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Twitter no es el entorno apropiado para que el Presidente converse cuando está desvelado

Los asesores de Alberto Fernández deberían estar más atentos y no dejarlo jugar tanto como el celular.

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Jorge Fontevecchia entrevista en exclusiva al Presidente Alberto Fernandez en la Quinta de Olivos | Obregon Juan Jose

Los seres humanos somos seres racionales que frecuentemente tomamos decisiones irracionales. O quizás sea al revés: somos seres irracionales que de vez en cuando actúan racionalmente. En todo caso, las emociones y las reacciones inmediatas suelen llevarnos por caminos que a veces son contrarios a nuestros propios intereses.

Una persona racional establecerá sus objetivos y planteará según su criterio una serie de pasos que la lleven a cumplir ese objetivo con la mejor previsibilidad. Es como antes de irnos de viaje: hay que elegir bien el camino a tomar, las paradas, el equipaje - todo lo que nos lleve adecuadamente a destino. 

La persona irracional, en contraste, se dejará llevar por las pasiones del momento: la improvisación, los intereses pasajeros, las ideas que parecen buenas sin haberlas analizado demasiado. Es en esas ocasiones en que nos dejamos llevar por nuestro “otro yo” que actúa de modo impulsivo. 

La persona racional y la persona irracional no son, realmente, dos individuos distintos: todos tenemos un poco de cada una. Lamentablemente, las redes sociales han servido para intensificar nuestro lado más irracional. Todas ellas nos permiten enviar y compartir mensajes con extraordinaria rapidez; mensajes que, a menudo, son más rápidos que nuestro propio raciocinio.

Twitter es, además, una red social que se caracteriza por su contenido cáustico, muchas veces hiriente. Nos alienta a compartir contenidos cuando lo recomendable sería pensarlo dos veces. Sería importante no tomarlo a la ligera, porque si lo hacemos, podría ocurrirnos lo mismo que al presidente.

Alberto Fernández, desde que su candidatura fuera anunciada, ha hecho de las redes sociales, y particularmente de Twitter, una plataforma de comunicación directa con su electorado - una evidente arma de doble filo. 

Atrás quedaron viejos tuits en los que se iba frecuentemente de boca e insultaba a quienes no pensaran como él. El nuevo Alberto, en estos últimos meses, usó Twitter para enviar saludos de cumpleaños y desear suerte en los exámenes. Pero ayer se dejó entrever un resto de su impulsividad.

El presidente retuiteó un tuit en el que se trataba al periodista Jonathan Viale en términos vulgares y denigrantes debido a las críticas que este dirigió al gobierno de Alberto Fernández por la decisión de extender la cuarentena. Al día siguiente, borró el retuit, calificándolo de error involuntario y pidiendo disculpas “si alguien se sintió ofendido”. 

Sin embargo, todo el affaire roza lo inadmisible. Twitter no es el entorno apropiado para que el presidente se ponga a conversar cuando está desvelado, ni siquiera si es para compartir mensajes positivos. Y más allá de lo desagradable de los términos en que se dirigía a Viale, el haber compartido ese tuit le ha producido un daño más grande a su investidura que al periodista.

Los asesores de Alberto Fernández deberían estar más atentos y no dejarlo jugar tanto como el celular. Podemos pensar un pentálogo con las cinco reglas que debería seguir él o cualquier otro jefe de estado al manejarse en las redes:

  1. El presidente no debe manejar su Twitter. Así como los asesores de Obama le sacaron el Blackberry ni bien llegó a la presidencia (lo que le ocasionó un breve síndrome de abstinencia pero a la larga lo hizo más productivo), la persona física de Alberto Fernández no puede estar detrás de la cuenta de @alferdez. Para eso están los media managers. Todos necesitamos un presidente descansado y que no esté asumiendo tareas innecesarias.

  2. Hay que contar hasta 10, hasta 100 o hasta 1000 antes de compartir cualquier cosa. Esto vale para todos, no solo para el presidente. Y, para el presidente, vale en cualquier ámbito. Hoy en día es muy fácil que un tuit ofenda alguien y nos deje al borde de una crisis diplomática.

  3. En redes sociales, verificar siempre las fuentes de la información que se comparte. Lo que se comparte se asume como propio. Hay que mirar hasta la última coma y asegurarse de que el mensaje proviene de una fuente confiable. Es muy difícil borrar los errores una vez cometidos.

  4. Si se ofende a alguien, hay que pedir disculpas con nombre y apellido. No, como en el caso del presidente, haciendo referencias a un “alguien” impreciso.

  5. No olvidarse de que, aunque el presidente sea una persona común y corriente, no lo es mientras cumple su función. La investidura impone un necesario distanciamiento entre el pueblo y sus representantes. Cuando Alberto Fernández habla no debe hacerlo ya como individuo, ni como representante de un partido o un electorado, sino como presidente de todos los argentinos. Debe escribir como si incluso su cuenta le perteneciera no a él sino a la República Argentina.