OPINIóN
DESDE MADRID

Diario de la peste 18: menos que cero

Miguel Roig mantiene un diario de la cuarentena desde la capital de España.

Se desinfectan las calles de Madrid como prevención para el coronavirus.
Se desinfectan las calles de Madrid como prevención para el coronavirus. | AFP

El viernes pasado hablábamos de la fotografía que Pablo Casado, líder de la oposición en España, subió a su cuenta de Instagram, haciendo estallar las redes sociales. No era para menos: Casado frente al espejo de un baño, quebrado, expresaba en el cristal el dolor por las víctimas de la Covid–19. Sin duda, más allá de la broma –y entrando en otra–, sus asesores de imagen le deben haber advertido que el espejo es un insight, aquello que en marketing hace referencia a las motivaciones profundas del consumidor.

Hoy, mientras me lavaba los dientes, mirándome al espejo, me di cuenta de cómo me voy transformando según pasan estos los días. El detalle delator: el pelo. Pero no acabó allí el asunto. Al rato volví a mirarme y traté de conciliar lo que veía con lo que soy o creo ser. No se trata de un problema ontológico, pero estuve a punto de darme unos golpecitos en la cabeza, tal y como hacía mi padre cuando éramos chicos y la tele perdía sintonía: al tercer golpe volvía la nitidez de la imagen.

Ahora entiendo, al fin, la discusión que hubo en España al decretarse el Estado de alarma. En la primera declaración del presidente Sánchez (hace ya un siglo: era invierno y estaba la calefacción encendida) dijo que solo se podía salir para ir al súper, las farmacias, los estancos y las peluquerías. Como era de esperar, lo de los estancos se tomó de manera tan natural como comprar aspirinas (como en aquella canción de Chico Buarque, "sin un cigarro no hay quien aguante la cuestión") pero el tema de las peluquerías causó tal polémica que faltó poco para que se pidiera al Gobierno una comparecencia en el Congreso. Tuvo que retirarse. Es como si la oposición supiera que, parafraseando a Poe, estaba ante el cabello delator.

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Diario de la peste 17: Un día en la vida

Ayer el presidente anunció el plan de desescalada que viene a ser algo así como el lento proceso de regreso a una supuesta normalidad, y en la primera fase, llamada fase cero, que comienza el lunes, se podrá ir, al fin, a la peluquería, a buscar comida a una rotisería o restaurante o al fisioterapeuta y hacer deporte de manera individual. La fase uno empieza el lunes 11, e incluye reuniones sociales en casa, pero no sabemos aún cómo; apertura del pequeño comercio y lugares de culto pero con el aforo limitado a una tercera parte. Y todo así, en cuenta gotas, y lo más inquietante es que las medidas están acotadas a cada provincia y no se podrá salir de ellas. Cada comunidad, el equivalente a nuestras provincias, consta de varios departamentos a los que se denomina así; por ejemplo, la comunidad de Cataluña tiene cuatro provincias; la de Madrid, una sola. Es decir: no podría ir a pasar un par de días en la casa de alguno de mis amigos que viven en Barcelona. Pero esto no acaba aquí: las fases no son iguales en todo el territorio nacional: se asigna un calendario a cada provincia. El lunes, por ejemplo, aquí en Madrid empieza la fase cero, pero en la isla de Formentera en Baleares, y La Gomera, El Hierro y La Graciosa de Canarias, ya estarán directamente en fase uno y podrán ir a misa, comprar un martillo en la ferretería o desplazarse de un sitio a otro sin salir de la isla.

¿Qué dicen las condiciones de este contrato que, sí o sí, las leas o no, hay que aceptar para seguir usando esta aplicación que no es otra que la vida? Que en cualquier momento, en una o más provincias, o en todo el país, podemos volver, si se dan las circunstancias, a la situación anterior a la fase cero, es decir, menos que cero que es lo mismo que ocurrió con el precio del petróleo que pagan para que lo compren. ¿Acaso la renta universal que nos van a dar no es lo mismo?

Volvamos al espejo que es donde me vuelvo a mirar. Al contrario que Alicia, no sé de que lado estoy, pero sí sé que ante mí esta el cuadro de Dorian Gray: ahí, donde miro, el tiempo pasa y nada indica que nos estemos dirigiendo hacia el futuro ya que al futuro, ayer no más, no era esto. Tampoco vamos a volver al pasado porque, como se puede leer en el íncipit de El mensajero de L. P. Hartley, "El pasado es un país extranjero; allí hacen las cosas de modo diferente".

MR/BDN/FF