieron su voto hace dos años treparon por encima de la media, en torno al 5,1 por ciento. Lo que explica que lo sigan alentando hoy.
Por supuesto, no todo es color de rosa para estas comunidades de los suburbios porque también allí se sienten las tensiones comerciales que repercuten en todo el mundo cuando Washington se bate a duelo con Pekín. En algunos casos, el efecto es aún incierto, como en aquellas empresas que deberán acceder al acero más caro como insumo luego de las aranceles dispuestos por la Casa Blanca a gran parte de los países proveedores. En esos casos, deberán resolver si absorben la pérdida de ganancia o la trasladan a los consumidores, impactando en la inflación y, por ende, en los bolsillos de los votantes confiados en las promesas de Trump.
A futuro, la Reserva Federal ya ha rebajado las previsiones de crecimiento de la principal potencia global sobre la base de esta incertidumbre. Si Estados Unidos crecerá al 3,1 por ciento como se espera, en 2019 podría desacelerar hasta un 2,5 por ciento y un 2 por ciento en 2020. Ese año habrá elecciones presidenciales. Entonces quizás sí, como reza el eslogan de James Carville, la economía vuelva a cobrar relevancia en las urgencias de los votantes y en el devenir de los candidatos.