Cuando se cumplen 50 años de la tragedia de los Andes, Carlos Páez Vilaró, relató cómo fue su experiencia, siendo uno de los sobrevivientes. La importancia del trabajo en equipo para pasar los 72 días y por qué fue la "historia maravillosa del ser humano común". Además, resaltó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9) que "la búsqueda de logros personales es lo que rompe con eso" y "la Argentina está viviendo su propia Cordillera, mucho más dura que la nuestra".
Conocía mucho a tu padre y tengo un gran aprecio por la familia. ¿Qué recuerdo tenés de lo que pasó?
Mi papá tenía una profunda admiración por vos y te podrás imaginar que entre ayer y hoy me han llamado de todos los medios. También se va a realizar una misa importante en Uruguay porque, para ser un país chico, es una de las historias que lo puso en el mapa, junto con la victoria a Brasil en 1950. Gracias a Dios seguimos vivos para poder contar esta historia maravillosa del ser humano común que nos tocó vivir.
Si tuvieses que resumir en una palabra el mensaje que deja haber sobrevivido a esa situación, ¿cuál sería?
Tiene que ver con el ser humano en sí mismo. Cuando me dicen que fue un milagro, digo que esa es la capacidad que tenemos para adaptarnos a distintas circunstancias. Yo no servía para nada, era un chico que tenía niñera, me servían el desayuno en la cama, nunca había tenido frío ni hambre, venía de una familia acomodada y mi papá era un artista famoso.
De pronto, nos encontramos a 4.200 metros de altura, con 25 grados bajo cero, viviendo la historia más increíble de supervivencia de todos los tiempos, de la cual se han escrito más de 20 libros, se hicieron nueve documentales, tres películas, y ahora se está realizando una muy grande para Netflix. Lo importante es que éramos gente común, no fue un mérito personal, otros podrían haber estado en nuestro lugar.
Ayer entrevisté al ganador del Premio Nobel, Edvard Moser, y le preguntaba si era posible que las computadoras superen a la capacidad del cerebro. Y él decía que hay algo que las máquinas no puede hacer, que es ser creativos.
Nosotros venimos de un país que no tiene nieve, la altura máxima es de 500 metros, no teníamos recursos, y así pasamos los días. Con inventiva empezamos a construirnos una especie de máquina para vivir en la nieve y fue una de las historias más notables de trabajo en equipo. Gracias a la pasión y la actitud, después de 70 días, logramos salir adelante.
¿Qué sentimiento te queda?
Son sentimientos paradojales porque perdí a mis dos mejores amigos en la Cordillera. Pero la parte linda, con la cual me quedo, es que gracias a que estoy vivo, ahora tengo dos hijos, cinco nietos, y una nieta en camino. Tengo que ver el lado positivo.
¿Nunca te pasó por la cabeza volcarte a la política?
No, solo una vez se intentó armar algo para unas elecciones, pero no soy político. Sin ánimo de entrar en comparaciones, si en Argentina se unieran por una causa en común, saldrían disparados adelante como un cohete a la luna, como nos pasó a nosotros. Para eso tiene que dejar de lado la arrogancia, que es la que rompe los grupos.
¿Cómo hicieron para unirse?
Fuimos muy respetuosos de los roles. Había tres estudiantes de medicina que asumieron sus función de médicos. También había un estudiante de ingeniería y a mi me tocó ser el tapiador oficial del avión para que no entrara viento. Cada uno tenía un rol y lo respetamos. Por eso ahora doy tantas conferencias para hablar de lo que significa el trabajo en equipo.
El ser humano está diseñado para trabajar así, pero la búsqueda de logros personales es lo que rompe con eso, y es lo que veo en la política argentina. Me encantaría que todo lo que vivimos se capitalizara en un objetivo en común para salir adelante. La Argentina está viviendo su propia Cordillera, mucho más dura que la nuestra.
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¿Leíste el libro de Harari sobre la especie humana y su capacidad de organizarse?
Leí algunas partes, pero no me gusta algo que pueda contaminar mi historia con otras porque deja de ser propia. Quiero que se mantenga con la pureza de aquel chico de 18 años y la capacidad y creatividad que tuvimos para organizarnos y salir adelante, con el objetivo de volver a ver a nuestros padres.
¿Crees en el destino o la fortuna?
Creo en la suerte. Mi asiento lo cambié un minuto antes del vuelo y el que me cambió el lugar fue uno de los que falleció. También la suerte es el cuidado de los detalles. Nosotros decidíamos todo por mayoría y así fue como salimos para el lado chileno. No se trata de historias perfectas, sino de la pasión y la perseverancia. Aún equivocados, llegamos igual. De eso se trata la vida.
JL PAR