La realidad es tan adversa como cruel en el norte de la provincia argentina de Santa Fe, donde el ganado vacuno muere ante la mirada atónita e impotente de quienes poco pueden hacer para cambiar el destino seguro: una muerte lenta y agónica.
Una sequía interminable arrasa desde hace más de tres años, las áridas tierras del norte santafecino. A tal punto es la tragedia, que en el Fortín Charrúa, en el departamento Vera se convive a diario, con la desesperanza que genera la dramática situación de no tener registro de lluvias que sí llegaron a otras regiones. El norte parece condenado, seco, agonizante.
Debilitadas por la falta de comida y agua, las pocas vacas que subsistieron, ahora mueren en un silencio desgarrador, ante una sequía sin compasión que las lleva directo a ser comida de quien se adelante a ponerlas en una parrilla. Solo sirven para alimento de los propios productores y peones de campo.
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Chacareros y peones inmersos en la impotencia
Los productores poco pueden hacer para revertir la tragedia “En Fortín Charrúa, a 370 kilómetros al norte de esta capital, las vacas ya no aguantan esta situación. Mueren, y los chacareros las comen asadas a las brasas y con cuero”.
La realidad es alarmante y piden que alguien los escuche: “Por favor, que alguien se haga eco de esta realidad. Estamos convencidos que muchos no tienen ni idea cómo está esta zona del extremo norte de Santa Fe. Quieren que les diga algo de la realidad que vivimos: es una cosa de locos cómo cae el ánimo de la gente. He visto en una barriguera, que una vaca que murió, porque ya no daba más sin alimentarse ni tomar agua, fue asada a las brasas con cuero. Esta es la verdad, esta es la realidad: acá, lo que se muere se come”.
Los pocos ganaderos y peones que aún permanecen en la región azotada por la sequía sin tregua, buscan el modo de sobrevivir. “Sencillamente, esto es horrible. Es sufrimiento que hiere, enferma, que quiebra a una sociedad”, señalan.
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Muerte y desesperanza cotidianas
En los últimos tiempos, meses y años, se presentaron situaciones dramáticas y muy críticas en el norte de Santa Fe. Sin embargo, es difícil acostumbrarse a convivir con la muerte.
Los productores y peones que todavía resisten, destacan que en los últimos años recibieron infinidad de pedidos de productores que aún esperan la llegada de las tan ansiadas lluvias. Cabe recordar que en la zona, las últimas lluvias fueron en enero último y en muy poco milimetraje.
Un productor radicado en la zona, Juan Cappozolo, señaló con dolor que “hace mal estar todos los días recibiendo estas pálidas, escuchando pedidos y tratando de enviar algo. La realidad indica que la gran mayoría de los vacunos ya murió o fue malvendido, y los productores están llegando a una situación extrema”.
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Un suspiro de esperanza
Sin embargo, como una suerte de suspiro esperanzador en medio de tanta tragedia, en algunas regiones del sur, centro y centro este de la provincia, los efectos implacables de una sequía sin precedentes, parecen querer aplacarse tras las lluvias de mayo.
Por lo cual quedó atrás la menor reserva de agua en los suelos, en comparación con los últimos 30 años de registro y estadísticas, que ubican a Santa Fe como la provincia que más sufrió los efectos devastadores del fenómeno La Niña. Ello, sin olvidar que este fenómeno climático, se extendió arrasando y golpeando grandes extensiones del país: gran parte de Entre Ríos, Córdoba y el norte de la provincia de Buenos Aires.
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Situación crítica y desoladora
Por su parte, el presidente de la Sociedad Rural de Vera, Sebastián Volkart, explicó que “las lluvias siguen sin aparecer y preocupa estar en otoño sin pasto”. Mientras a la vez se presentan “graves problemas en la parición, por lo que urge la implementación de un plan de subsidios que permita recuperar los terneros y mantener a las madres”.
A su vez, señaló que pese a las últimas lluvias, que fueron muy escasas, “la situación sigue siendo crítica y en algunos distritos el panorama es desolador, con el agravante de que a algunos lugares no se puede llegar a brindar ayuda”.
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Pérdidas cuantiosas sin dimensión
Desde la Sociedad Rural, aseguran que todavía no se pueden “dimensionar las pérdidas por cuanto, sobre un programa de vacunación de 530.000 animales, unos 40.000 no han sido inoculados”. Lo trágico de este relevamiento, tal como lo pone de resalto el productor y titular de la entidad rural, es que no se puede “precisar si el ganado ha sido trasladado, ha tenido una venta forzosa o directamente se ha muerto”, agregó contundente.
FM JL