Este fin de semana hubo elecciones en varios países de Latinoamérica, donde en todos ganó la oposición y perdió el oficialismo. En este sentido, el director de Le Monde Diplomatique edición Cono Sur, José Natanson, sostuvo que estamos en una época de “inestabilidad global”, donde a los gobiernos les cuesta posicionarse en el poder y crear una hegemonía. “Hay un malestar con las democracias que es transversal a las opciones políticas”, declaró en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190).
José Natanson es periodista especializado en Política Internacional, colaborador habitual de diversos medios de la Argentina y de América Latina, condujo programas de radio y televisión, fue jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad. Actualmente, es director de Le Monde Diplomatique Edición Cono Sur.
Ayer hacíamos una columna comparando el malestar en la cultura que produce el capitalismo digital con el que produjo la revolución industrial, cuando Marx y Engels plantearon que todo los sólido se desvanece en el aire. Nos preguntamos si en este momento está pasando lo mismo, donde siempre, por lo menos en las elecciones de este fin de semana, o en las tres últimas de América Latina, siempre ganaron las oposición y perdieron los oficialismos. ¿Podemos encontrar algún punto de referencia con aquella situación del mundo previa a la revolución industrial con esta que está sucediendo hoy? ¿Latinoamérica es un ejemplo de eso?
Creo que sí, efectivamente hay un malestar con las democracias que es transversal a las opciones políticas. Efectivamente, en casi todos los países, ser oficialismo es estar condenado a la derrota, tanto de extrema como de derecha.
Por ejemplo, en Brasil pierde el PT, gana Bolsonaro, después pierde Bolsonaro la reelección, gana el PT y el domingo perdió el PT las elecciones en Sao Paulo. Si uno mira país por país estamos en una época de inestabilidad global, en donde les cuesta mucho a los gobiernos afirmarse en el poder y construir una hegemonía. Hay un libro que se llama La hegemonía imposible que escribió un analista que se llama Fernando Rosso, de militancia trotskista, que analiza la dificultad para construir una hegemonía duradera como fue el ciclo autoritario de los ‘70, la recuperación democrática de los ‘80, el ciclo neoliberal en los ‘90, que en algunos países duró 10 años; o el ciclo de la nueva izquierda en el siglo XXI.
Estamos lejos de que en América Latina se puedan construir épocas, ¿que época es esta en América Latina? No sé. Después, hay algunas excepciones que son interesantes, como México, donde Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ganó, gobernó con mucho éxito y logró que su discípula fuera elegida. La otra excepción es El Salvador, donde Bukele tiene un enorme apoyo popular.
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¿Vos encontrás que AMLO es un populismo light, como fue el de Lula en su momento?
Sí, a mí la palabra populismo me parece que dice tantas cosas que al final dice poco, y que muchas veces dice más de quien la pronuncia que de lo que el significado trata de transmitir.
Creo que, efectivamente, hay algo de la operación populista de identificación con el pueblo que funciona, sobre todo en países en donde la sociedad se sentía muy abandonada. Creo que igual, por ejemplo, a Bukele lo eligieron presidente y resolvió problemas, como la inseguridad.
Es decir, el populismo por sí solo no alcanza, debe haber también una base material de algo que no funcionaba y que el gobierno logra hacer que funcione para que los sigan votando. Uno podría decir que Fujimori era populista y lo votaron porque resolvió el quilombo con Sendero Luminoso y bajó la inflación.
¿Podríamos decir que AMLO, en términos económicos, también tuvo éxito?
Sí, porque tuvo una macroeconomía muy sólida y prudente. Tuvo programas sociales muy amplios, no es que los inventó, pero a eso le sumó la operación populista de identificación con el pueblo, lo que María Esperanza Casullo llama en su libro por qué funciona el populismo: porque logra una identidad entre el líder y el pueblo.
Creo que esas cosas son las que permiten explicar que AMLO haya continuado en México y Bukele en El Salvador, así como las que permiten explicar que en otros casos fracasó, como en Chile, Brasil o Argentina.
¿Los oficialismos fracasan casi siempre excepto en situaciones en las que hay un presidente que logra resolver un problema muy importante?
Sí, tiene que resolver un problema concreto, y si además logra crear un lazo emocional y simbólico de identificación y representación con el pueblo, creo que ahí está la clave de un éxito.
¿Crees que Milei podría lograr eso si resuelve un problema económico?
Sí, lamentablemente sí. Digo lamentablemente porque Milei no me gusta, pero creo que está logrando resolver, a un costo social altísimo y de un sufrimiento social enorme, un problema básico de la Argentina que es la estabilidad macroeconómica, el hecho de que Argentina no tiene una moneda, está logrando gobernar el dólar.
Una vez dijimos que gobernar la Argentina es gobernar el dólar y la calle, y está logrando gobernar las dos cosas. A todo eso se le suma el plus de identificación con un sector de la sociedad que se sentía abandonado o traicionado con las experiencias políticas anteriores, tanto con el macrismo como con el kirchnerismo. Si Milei logra bajar la inflación, estabilizar la macroeconomía y hacia el año que viene mostrar que algunos sectores de la economía están recuperando el crecimiento creo que sí, que tiene esas posibilidades.
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¿Qué puntos de contacto encontrás entre Milei y Trump? ¿Es correcta la idea de que Trump está recuperándose en la tendencia y que hoy se coloca como posible ganador de las próximas elecciones?
Encuentro puntos de contacto muy relativos, primero porque me gusta comparar países que se parecen en algo, y la verdad es que a esta altura del partido Argentina se parece muy poco a Estados Unidos, es como cuando comparamos la educación en Santiago del Estero con Finlandia. Me parece que la comparación para que sea interesante tiene que ser, sobre todo, pertinente. Entonces, comparar a Argentina con Brasil, Chile o Colombia está bien, compararla con Estados Unidos está lejos.
Creo que más que una comparación, lo que hay es una voluntad de identificación de Milei con Trump y una expectativa, quizás excesiva, de que la llegada de Trump al gobierno puede generarle a la Argentina beneficios concretos.
Creo que algo puede sacar, sobre todo apoyo en una negociación con el FMI, pero creo que también puede perjudicar de una manera directa, por ejemplo, si Trump le saca el apoyo a Ucrania y a los países europeos que apoyan a Ucrania, y fuerza un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia, pueden bajar los precios de la materia prima alimenticia que exporta Argentina que son, en buena medida, las mismas que exporta Ucrania. Es complejo el mapa de pros y contras que puede traer un triunfo de Trump, que creo que es a lo que apuesta Milei.
Respecto a la segunda pregunta sí, es lo llego a captar: hay un repunte de Trump, sobre todo en Pensilvania en los últimos días. Y eso podría, incluso perdiendo por millones de votos, coronarlo como presidente de nuevo de Estado Unidos, y ahí agarrémonos.
Como ya sucedió en la contienda con Hillary Clinton, cuando Hillary tuvo más votos, pero en el colegio electoral Trump salió presidente. Agarrémonos, exactamente.
VFT