“La historia juzgará quién hizo qué. Quién creó el problema y quién lo resolvió. Los invito a mirar hacia adelante sin olvidar el pasado”, expresó el presidente Alberto Fernández, el viernes 28 de enero, día que anunció el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El jefe de Estado lo hizo a través de un video grabado, de tan solo cinco minutos de duración, en donde evitó mencionar con nombre y apellido a Mauricio Macri, algo que llamó la atención a propios y extraños. Con un tono calmo y pausado, el presidente centró la comunicación en dejar claro que era inviable para la economía nacional no llevar adelante este acuerdo, haciendo énfasis en que el mismo no va a condicionar el crecimiento ni el futuro de la Argentina.
¿Esto es posible? La historia de los países que han acudido al FMI demuestra que tuvieron dificultades para crecer, se vieron obligados a implementar políticas de ajuste y su soberanía se vio afectada. Uno de los ejemplos más claro fue el caso de Grecia, donde el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea impusieron un plan económico de ajuste, que si bien permitió disminuir el peso de la deuda, terminó empobreciendo al país, obligándolo a vender islas, monumentos y aeropuertos.
Desde la oposición, en sintonía con el argumento del oficialismo, también manifestaron que este acercamiento con el organismo internacional era un primer paso positivo, porque permitía evitar el default, pero se mostraron cautelosos y afirmaron que esperan leer la letra chica para poder darle la aprobación en el Congreso Nacional.
¿Hacia dónde va la comunicación gubernamental?
“El principio de acuerdo con el FMI despeja un escenario de default que perjudicaría severamente al país. Hay que analizar en el Congreso la letra chica del acuerdo y la factibilidad de su cumplimiento”, escribió en su cuenta de Twitter el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Por su parte, Mauricio Macri, no emitió opinión al respecto.
Comunicación, el Talón de Aquiles del gobierno
El oficialismo enfrenta el desafío de gestionar, comunicar y persuadir para lograr revertir los niveles de rechazo.
Sin lugar a dudas, uno de los grandes desafíos que tiene el gobierno es comunicar su gestión, que los ciudadanos perciban las mejoras y se convenzan de que las cosas se están realizando mejor que durante el macrismo. Hacer y convencer, una tarea para nada fácil en el contexto actual que estamos viviendo en Argentina, donde a la crisis económica se le suma una pandemia que aún parece no tener fin. Además, lo que se hace y no se comunica o se comunica mal, no sirve. Por eso, es imposible pensar una buena gestión gubernamental sin una buena comunicación que la acompañe.
En Argentina, el actual gobierno nacional tiene grandes problemas a nivel comunicacional. La falta de una estrategia concreta y las constantes improvisaciones están a la luz del día. Un estudio de la consultora Analogía dejó en evidencia esto: del total de los encuestados, solo 4 de cada 10 argentinos saben que la deuda con el FMI se contrajo en 2018, durante la gestión de Mauricio Macri. En un tema central, que explica en gran medida la crisis en la cual se encuentra inmerso el país, el gobierno falló en su estrategia de comunicación. ¿Cómo se entiende que solo el 40% de los argentinos sepa que la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional fue tomada durante el macrismo? La respuesta es una sola: mala comunicación.
Durante la gestión de Mauricio Macri, Argentina se endeudó con el Fondo Monetario Internacional por 44 mil millones de dólares.
Al comienzo de su mandato, el estilo descontracturado del presidente Alberto Fernández era visto con buenos ojos por gran parte de la población. El mostrarse como “un ciudadano más”, que llegaba manejando en auto a la Casa Rosada o que hablaba sin discursos armados por terceros, lo hacían un presidente distinto y cercano. Pero esa luna de miel entre el jefe de Estado y la sociedad se fue apagando, producto de los constantes errores y decisiones, no solo económicas sino también discursivas. Frente a esta situación, la principal misión que tienen quienes se encargan de llevar adelante la comunicación presidencial es que Alberto vuelva a enamorar a esos ciudadanos que en 2019 le dieron su voto de confianza, incluso muchos de ellos no sintiéndose identificados con el kirchnerismo.
Inmadurez política y comunicación
Con la mirada puesta en las elecciones presidenciales del 2023, a nivel comunicacional, el oficialismo tiene que lograr revertir el descontento generalizado que hay en gran parte de la sociedad con la actual gestión. El primer cambio se tiene que dar en la manera de comunicar las medidas importantes y en intentar dar una respuesta a las verdaderas demandas de la sociedad en su conjunto. Si la gran mayoría de la población exige seguridad y mejoras a nivel económico, el gobierno debe centrar su agenda en estos ejes; saber escuchar y dar una solución lo antes posible.
Si esto no sucede, es probable que el oficialismo vuelva a recibir en las urnas, como ocurrió en los comicios legislativos del año pasado, el famoso y conocido “Voto castigo”. También, ante la decepción y el descontento de muchos electores con la política en general, puede comenzar a tomar aún más fuerza el surgimiento de outsiders o personas no ligadas en su totalidad al mundo de la política, que empiezan a lograr la adhesión de los jóvenes y de los llamados votantes volátiles, que son los que terminan definiendo una elección.
El fenómeno Milei no se dio por casualidad ni por arte de magia: se originó como consecuencia de un electorado joven que está enojado con el kirchnerismo, pero no está conforme con lo que pasó durante los cuatro años del macrismo. Fue quien mejor supo interpretar las verdaderas demandas de un grupo importante de la sociedad, se presentó como un personaje por fuera de la grieta y de la política tradicional e intentó dar soluciones distintas a todas las problemáticas percibidas.
El diputado nacional Javier Milei logró posicionarse como la tercera fuerza en la Ciudad de Buenos Aires en las últimas elecciones legislativas.
La incoherencia en el discurso ensucia la comunicación oficial
El Frente de Todos tiene que salir del modo “campaña electoral” y empezar a gobernar con el objetivo de que la sociedad se informe sobre las medidas tomadas y perciba una mejora en su calidad de vida: debe reordenar su agenda y definir qué intereses quiere representar para poder emitir un mensaje claro. Luego planificar cómo y a través de qué medios lo va a comunicar. En este punto es central que se tengan en cuenta las redes sociales y se las utilice de manera profesional.
La población argentina está atravesada por la digitalización y, principalmente, los jóvenes se alejan cada vez más de los medios tradicionales de comunicación debido a que no leen diarios de papel, no escuchan la radio ni miran televisión. Hoy en día es imposible pensar una comunicación gubernamental sin tener en cuenta a las redes sociales, un canal esencial para que los usuarios aporten contenidos, se pongan en contacto entre ellos, eleven propuestas propias, las debatan con otros participantes, y reciban respuestas a sus inquietudes por parte de los dirigentes o candidatos. Además, son la mejor herramienta para captar la atención de la población más joven, logrando que le llegue de una manera innovadora todas las políticas tomadas.
Rumbo al 2023, el oficialismo tiene que tener en cuenta que solo con elegir a Mauricio Macri como principal opositor, señalándolo como el principal responsable de la crisis económica que atraviesa la Argentina, no le alcanza para ganar una elección. La confrontación no sirve si detrás no hay una campaña inteligente y ordenada que la acompañe. Además, también es insuficiente si la gran mayoría de la población no siente que vive mejor. Esta estrategia pierde sentido con el paso del tiempo y ante la percepción de que las medidas del actual gobierno no fueron las acertadas.
Más comunicación al protocolo de crisis
Gestionar, comunicar y persuadir son los tres pilares donde el oficialismo tiene que centrar su atención. La política es persuasión, y esta es una herramienta muy valiosa para lograr convencer a los ciudadanos y llegar con chances claras de lograr una reelección el año que viene.