OPINIóN

Algorética: Católicos, judíos y musulmanes se unieron para observar la IA

La Inteligencia Artificial nos maneja sin que nos demos cuenta; no basta con descargar en manos de los usuarios la última responsabilidad ni con confiar en la sensibilidad moral de los algoritmos. El Parlamento Europeo ya debate la “algorética”. ¿Qué es?

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Jerusalén | AGENCIA SHUTERSTOCK

Cada vez que surge una nueva tecnología se producen dos tendencias básicas: los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros desbordan de entusiasmo y adjudican al nuevo invento una especie de panacea respecto a su aplicación a un sector específico o al conjunto de la realidad. 

Los segundos se inquietan dramática y apresuradamente por las innovaciones, en muchos casos incomodados por los cambios de aprendizajes y rutinas que provocan. Desde los tiempos más remotos, este dilema desafía a cada generación.

Hoy día, esta cuestión se verifica especialmente en el campo de la bioética y en la multiplicación de tecnologías de la información y la comunicación. Muchos recodarán, por ejemplo en el campo de la educación, las discusiones que aún perduran sobre el uso en las aulas de las calculadoras, el acceso a Internet y el uso del teléfono celular. 

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Recientemente, ha hecho su aparición ChatGPT (Generative Pre-trained Transformer) que se puede traducir aproximadamente como un transformador generativo pre-entrenado que es un procedimiento que simula el modo de escribir humano y es capaz de responder preguntas y mantener “conversaciones”, tomando textos de Internet. 

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De este modo, el ChatGPT es la primera gran aplicación de Inteligencia Artificial (IA) de alcance masivo en la web. Según algunos especialistas, la IA podría modelar las decisiones de los individuos sin que estos lo sepan y dar un poder abusivo a quienes la controlan.

Aquí entonces reaparece el dilema que indicamos más arriba, y que más allá de su aprobación o rechazo en bloque ante cualquier novedad tecnológica o de cualquier otro orden, nos debe llevar a una reflexión responsable

En realidad, este ejercicio debemos realizarlo en relación a todas las esferas de la vida: las ciencias, la economía, la política, el arte, el deporte… y cualquier otra dimensión de la existencia que queramos indicar.  Es decir, todas ellas tienen que ser respetadas en su autonomía y en su dinamismo propio, pero sin absolutizar su aporte específico aunque limitado, para evitar su endiosamiento.

También, las creencias religiosas se deben ajustar a esta regla, asumiendo en un diálogo crítico esas realidades, aportándoles su propuesta de sentido y trascendencia, y así contribuir a no idolatrar lo que es relativo aunque nos parezca eficiente y útil, evitando usos perversos con efectos inhumanos.

 

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Aplicando estos criterios a las nuevas tecnologías, que funcionan mediante algoritmos (conjunto de reglas automatizadas), se hace fundamental una evaluación ética. Así surge el neologismo “algorética”, es decir, un desarrollo ético de la inteligencia artificial.

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En atención a este desafío, a comienzos de 2023, tres representantes del catolicismo, judaísmo y del ámbito musulmán firmaron en Roma el documento Call for Artificial Intelligence Ethics para promover la “algorética”. 

El documento recuerda el marco de valores fundamentales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, destacando la importancia de la educación que estará profundamente impactada por la disponibilidad de nuevos recursos tecnológicos, a los que debe garantizarse un acceso sin desigualdades. 

 

Catolicismo, judaísmo e islamismo firmaron en Roma el documento Call for Artificial Intelligence Ethics, para promover la "algorética"

Esto hace emerger la necesidad de incorporar un enfoque ético que acompañe desde el principio cada etapa del ciclo de producción  de las tecnologías. 

Asimismo –prosigue la declaración– no basta con centrarse únicamente en la responsabilidad del usuario final ni confiar en la sensibilidad moral de quienes diseñan algoritmos para evaluar el uso correcto de los sistemas digitales. 

Desde otra perspectiva, aunque convergente, crece la preocupación de gobiernos, técnicos, científicos, y de las propias empresas tecnológicas para que los valores humanos estén controlados y presentes en el desarrollo de la IA. 

Al respecto hay ya una propuesta de reglamento del Parlamento Europeo por el que se establecen normas en materia de IA capaces de armonizar el progreso tecnológico, el desarrollo empresarial, la protección de las personas y la democracia.


*Licenciado en Filosofía, Coordinador del Ciclo de Extensión Educación, Etica y Desarrollo en la Fac. de Ciencias Sociales USAL