OPINIóN
Soledad

El Covid-19 nos llevó al encierro físico y mental... cómo salir ilesos

El encierro hizo su obra: nos lastimó de pesimismo, nos hizo sentir que no tenemos salida, que el presente y el futuro serán solo esto. Pero no todo en este escenario es pérdida sin remedio, podemos estimular a nuestro sistema neuroendócrino a través de la presencia de un ser vivo.

Serie After Life 20220119
escena de la serie After Life | Netflix

Hemos atravesado un largo encierro físico y mental en el marco de la pandemia que sin dudas aún repercuten.

Nos han encerrado y tal vez por efecto de eso pusimos nuestra parte y nos encerramos, en algún sentido nos arrinconamos. Y el encierro hizo su obra: nos lastimó de pesimismo, nos ha hecho sentir que no tenemos salida, que el presente y el futuro serán esto y solo esto. Nuestros vínculos sociales en gran medida se han transformado en virtuales, nuestra forma de trabajar en muchos casos ya es definitivamente remota, todo lo que podamos hacer sin contacto físico, lo preferimos a la antigua cercanía. Esto no es gratis para el psiquismo, que termina cobrándoselas.

Pero no desesperemos. No todo en este escenario es pérdida sin remedio para quienes saben descansar su mirada en el alma de un ser vivo que es más honorable que todos nosotros, más alegre, mejor dispuesto, que nos da su amor incondicional y que encima nos deja pelos en la ropa. Algo muy grato ocurre en nuestro sistema neuroendócrino que convierte en muy diferente el indeseable aislamiento al que con más o menos razones valederas se nos ha forzado.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

España considera los sentimientos de las mascotas cuando muere el amor

Cuando estamos frente a nuestro perro sentimos confort, sosiego y otras muchas emociones positivas; y ello no se da por casualidad, sino que tiene una explicación neuropsicológica. Los perros, entre sus varias misiones santas en este mundo, son aquellos seres que nos ayudan a lidiar con el estrés a través de la atenuación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA) y la respuesta de la frecuencia cardíaca a los factores estresantes, la ansiedad, la depresión y la soledad. Esto lo logra victoriosamente nuestro perro porque por el sólo hecho de jugar con él liberamos sustancias químicas cerebrales –hormonas- como la oxitocina y la dopamina, ambas responsables de la felicidad.

Compartir la existencia con un perro, además, puede contribuir a la autoestima del humano, en tanto que este último se siente competente al asumir el cuidado de su mascota, marcando de alguna manera una escala de utilidad que tal vez le está negada en otros aspectos. En la soledad y en el aislamiento pandémicos, el sentirse obligado a dar un paseo con nuestra mascota es una gran ventaja, ya que probablemente sin la motivación de que hay otro ser vivo que está esperando para salir, no lo haríamos. Se ha comprobado en diversos estudios que los dueños de perros tienen más actividad física que el resto de los mortales que carecen de ese privilegio.

En un reciente estudio realizado en la Universidad Western Australia (de la ciudad de Perth) entre 3.465 posibles adoptantes se completó un cuestionario en línea autoadministrado sobre los beneficios y desafíos de salud física, mental y psicosocial que se asociaban con la posesión de un perro. Los resultados no dejaron dudas acerca de los posibles beneficios: los encuestados esperaban un aumento de las caminatas (89%), la felicidad (89%) y el compañerismo (61%) y una disminución del estrés (74%) y la soledad (61%). Más de la mitad de los participantes creían que el perro les brindaría compañía (61%) y más oportunidades para conocer nuevos amigos (51%). Fueron menos los participantes que tenían expectativas de que el simple hecho de tener un perro les permitiría conocer el vecindario (38%) o conocer una nueva pareja (7%).

Por qué a los seres humanos nos atrae tener animales domésticos

Estos datos surgen como muy interesantes en tiempos donde la socialización cambió su paradigma, donde muchas actividades en las que antes podíamos conocer gente se disolvieron, donde debemos conformarnos con ver a ciertos afectos a través de una pantalla, donde estamos condenados a quedarnos quietos. La mayoría de los entrevistados cifraron expectativas en un incremento de la necesaria actividad física y en el plano comunicacional y de trato con sus semejantes; es decir, las personas querían un perro no sólo para mantenerse en movimiento frente a los mandatos del encierro, sino también para hacer frente a la soledad y sus fantasmas y en parte importante para conocer nuevas personas, para abrirse al mundo, para no perderse de vista.

Protagonistas de esta tendencia son los niños, que han perdido tanta presencialidad en la escuela y por ende, posibilidades de socializar con pares, y que sin duda pueden verse beneficiados por la posesión de una mascota en el hogar. Tal es lo que se comprueba en otra investigación de la misma casa de estudios de Perth, donde pudo comprobarse que los niños que tenían un perro en el hogar aumentaban 29 minutos de ejercicio físico a la semana; indagaciones similares y casi contemporáneas en los Estados Unidos y en el reino Unido reportaron datos coincidentes. Un rasgo que se logró visibilizar en ese trabajo australiano fue que los escolares con un perro en casa tenían menos tendencia a problemas de conducta, menos conflictos con sus pares, exhibían notoriamente un mayor comportamiento empático y en general presentaban menos dificultades que los niños sin perros en el hogar. Estos resultados, bueno es apuntarlo, coinciden con otros hallazgos en otras zonas del mundo. Es que los perros, se sabe, hacen bien donde quiera que se encuentren, bajo todas las banderas.

Vacunas contra Covid-19 para perros, gatos y hasta visones

Por eso no se entiende la renuencia o lentitud o desinterés de la legislación para asimilar estas verdades e instrumentar dispositivos y encuadres que faciliten la tenencia responsable de mascotas en un régimen de mayor apertura, donde la vida laboral, comercial, social y aun educativa no estén excluidas. Los perros deberían ser mejor acogidos en nuestras rutinas; las leyes deberían propiciar en lugar de desalentar, perseguir y castigar como hacen ahora el llevar responsablemente –con todas las obligaciones sanitarias y de seguridad que correspondan– nuestro perro a todas partes.

 

* Carmela Macias Barbé. Magister en Dificultades de Aprendizaje. Profesora Superior de Psicología. Especialista en Autismo. tratamientoinfantil.com