OPINIóN
Tiempo libre

El placer de leer, siempre (trigésima quinta entrega)

La compañía de un libro es enriquecedora, a nivel intelectual y emocional. Hoy hablaremos de Fernando del Paso.

Lectura
Lectura | Leah Kelley / Pexels.

“Noticias del Imperio” era una razón suficiente para alimentar mi curiosidad por conocer a Fernando del Paso y la oportunidad se me ofreció más rápido de lo esperado. La entrevista para el programa “Noche a Noche” en el Canal 9 de Televisa, se realizó en un elegante hotel donde el famoso escritor se hospedaba con su mujer. Su don de gentes de inmediato ganó voluntades.

Continuando una tradición que viene de los griegos, cuando la historia formaba parte de la numerosa familia de los géneros literarios, del Paso asume el rol de historiador y el de literato, el primero caracterizado por la probidad de los diversos documentos; el segundo por las posibilidades que brinda el libre juego de la fantasía al no tener que poner notas al pie de página ni citar la bibliografía.

 

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 Fernando del Paso 20220210
Fernando del Paso.

 

Porque nadie es dueño de la historia, porque toda novela es histórica en la medida en que refleja o recrea las costumbres y el lenguaje, los hábitos y el comportamiento fragmentario de una sociedad en una época determinada, y con la libertad que tiene el novelista de poder escoger entre varias alternativas que le ofrece la historia sobre algunos acontecimientos que tal vez nunca habrán de aclararse, el programa que lanza del Paso es entendible: otear en la memoria colectiva en un idioma a fundarse en la imaginación del atrevimiento. Tanto en su primera novela, “José Trigo”, vinculada a  los cristeros y los ferrocarriles en México y el mundo, así como la historia de los movimientos obreros. Como en “Palinuro de México”, un estudiante de medicina muerto en 1968:

“¿Ya viste cómo está Palinuro? Es que la policía, mi estimado, es una metáfora hasta que se pone un casco de granadero y sale a matar estudiantes...¡Tiene la cara llena de sangre..! ¿Zapatos? ¿Zapatos usados que compren? ¡Vendo mocasines de estudiante de filosofía! Traigo los ojos empapados, los pies vestidos de tierra. Desacralizamos el Zócalo, hermano. Tres veces lo desacralizamos, dice Palinuro. Arlequín y Scaramouche, con redes de pescar mariposas intentando detener las balas a las 8 de la noche del martes 30 y la portera interrogando al burócrata si había apuntado las placas del tanque. Pedimos permiso para encender la Catedral y lo hicimos. Pedimos permiso para tocar las campanas del templo Mayor y nos lo dieron y las tocamos, hermano, con toda el alma. ¿Zapatos? ¡Vendo zapatillas de ingeniero, botas de pasante de medicina!

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De del Paso se ha dicho que recoge e inventa un lenguaje mexicano en la hazaña verbal más ambiciosa de la literatura mexicana. Que acomete el acto de narrar con la máxima latitud posible y sin respetar ninguna ley o tradición visible, salvo la del experimento. Que es de los que prestan atención fundamental a la palabra, a la que pesa cuidadosamente antes de entregarla.

Aunque por momentos apabulla el festín que se dan la historia y la literatura puede proseguir don Fernando, transformando seres históricos en seres humanos, aferrado a esa convicción de que no hay reglas escritas por el dedo de Dios, entroncando alocada y mágicamente la investigación con la poesía.

Escribir y leer en tiempos digitales

Que “Palinuro de México” es una de las obras maestras del arte barroco latinoamericano. Que “Noticias del Imperio”, una de las mejores novelas mexicanas del último medio siglo, podrá convertirse en una nueva fuente historiográfica para el estudio del tercer y último imperio mexicano. Comparada a “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez. Que puede, usted, aspirar al Premio Nobel. Juicios de los críticos que permanecen en estos tiempos áureos de la narrativa hispanoamericana.

Donde del Paso trabaja con personajes históricos, Carlota Amalia, hija del rey Leopoldo I de Bélgica y de la princesa francesa María Luisa, casada con el archiduque Maximiliano de Habsburgo; Benito Juárez, de ascendencia zapoteca y presidente de México durante estos años aciagos. En 1866 Carlota Amalia se embarca hacia Europa y, perdida la razón, no volverá a México ni verá nunca más a su esposo, fusilado en 1867, al que sobrevivirá 60 años.

Saltando de una lectura a otra 

“Pero nos dieron, Maximiliano, un trono de cactos erizado de bayonetas. Nos dieron una corona de espinas y de sombras. Nos engañaron, Maximiliano, y me engañaste tú. Nos abandonaron, Max, y me abandonaste tú. Sesenta veces trescientos sesenta y cinco días me lo he repetido, frente al espejo y frente a tu retrato, para creerlo: nunca fuimos a México, nunca regresé a Europa, nunca llegó el día de tu muerte, nunca el día en que, como ahora, aún estoy viva. Pero sesenta veces trescientos sesenta y cinco días el espejo y tu retrato me han repetido hasta el infinito que estoy loca, que estoy vieja, que tengo el corazón cubierto de costras y que el cáncer me corroe los pechos. Y mientras tanto, tú, ¿qué has hecho tú de tu vida todos estos años mientras yo he arrastrado mis guiñapos imperiales de palacio en palacio y de castillo en castillo, de Chapultepec a Miramar, de Miramar a Laeken, de Laeken a Terveuren y de Tervereun a Bouchot, qué has hecho tú sino quedarte colgado en las galerías, alto, rubio, impasible, sin que una sola arruga más empañe tu rostro ni una sola cana más blanquee tu cabello, congelado en tus treinta y cinco años como otro Cristo para siempre joven, para siempre hermoso, vestido de gala y montado en tu caballo Orispelo, y con tus grandes espuelas de Amozoc? Dime, Maximiliano, ¿qué has hecho tú de tu vida desde que moriste en Querétaro como un héroe y como un perro, pidiéndole a tus asesinos que apuntaran al pecho y gritando Viva México, qué has hecho sino quedarte quieto en los retratos de los palacios y de los museos, Maximiliano, con tus tres hermanos, Maximiliano en la proa del yate Fantaisie, Maximiliano en el Salón de las Gaviotas del Castillo de Miramar, congelado allí en tus dieciocho, tus veintitrés, veintiséis años, y congelado también en mis recuerdos...¿qué has hecho, Maximiliano, mientras yo me he vuelto cada día más vieja y más loca? ¿Qué has hecho tú, dime, aparte de morirte en México?”.