Durante décadas, investigadores de todo el mundo pensaron que las parras de vino para cultivo (Vitis vinifera) habían atravesado un momento único de domesticación en el oeste de Asia, a partir del cual se ramificaron todas las variedades de la bebida. Un nuevo cuerpo de evidencia afirma lo contrario. Separados por 1.000 kilómetros y en el clima hostil de la última glaciación, los eventos fueron en realidad dos: uno en Asia y otro en el Cáucaso. Todo parece indicar que se dieron en forma simultánea, incluso con dinámicas de selección parecidas.
Es la conclusión más relevante del estudio genético sobre variedades de vid más grande hasta la fecha, que adelanta esta semana la revista Science. El trabajo -llevado adelante durante las diversas fases de la pandemia y sus respectivas cuarentenas- supuso la secuenciación de más de 3.000 muestras de parras de todo el mundo, incluyendo algunas en estado salvaje y otras que se guardaban en colecciones privadas.
¿Cuál es la copa perfecta para cada tipo de vino?
El estudio reveló que estos períodos de domesticación sucedieron hace 11 mil años, en simultáneo con el advenimiento de la agricultura; nada menos que 40 siglos después de lo que habían sugerido estudios previos. También en contra de lo que se creía, las uvas para vino parecen haberse cultivado al mismo tiempo -y no antes- que las de mesa.
Pero el estudio no mira solamente hacia atrás: los autores identificaron genes que no sólo pueden mejorar color, sabor y textura de la uva, sino también ayudar a los enólogos a generar variedades más resistentes al calentamiento global y a otros eventos climáticos extremos. Una manipulación beneficiosa para las mesas -y las copas- de todos los amantes de Baco.
FM JL