OPINIóN
Día de los Derechos del Estudiante

Recordando la Noche de los Lápices

Hoy se cumplen 44 años de aquella noche, en la ciudad de La Plata secuestraban a estudiantes secundarios de distintos colegios y varios de ellos desaparecieron.

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la Noche de los Lápices (1976) | Cedoc Perfil

En la noche del 16 de septiembre de 1976 en la ciudad de La Plata secuestran a estudiantes secundarios que estudian en distintos colegios de esa ciudad y a varios de ellos los desaparecen. Tenían entre 16 y 18 años. Casi todos ellos habían organizado y participado en movilizaciones por el Boleto Estudiantil Secundario.

Esas movilizaciones por el boleto escolar se habían realizado un año antes, en la primavera de 1975, por lo que puede decirse que el activismo estudiantil no es “la” causa de la masacre. Lo reconocen algunos de los sobrevivientes. La causa principal probablemente fue que el gobierno militar de la provincia tenía información de acciones de carácter no estudiantil, difíciles de precisar, entre otras cosas, por el carácter clandestino de esas organizaciones y el secreto con el que manejan su estructura interna.

El compromiso político de estos estudiantes es la lucha por una sociedad más justa, similar a la que se estaba construyendo en Cuba. Románticos e idealistas, sus sueños humanitarios y generosos se mezclaban con una fe arrogante y ciega. La mayoría de ellos militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios, uno de los frentes de masas de los Montoneros, y uno de ellos en la Juventud Guevarista, del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), dirección política y militar  del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Noche de los Lápices: por qué hay que recordarla

Es el tiempo en que el grueso de la población respiraba aliviada por el golpe de Estado encabezado por el teniente general Jorge Rafael Videla. La guerrilla secuestra y mata a ejecutivos de empresas para recaudar fondos y apunta contra la policía porque resulta más fácil matar policías que atacar unidades militares.

Una bomba estalla bajo la cama del Jefe de la Policía Federal, general Cesáreo Cardozo, colocada el día anterior por una muchacha de 18 años de edad, Ana María González, compañera de su hija en el colegio secundario; y dos semanas después, otra en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, a una cuadra del Departamento de Policía causando 18 muertos y 66 heridos.

En el bando contrario, las Fuerzas Armadas no se quedan atrás. La policía se venga del atentado al comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal. Asesina a balazos a varios sacerdotes y seminaristas y, en un supuesto “accidente automovilístico”, a Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, por haber denunciado los asesinatos. Su nuca aparece destrozada a golpes. Una joven guerrillera, antes de ser atrapada por la policía, grita antes de suicidarse: “¡Ustedes no nos matan! ¡Nosotros elegimos morir”, mientras otro dirigente guerrillero es sentenciado a muerte por haber delatado a sus compañeros.

La Noche de los Lápices y sus relatos

En este contexto de seguidilla de crueldades habría que analizar “La noche de los lápices” llevada a cabo ante una sociedad turbada e impotente. En el marco de los crímenes del gobierno militar, pero también de los crímenes guerrilleros, sin dejar fuera del análisis el rol desempeñado por miles de personas, tanto las que habían apoyado de un modo u otro el golpe de Estado militar como las que miraban con franca simpatía el accionar guerrillero.

Durante la dictadura militar y luego ya en democracia se oculta la militancia política de los estudiantes desaparecidos. Se inventa un relato funcional al discurso del momento que, más que comprender el mundo de las víctimas y el ardor revolucionario de la época, lo que busca es acentuar los perfiles siniestros de la dictadura militar. María Seoane y Héctor Ruiz Núñez escriben un libro y Héctor Olivera dirige una película, basados ambos en la declaración de uno de los sobrevivientes. Como “había un marcado miedo de que la gente los viera culpables por haber militado en una organización política”, los relatos ponían el foco en el idealismo juvenil y el boleto estudiantil secundario.

Hoy, después de cuarenta y cuatro años, “los lápices siguen escribiendo” un relato que persiste en sus trazos esenciales, apoyado en una imagen típica de los jóvenes como desinteresados, arrebatados, idealistas:

“Eran jóvenes sanos, buenos, felices, pero por sobre todas las cosas solidarios. No pedían el privilegio de viajar gratis en los vehículos de transporte público. Sólo exigían un boleto escolar, al alcance de las moneditas que algunos compañeros llevaban en los gastados bolsillos de su vestimenta”.

16 de septiembre: Día Nacional de la Derecha Argentina

El 16 de septiembre pasó a ser el Día de los Derechos del Estudiante, recordado bajo la consigna “Memoria en lucha” por las organizaciones de Derechos Humanos y los centros de estudiantes secundarios y universitarios con distintas actividades.

La justicia radica en la imparcialidad, y sólo pueden ser imparciales los extraños.” (George Bernard Shaw), por lo que habría que advertir que el pasado reciente dificulta la crítica. Una historia como la de los estudiantes de “La Noche de los lápices” nunca podrá contarse del todo, pero lo que aparece como evidente es que algunos de ellos eran militantes con un fuerte compromiso político.

El pasado reciente, una vez lejos de la carga sentimental de la contemporaneidad que lleva consigo su recuerdo, le permite a la historia poner las cosas más o menos en su lugar. Es un designio del rigor de la profesión y la honestidad intelectual, por encima de apegos, intereses y fogosidades.

Sí. El tratamiento de “La Noche de los Lápices” despierta oscuras remembranzas de métodos que debieran desterrarse para siempre. Habría que postular, entonces, que ninguna historia humana, al ser contada, tiene derecho a jugar con los sentimientos de las personas, en particular de los adolescentes y jóvenes.