OPINIóN
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Argentina en la tormenta

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Como en tantas otras oportunidades en la historia argentina, los cambios estructurales a nivel internacional nos encuentran lidiando con nuestras propias urgencias domésticas. Sin embargo, debemos ser conscientes de que la pandemia consolidará un escenario internacional que demandará consenso interno y accionar estratégico.

Los efectos económicos del Covid-19 carecen de precedentes. El FMI proyecta la mayor caída de la actividad económica desde la Gran Depresión de 1930. Según la OIT, el 80% de la fuerza laboral mundial vive bajo algún tipo de cuarentena y más de un tercio de los puestos de trabajo corren riesgo de perderse.

Otro efecto de la pandemia fue incrementar la presencia del Estado en la economía. Vuelve necesarios la planificación y los controles para asignar bienes escasos, como medicamentos, y el aumento del gasto y el endeudamiento públicos. Acelera la tendencia a una mayor primacía de las consideraciones políticas sobre las económicas. La lucha por los insumos hospitalarios y las restricciones al ingreso de inmigrantes sugieren que entre seguridad y globalización los Estados parecen optar por mayor seguridad.

Esta crisis puede incluso transformar el proceso de globalización. La experiencia histórica indica que una condición esencial para la integración internacional de los mercados es la presencia de un Estado o grupo de Estados con la voluntad y la capacidad de proveer bienes públicos que faciliten el intercambio entre naciones: como las  instituciones de Bretton Woods.

Hoy la competencia entre China y los Estados Unidos jaquea la provisión de esos bienes globales. Sumada a los mayores grados de nacionalismo en el mundo, esta rivalidad reduce la influencia de las instituciones de Bretton Woods, y en particular de la OMC, debilitando uno de los pilares de la globalización. ¿Significan estas tendencias el fin de la globalización? No necesariamente. Su lógica sigue operando: especialización económica a escala mundial, impulsada por un cambio tecnológico siempre en aceleración.

De hecho, es posible que estemos viviendo el comienzo de una nueva etapa de la globalización. Una fase marcada por un menor movimiento de personas, la reestructuración de las cadenas de valor globales en función de consideraciones estratégicas y la intensificación del comercio de servicios de la mano del teletrabajo.

La pregunta central que hay que responder es qué vamos a hacer los argentinos para navegar la tormenta del Covid-19 en este nuevo escenario internacional. El panorama actual no es auspicioso: una economía estancada, con alta inflación y sin acceso al financiamiento internacional. No existe tampoco consenso respecto de las políticas de largo plazo que se deben adoptar.

Dado este complejo contexto, uno de los aspectos centrales de cualquier estrategia que adopte nuestro país debe ser la defensa del multilateralismo. Este sistema favorece especialmente a los países medianos y pequeños, que sin reglas claras y estables quedan a merced de los Estados más poderosos. En este sentido, la participación en el G20 es un activo que debemos aprovechar.

Es en este marco que debemos entender la relación de la Argentina con Brasil. La asociación con Brasil juega un rol esencial en un escenario donde enfrentamos una pandemia y un mundo más conflictivo. Hoy nos necesitamos más que nunca.

Cerrarnos al mundo sería un error, ya que vivimos la mutación de la globalización, no su desaparición. La Argentina tiene importantes ventajas comparativas en servicios y alimentos, entre otras actividades, que no ha sabido aprovechar por la falta de integración con el mundo. Como consecuencia de esto, hoy los argentinos vivimos peor de lo que podríamos haberlo hecho.

Pero cualquier intento de inserción internacional exitosa requiere consenso sobre las políticas económica y exterior. Sin un mínimo de estabilidad, no podremos incrementar nuestras exportaciones, volvernos más productivos o incrementar las inversiones.

Por último, este mundo conflictivo demanda pensar y actuar de manera estratégica. Es entendible que las reiteradas crisis nos hayan llevado a obrar en base al corto plazo, pero lo urgente no puede siempre ganarle a lo importante. Encontremos en la crisis una oportunidad para revertir, a través del diálogo y el accionar estratégico, nuestro complejo presente.

 

*Global Fellow del Wilson Center. **Secretario general del CARI.