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Expectativas

Cuatro factores clave de las elecciones presidenciales en México

El resultado no está cantado, dada la tendencia de muchos votantes a decidirse en el último momento y el amplio abanico de variables inherentes a una contienda de tal envergadura.

Presidential Candidate Claudia Sheinbaum Holds Campaign Rally
Presidential Candidate Claudia Sheinbaum Holds Campaign Rally | Foto: Fred Ramos/Bloomberg

Ahora que Donald Trump parece haber logrado la nominación republicana en Estados Unidos, la atención se centrará en la revancha de noviembre contra Joe Biden. Pero hay otra importante elección en Norteamérica este año que merece interés. El 2 de junio, los votantes mexicanos elegirán a un nuevo presidente, a 500 miembros de la Cámara de Diputados, a 128 miembros del Senado, así como a los gobernantes de nueve estados, a representantes de las legislaturas estatales y a los funcionarios de más de 1.500 municipios. Según las encuestas, el partido gobernante, Morena, y su candidata presidencial, Claudia Sheinbaum, están en una posición tan fuerte, que algunos analistas han afirmado que las elecciones ya están decididas.

Sin embargo, el resultado no está cantado, dada la tendencia de muchos votantes a decidirse en el último momento y el amplio abanico de variables inherentes a una contienda de tal envergadura. El alcance de esta transición promete influir en la política y los negocios durante años, con importantes consecuencias también para los vecinos de México. Así que más vale no perder de vista estos cuatro factores que podrían trastocar las expectativas y cambiar radicalmente la trayectoria del país.

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Carrera abierta

La ventaja de Sheinbaum en la carrera presidencial es evidente: a poco más de 18 semanas, posee una ventaja de más de 20 puntos en las encuestas (hay incluso quienes dicen que es de más de 30 puntos porcentuales). El índice de aprobación de Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, oscila entre un impresionante 55% y 60% y se ha mantenido estable durante la mayor parte de su sexenio. La economía crece y México está cerca del pleno empleo. Morena controla la mayoría de los estados del país. Los votantes no expresan la clara demanda de cambio ni la animadversión hacia el presidente en funciones que hemos visto en otras elecciones, la más reciente en Argentina. La propia candidata de Morena destila confianza cuando dice que su partido “es el movimiento social y político más fuerte del planeta”.

Pese a todo esto, algunas señales sugieren que Morena no debería de confiarse demasiado: según un sondeo reciente del encuestador Alejandro Moreno para El Financiero, el Gobierno saldría reprobado en tres categorías clave que probablemente estarán muy presentes en la mente de los votantes el día de las elecciones. En economía, 49% dice que AMLO está haciendo mal o muy mal su trabajo; en corrupción, un 45% argumenta lo mismo; en el tema crucial de la inseguridad, 62% de los mexicanos desaprueba la estrategia del presidente. Solo en el ámbito de los programas sociales AMLO obtiene una buena calificación, con un 56% que aprueba el apoyo gubernamental a los más desfavorecidos.

 

Esas cifras hablan de un descontento latente que la oposición aún no ha capitalizado, votos que podrían estar en juego una vez que los mexicanos empiecen a prestar más atención. Los estrategas de Morena han estado promoviendo la idea de que la victoria de Sheinbaum es un hecho para darle un aire de invencibilidad y mantener a los indecisos o indiferentes desvinculados. Pero el éxito de esa táctica se pondrá a prueba el día de la votación. No hay que olvidar lo que hemos visto en otros lugares de América Latina, en donde los votantes solo sintonizan al final y tienen preferencia por las caras nuevas en lugar de las figuras establecidas.

Efecto Xóchitl

Tras décadas de rivalidad, los principales partidos de la oposición —el PRI que gobernó durante la mayor parte de la historia moderna de México y el PAN proempresarial de los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón— unieron sus fuerzas para intentar desbancar a Morena. Los dos partidos siguen siendo impopulares y tienen profundas diferencias que plantean dudas sobre su capacidad para trabajar juntos en caso de victoria. Pero al ponerse de acuerdo sobre Xóchitl Gálvez, han conseguido elegir a una candidata presidencial competitiva y carismática.

Gálvez es una mujer que ha salido adelante por sus propios medios, de origen indígena y con suficiente atractivo para no ser asociada con las figuras tradicionales de ambos partidos. La entrevisté el año pasado y me sorprendieron tanto sus ideas de futuro como su espíritu combativo. Estas cualidades podrían resultar útiles para atraer a un electorado que quizá no siga la política mexicana a diario. Como bien señaló el encuestador Moreno, casi el 27% del electorado tiene menos de 30 años: votantes que no son leales a los partidos, se informan principalmente a través de TikTok y otras redes sociales y tienen un menor interés por la política que las generaciones anteriores. Solo ahora, al final de su mandato, AMLO abrió una cuenta de TikTok; no lo hizo antes, dice, porque no habla lo suficientemente rápido.

Los tres debates presidenciales previstos antes de la votación darán a Gálvez la oportunidad de enfrentarse cara a cara con Sheinbaum, una adicta al trabajo que tiene fama de ser más tecnócrata que carismática. Las apuestas pueden estar en contra de Gálvez, pero no podría descartarse una sorpresa en la recta final de las elecciones. Aunque yo seguiría apostando por Sheinbaum, la carrera al final puede resultar más competitiva de como se percibe ahora.

El peso del Congreso 

Incluso si la lógica se impone y Sheinbaum acaba siendo la primera presidenta de México, su margen de victoria será crítico. Con AMLO presionando para que Morena y sus aliados alcancen una supermayoría que les faculte para cambiar la Constitución de México, la configuración del Congreso durante el próximo sexenio será tan importante como quién llegue a ser presidente. Y ahora es demasiado pronto para hacer apuestas.

El hecho es que AMLO ha dejado algunos retos enormes para su sucesor, desde una situación fiscal que se debilita rápidamente y una abultada deuda de más de US$100.000 millones en Pemex —la emproblemada petrolera nacional—, hasta una crisis de seguridad. Sheinbaum también se enfrentará a la presión de su propio partido de izquierda, que ya ha demostrado que no necesariamente marchará al unísono como lo hizo con AMLO, una razón más por la que el éxito de la próxima presidenta dependerá en gran medida del alcance del apoyo que logre en el Congreso.

El papel de AMLO

AMLO está muy involucrado en la carrera por la sucesión y no ha ocultado su disposición a hacer lo que sea necesario para garantizar que Sheinbaum logre esa supermayoría. Pero al hacerlo, también está condicionando la herencia que dejará al próximo presidente.

El mandatario quiere reformas para las pensiones y el salario mínimo antes de irse, una costosa forma de complacer al electorado. En todo caso, una serie de escándalos de corrupción que han saltado recientemente a la prensa local le obligarán a impulsar con más fuerza estas brillantes y onerosas tácticas. El 5 de febrero anunciará un paquete de propuestas con el mismo propósito: mantener la iniciativa, poner a sus opositores en la incómoda posición de elegir entre rechazar las populares medidas o dar una victoria al partido gobernante, y trazar las políticas del próximo Gobierno.

Es posible que Sheinbaum tenga las de perder, pero estos y otros factores hacen que el resultado final siga siendo incierto. No hay que olvidar que en México las elecciones pueden convertirse en episodios muy violentos: en la votación presidencial de 2018, más de 100 candidatos, políticos y exfuncionarios fueron asesinados, y es probable que las cosas sean mucho peores en esta ocasión. Además, el consenso entre los expertos que proyectan una victoria de Morena no se extiende a la configuración política que probablemente resulte de ello.

El juego sigue en marcha y la realidad es que, hoy por hoy, nadie sabe cómo podría terminar.