Doce días después de que Claudia Sheinbaum Pardo ganó las elecciones de junio que la convertirían en la primera presidenta de México, salió de gira con el mediático mandatario Andrés Manuel López Obrador. AMLO, como se le conoce el líder mexicano, fue hace años su primer jefe en un cargo público, después de que la invitó a salirse del mundo de la academia y la convirtió en secretaria de Medio Ambiente de la capital.
El partido que fundó, Morena, se había convertido en la primera fuerza política del país tras aparecer por primera vez en una papeleta electoral en 2015. Pero antes de la toma de posesión de Sheinbaum el 1 de octubre, el mandatario insistió en que hicieran juntos una gira por los 31 estados de México y su capital.
Un columnista escéptico dijo que “le secuestra” buena parte de la agenda de la presidenta electa. Sus detractores cuestionaron cuándo saldría Sheinbaum del yugo presidencial. López Obrador, quien había prometido que se retiraría a un terreno con una laguna que había heredado y que no tendría más que ver con la política, no mostró un perfil bajo durante la transición.
Continuó dando la conferencia de prensa diaria que se había inventado para hablar a oyentes en todo México. Las reformas constitucionales que propuso, incluido un cambio drástico al Poder Judicial, siguieron siendo noticia de primera plana durante todo el verano y en los días previos al traspaso de poderes.
Sheinbaum está negociando en una posición similar a la de la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, que busca demostrar que es capaz de tomar el relevo de su jefe más experimentado. La diferencia es que AMLO no era elegible para postularse porque la ley limita a los presidentes mexicanos a un solo mandato de seis años.
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Sheinbaum reaccionó a los comentarios de que será él quien maneje los hilos. Incluso al tiempo que designaba un gabinete de académicos y políticos que algunos consideraban potencialmente más favorables al mercado y propensos a acelerar la transición para dejar atrás los combustibles fósiles, la presidenta electa parecía anteponer la lealtad a AMLO.
“Hay adversarios que dicen que quisieran que hubiera un rompimiento”, dijo Sheinbaum a la prensa en su sede de Ciudad de México en agosto. “No lo va a haber, porque somos parte del mismo proyecto y nos van a tocar momentos históricos diferentes. Y también cada uno de nosotros tiene su propia forma de gobernar”.
Treinta y seis millones de personas votaron por Sheinbaum, lo que se tradujo en casi un 60% de los votos y una ventaja de 32 puntos sobre su rival más cercano. Fue el mayor margen de victoria en la historia moderna de México, gracias en gran parte a López Obrador.
La coalición gobernante obtuvo casi dos tercios de los escaños en ambas cámaras del Congreso —suficientes para cambiar la Constitución— lo que asustó a los inversores preocupados por la estabilidad. Sin embargo, los votantes elogiaron los programas que AMLO puso en marcha: defendió la petrolera estatal y la compañía eléctrica, cuestionando el papel preponderante de los actores privados.
Se opuso a la influencia de Estados Unidos en los asuntos de México y creó un banco estatal para que el dinero del gobierno llegara más fácilmente a manos de los ciudadanos. Desde su llegada al poder, el salario mínimo se ha más que duplicado en términos reales.
A pesar de las críticas de que socavó el equilibrio de poder al mostrarse beligerante con sus adversarios, desde los jueces de la Suprema Corte de Justicia hasta los funcionarios electorales y los periodistas, AMLO se pintó a sí mismo como un infatigable que luchaba contra la élite ultrarrica de México que por tanto tiempo ha hecho la vida difícil a los mexicanos de clase trabajadora.
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A sus 70 años, deja el cargo con una popularidad tal que la gente vendía muñecos suyos fuera de los actos políticos mucho antes de que se crearan los peluches de Sheinbaum. Un legislador local instaló tableros carnavalescos con una imagen recortada de AMLO, para que sus seguidores pudieran acercarse y tomarse una foto con su presidente.
Las giras fueron una oportunidad para que AMLO proclamara victoria y reafirmara su fe en Sheinbaum, una ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México de 62 años. Cada viernes se reunían por todo el país y regresaban a última hora del domingo.
López Obrador volaba en un avión militar, Sheinbaum en un vuelo comercial. En su recorrido, siguieron los códigos de vestimenta de las distintas partes del país, vistiendo camisas y vestidos bordados en el sur, la parte menos desarrollada, y ropa formal de oficina cuando se dirigían al norte, más industrializado. Pero lo que más intrigaba a los observadores de México eran las charlas privadas que mantenían durante horas entre acto y acto público.
Sheinbaum, una aficionada de los datos conocida por iniciar su día antes del amanecer, heredará una economía de US$1,79 billones, la segunda más grande de América Latina y la 15ª del mundo.
Los cambios en el comercio mundial han traído a México una nueva oleada de efectivo extranjero, ya que la imposición de aranceles a China por parte de Estados Unidos obligó a las empresas a buscar producción barata en otros lugares.
El año pasado, el país se convirtió en el principal socio comercial de EE.UU. Y los mexicanos empezaron a ganar más, debido en parte a la prohibición de subcontratar las operaciones principales de las empresas, lo que obliga a éstas a contratar empleados directamente y pagar prestaciones.
Las autoridades también recaudaron impuestos atrasados de empresas como Walmart Inc. e International Business Machines Corp., con lo que el gobierno obtuvo más ingresos y evitó la política de subir los impuestos.
Aun así, más de un tercio de la población sigue viviendo en la pobreza, y el producto interior bruto per cápita descendió durante el mandato del presidente. El déficit aumentó este año al 5,9% del PIB, el más alto desde los años ochenta. El año que viene, el banco central calcula que el crecimiento se ralentizará hasta el 1,2%, lo que podría limitar a Sheinbaum en sus primeros días de mandato.
El país sigue sufriendo una crisis de seguridad, con más de 30.000 asesinatos al año en un país de más de 130 millones de habitantes. Hay una lista interminable de ciudadanos desaparecidos cuyos rostros aparecen en carteles en el metro, en postes eléctricos y en plazas públicas. La extorsión ha elevado el precio de todo —desde aguacates hasta limones— dirigido a compradores en el extranjero.
Pronto será tarea de Sheinbaum resolverlo todo.
“¡No mentir, no robar y nunca traicionar al pueblo de México!”
A diferencia de AMLO, quien creció en una pequeña ciudad del sur petrolero de México, Sheinbaum se crió en Ciudad de México, hija de una profesora de biología y un ingeniero químico que trabajaba en la industria del cuero. Sus abuelos judíos emigraron de Europa en la primera mitad del siglo XX, lo que la convirtió en una minoría en un país mayoritariamente católico.
AMLO juega con su imagen de hombre corriente, hablando del precio de las tortillas y del restaurante familiar en una estación de tren. Sheinbaum estudió ballet y escribió su tesis de licenciatura sobre termodinámica. Aun así, se empapó de los movimientos políticos de la época y grabó un disco de canciones populares latinoamericanas con otros chicos.
En la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde obtuvo un doctorado en ingeniería energética, Sheinbaum formó parte de un aguerrido consejo estudiantil en la década de 1980, en el que los manifestantes cerraron la universidad por un aumento de las tasas de matrícula y otras medidas del rector.
Sheinbaum ha contado cómo las manifestaciones llegaron a incluir a más de 100.000 personas. Aparece en un documental titulado “Días de huelga”, con un suéter blanco y negro y el pelo corto, en medio del grupo rebelde.
“Cerramos las entradas de las facultades con personas”, dice Imanol Ordorika Sacristán, amigo de Sheinbaum de la universidad. “Creíamos que era un tema fundamental de la vida política del país, el que no hubiera represión por razones políticas”.
Durante un tiempo, Sheinbaum pareció destinada a la vida académica. Se enamoró de otro de los líderes del movimiento estudiantil, Carlos Ímaz Gispert, y pasaron unos años en California criando a sus dos hijos. Allí ella terminó parte de su tesis doctoral en un laboratorio de Berkeley, mientras él se licenciaba en Educación en la Universidad de Stanford.
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A su regreso a México, ella continuó sus investigaciones en la UNAM y dando clases. Ayudó a redactar dos influyentes informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas; por el primero, en el que tuvo un papel menor, el grupo ganó el Premio Nobel de la Paz en 2007. Su hija, por su parte, se convirtió en filósofa especializada en la construcción narrativa de la historia, y su hijo en artista y cineasta.
Al mismo tiempo, la política atrajo de nuevo a Sheinbaum. En 2015 desempeñó su primer cargo electo, como jefa delegacional de Tlalpan, un distrito del sur de Ciudad de México en el que ha vivido. Tres años después, ganó la ciudad y se convirtió en jefa de Gobierno. Tras su divorcio, reavivó un romance con un amigo de la universidad, Jesús María Tarriba, analista de riesgos financieros en el banco central de México, y se casó con él en 2023.
Su partido, Morena, fue en un inicio basicamente de izquierda, ya que los dos primeros intentos fallidos de López Obrador de ser presidente bajo el Partido de la Revolución Democrática (PRD) le llevaron a luchar contra un supuesto fraude electoral. Pero, a medida que creció, se volvió ideológicamente difuso.
Sus miembros fundadores, Sheinbaum incluida, arremetieron contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó durante gran parte del siglo XX, y contra el Partido Acción Nacional (PAN) —más conservador— que gobernó a principios de la década de 2000.
Con AMLO, Morena abogó por limitar la influencia del sector privado y trató de restaurar el antiguo esplendor de la muy endeudada petrolera Petróleos Mexicanos. Al mismo tiempo, el partido celebró elementos del tratado de libre comercio del país con EE.UU. y Canadá y amplió la presencia de las Fuerzas Armadas. Sus programas redujeron la desigualdad y ayudaron a los ancianos, pero no abordaron la pobreza extrema.
Como jefa de Gobierno de la ciudad más grande de Norteamérica, Sheinbaum dio más poderes a la Policía, redujo la tasa de homicidios, electrificó la flota de autobuses de la ciudad y añadió transporte elevado, conocido como cablebus, que eleva a los viajeros muy por encima del tráfico, temas que formaron parte de su campaña presidencial.
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Lleva el pelo recogido en una coleta tan estirada como el de una bailarina de danza clásica, y es conocida por ser exigente, detallista y a veces cortante con la prensa. “Tomé una estrategia de no caer en provocaciones, dijo a un periodista radiofónico en mayo, tras uno de los debates.
Repitió a menudo que eran las mujeres quienes debían liderar México, pero eludió las críticas por la contundente respuesta de su Policía a las manifestantes feministas. Impulsó la ecologización de las ciudades, pero evitó hablar de los daños medioambientales del mandato de AMLO.
La gira de la victoria presidencial ilustró los estilos opuestos de ambos políticos. El dúo visitó las obras emblemáticas de AMLO: una refinería en la costa atlántica, un tren turístico que serpentea por cinco estados de la península de Yucatán, las plantas solares en el desierto de Sonora, carreteras y hospitales y obras hidráulicas.
Subían a cada escenario saludando a los espectadores que les filmaban con teléfonos móviles y enarbolaban pancartas pintadas a mano. Ella tomaba el micrófono antes que él, emocionando al público con frases que parecían himnos de estadio —“¡No mentir, no robar y nunca traicionar al pueblo de México!”— y luego se lo cedía al presidente. Él le daba un beso en la mejilla, un apretón en el brazo y subía al escenario para una última ovación.
En julio, en el estado de San Luis Potosí, de gran peso manufacturero, AMLO llevó su discurso a un crescendo frente a la multitud mientras hablaba de políticos de años pasados, que habían llegado ofreciendo ganado y frijoles, solo para desaparecer una vez que ganaban una elección. Inevitablemente, los discursos terminaron con: “¡Viva México!”. Inevitablemente, llamaba a Sheinbaum “una mujer extraordinaria”. Inevitablemente, esperaba un segundo a que la gente le replicara cuando decía: “Amor con amor se paga”, su lema característico.
“Cuándo estaba en el PRD, yo también lo apoyaba. Perso no era tan famoso como ahorita”, dijo Raúl Araiza Guerrero, de 65 años, un trabajador jubilado de una fábrica de llantas en un mar de seguidores que llevaban camisetas a juego con una caricatura de AMLO. Incluso después de dar vueltas por todo el país, Sheinbaum seguía siendo un misterio para algunos. “Según lo que dijo ahorita va a seguir la misma política. Pero hay que ver”, dijo Araiza.
Sheinbaum incorporó a su gabinete a personas que han trabajado con López Obrador. Quien es secretario de Hacienda permanecerá en el puesto; la jefa de seguridad pública de Amlo será su secretaria de Gobernación; el ex secretario de Relaciones Exteriores, su secretario de Economía; la actual secretaria de Relaciones Exteriores, su secretaria de Medio Ambiente.
Generando una mayor polémica, estuvo la defensa de Sheinbaum de la propuesta del presidente de elegir al Tribunal Supremo y a los jueces federales por votación popular, un plan que llevó a los empleados del sistema judicial a una huelga en protesta en septiembre.
En julio, la agencia de calificación crediticia Fitch Ratings declaró estable la calificación BBB- de México, pero advirtió de los “débiles indicadores de gobernanza, un historial de débil crecimiento a largo plazo y riesgos fiscales”.
El peso mexicano, que antes de las elecciones había sido una de las monedas con mejor desempeño del mundo, se desplomó más de un 12% desde las elecciones hasta el día de septiembre en que el Senado aprobó el proyecto de ley para reformar el Poder Judicial.
Los inversores y los críticos de Morena temían que el presidente, en uno de sus últimos actos en el cargo, demoliera la división entre el poder ejecutivo y las demás partes del gobierno. Ostensiblemente una medida para reforzar la democracia, la ley hará sin embargo que cada votante elija entre candidatos para al menos docenas, si no cientos, de puestos.
Los jueces podrían tener que atender a los partidos políticos que ayudaron a hacer campaña en su favor. A algunos exfuncionarios y analistas también les preocupa que el cambio pueda devolver a México al régimen unipartidista, el tipo de poder unilateral del PRI que tanto AMLO como Sheinbaum han condenado.
Legisladores estadounidenses escribieron una carta advirtiendo de los peligros para las empresas estadounidenses. “No es solamente una revisión de la judicatura, es de la República, del sistema de pesos y contrapesos”, dice Vanessa Rubio Márquez, profesora de la London School of Economics y ex subsecretaria de Hacienda del predecesor de AMLO, Enrique Peña Nieto.
El planteamiento de Sheinbaum fue no opacar a su aliado. En el estado minero de Zacatecas, habló durante 10 minutos a los 24 de AMLO ante un mar de campesinos con sombrero. En la reunión de julio, la gente aún se preguntaba si, una vez que asuma la presidencia, cambiaría su enfoque.
“Siento que las mujeres somos más sutiles para llegar a donde queremos llegar”, dijo Aida García Medina, una maestra de escuela que vino a escuchar a la primera mujer elegida presidenta de México y esperó fuera del centro de conferencias de paredes de cristal con vistas a las colinas.
“Va a tener que tomar sus propias decisiones, su propio camino. Y claro que sí se ha apoyado en él porque ha seguido la ruta de él, porque estuvo a lado de él y conoció todo de él. Le enseñó más que nada y ella agarró lo bueno de él”.
En Colima, mientras inauguraba un acueducto en la costa del Pacífico en agosto, Sheinbaum reafirmó el éxito de López Obrador, y luego dio pistas de sus propias ideas, como un programa de ayuda en efectivo para las mujeres mayores, becas para todos los niños de las escuelas públicas y atención médica a domicilio para los adultos mayores.
La presidenta electa seguirá desarrollando trenes, como uno a Nuevo Laredo, en el nororiental estado de Tamaulipas, y otro a Nogales, en el noroccidental estado de Sonora.
“No hay nadie en la historia —lo dije ayer— que salga de la Presidencia con el amor y la popularidad que tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador”, dijo Sheinbaum. “Con el pueblo, todo, sin el pueblo, nada. Vamos a gobernar con estos principios a partir del 1 de octubre”.
Al preguntarle de nuevo si intervendría una vez que ella asuma el cargo, López Obrador insistió en que nunca lo haría. Uno de sus hijos estaba interesado en un papel de liderazgo en el partido (y finalmente lo asumió), pero él mismo no se involucraría.
Dice que planea escribir un libro sobre la historia de México antes de la conquista española de los pueblos indígenas, que estará disponible para hablar de béisbol, pero no de política. Añadió que alguien le regaló unos binoculares, que, según dijo, piensa utilizar para observar a las guacamayas en los árboles fuera de su casa.
Aun así, Sheinbaum tendrá que superar la duda de que AMLO también se contente con verla ejercer el poder presidencial desde lejos. En septiembre, mientras continuaban las protestas contra el cambio la reforma al Poder Judicial, Sheinbaum estuvo de acuerdo en que reforzaría la democracia, pero luego pasó a su propia agenda. Anunció a la prensa que se mudaría a Palacio Nacional. AMLO, dijo, se mudará a fin de mes.