Perfil
MODO FONTEVECCHIA
NUEVAS PAREJAS

La ansiedad, el eje del amor tecnológico que crece día a día

El psicoanalista Luciano Lutereau aseguró que "la virtualidad trajo vínculos más ansiosos". A su vez, resaltó que "la espera se perdió como complemento del modo de acceso al otro". "Las redes sociales trajeron un nuevo modo de amor", enfatizó en Modo Fontevecchia.

La ansiedad, el eje del amor tecnológico que crece día a día
La ansiedad, el eje del amor tecnológico que crece día a día | Télam

Luciano Lutereau, doctor en Filosofía, explicó que "se modificó nuestro modo de interactuar" a la hora de pensar en una posible pareja y contó cuánto influye la virtualidad. Además, manifestó que "las redes sociales ocupan el lugar de disparador" y que ahora "no se sabe bien para qué se está conociendo al otro". "El problema es la curiosidad", sentenció en  Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).

Nuria Am: ¿Las redes sociales vinieron a reemplazar la conquista que se realizaba de otra forma?

Absolutamente. Las redes sociales trajeron un nuevo modo de amor. Ya no se trata de algo romántico, como se lo llamaba en otro tiempo, sino que es tecnológico. Se modificó nuestro modo de interactuar. Muchos jóvenes cuentan que se conocen en el boliche, en el momento no pasa nada, pero después se empiezan a seguir por Instagram, y se escriben por ahí.

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A veces, las redes sociales ocupan el lugar de disparador, es decir, que funcionan como la primera forma de saber algo del otro, incluso antes de que nos cuenten eso. Hay una modificación radical en el modo de conocernos, a través de la virtualidad, en la medida en que podemos acceder a una parte de la vida del otro, por vía diferida, y así voy a generar una "autopresentación" de la otra persona.

NA: En ese sentido, ¿las redes sociales traen más "dolores de cabeza" que otra cosa?

Con este nuevo amor tecnológico, la virtualidad trajo vínculos más ansiosos, que ponen más al descubierto la vulnerabilidad. Y eso supone el contacto o la interacción permanente. Además, el amor más tradicional erotizaba la espera. Eso estaba incluido en el conocimiento del otro. Ahora la espera se vive como algo que es sumamente invalidante.

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La espera se perdió como complemento del modo de acceso al otro, sobre todo, porque tenemos la posibilidad de espiar al otro. Es un nuevo paradigma del amor, que se acompaña de una modificación vincular enorme. El amor romántico tenía como formato básico el matrimonio en el horizonte. La pareja era el vínculo privilegiado. Pero ahora se corrió ese eje y no se sabe bien para qué se está conociendo al otro.

NA: ¿Para la psiquis, eso es mejor o peor?

La psiquis hace lo que puede. Creo que estamos en un momento de transición, porque el paradigma matrimonial tuvo una vigencia, tal como nosotros lo conocimos, y entró en crisis en el siglo XX. Hoy en día estamos en la etapa de transición hacia una forma que todavía no logramos establecer. Por ejemplo, para muchos ya no es condición estar en pareja para tener hijos.

Ahora los cambios nos producen ansiedad porque estamos entrando en una etapa donde no sabemos bien dónde posicionarnos. Si uno mira lo que más proliferó en estos años, respecto de la crisis de los vínculos, está el diagnóstico del otro como un psicópata narcisista.

Agostina Vicente Sánchez (AVS): ¿Qué papel juegan las ficciones en la construcción de la idealización del amor?

Toda cultura se acompaña de ciertas narraciones que generan expectativas y funcionan como una norma implícita de lo que se puede esperar del amor. Por ejemplo, el amor romántico es inseparable de las novelas de Jane Austen o de lo que fue el cine en su momento. Y en los últimos años también se vio, como pasó en la película Historia de un matrimonio, donde se cuenta el fracaso de la institución matrimonial.

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También recordaban a Roberto Galán en la presentación, y su programa se hizo en un contexto específico, pero hoy no tendría lugar. Hasta la banda Turf hizo una canción titulada Yo no me quiero casar. Una clave de nuestro formato vincular actual es la experimentación.

Tenemos cierto empuje a probar cosas antes de definir. Pasa con el miedo al compromiso y la idea de perder la independencia. Y ese concepto, que tiene el rostro de la libertad, en realidad encubre la soledad.

Pablo Corso (PC): ¿Las redes sociales modificaron algo sobre la posibilidad de acceder a lo real de la otra persona?

La virtualidad trajo la posibilidad de conocer más perfiles del otro, sobre todo, cuando no está conmigo. Pero eso no tiene que ver con lo más real del otro. Una dificultad muy grande en nuestro vínculos es la intolerancia a la diversidad de perfiles que tiene toda persona. Hay mucho miedo a lo que el otro puede ocultar. Lo más real del otro es lo que me incomoda e interpela.

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NA: ¿Sería de lo que me incomoda y tiene que ver conmigo?

Claro, muchas personas, a la hora de evaluar un vínculo, piensan más en la vida de esa persona con otra gente que en lo que efectivamente pasa en su relación. Nos volvemos "especialistas" en el otro, pero pensamos muy poco en lo que estamos sosteniendo de la relación.

Muchos vínculos se sostienen en la supervivencia más que en un proyecto en común. La fantasía de separarse puede ser lo que más sostenga una relación. Pero no tenemos en cuenta la profundidad de un verdadero vínculo.

NA: El perfil que muestran las redes, ¿es el que me interesa? ¿O busco sobre lo que no conozco?

Si me preguntás por mi mujer, ni loco la sigo en Instagram. En todo caso, el problema es la curiosidad, porque no quiere quedarse afuera de nada. Muchas veces, uno termina atrapado por cosas que no nos interesan, y eso pasa todo el tiempo en la virtualidad. Se juega con el miedo a la exclusión.

JL PAR