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De Trinidad a Malvinas

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Brasileña. La isla fue objeto de una disputa de soberanía con Gran Bretaña en el siglo XIX. | cedoc

La isla Trinidad se encuentra en el Atlántico Sur frente a las costas de Brasil, a 4.300 kilómetros de las Malvinas, pero ambas historias reflejan por igual las ansias coloniales británicas, solo que con diferentes resultados. 

Trinidad, una isla volcánica sin población permanente y parte hoy del estado de Espíritu Santo, a 1.100 kilómetros de la costa de Brasil, fue protagonista de una disputa de soberanía entre Brasil y el Reino Unido en 1895. Con la intervención de Portugal y gracias a la correcta aplicación del derecho internacional, se pudo solucionar de forma pacífica.

Trinidad fue descubierta por marinos portugueses en el siglo XVI, como lo fue Malvinas, pero por marinos ibéricos al servicio de la corona española.Trinidad era aceptada como una zona bajo soberanía portuguesa, así como el Atlántico Sur lo era bajo soberanía española.

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Todo cambió en 1700, cuando un marino británico desembarcó en Trinidad, izó la bandera británica, indicó tomar posesión en nombre de Su Majestad Británica y partió sin dejar siquiera un puesto. Es sabido que un mero acto simbólico no era suficiente para adquirir soberanía sobre un territorio y menos cuando la soberanía ya era de otro Estado y sin pruebas de que aquel navegante hubiese actuado de forma oficial en nombre del gobierno británico.

Aunque en 1724 el rey de Portugal ordenó al gobernador de Río de Janeiro fortificar Trinidad, los británicos terminaron instalándose allí en 1781. Portugal se quejó ante Londres  sobre la “continua presencia de tropas británicas en Trinidad”. Para Lisboa no había duda de que “la isla fue descubierta por los portugueses” y protestó por la “misteriosa y clandestina” ocupación británica. Puede llamar la atención hoy día, pero la Corte de Londres aceptó los términos portugueses y procedió a su inmediata evacuación.

La historia siguió su curso. Los portugueses establecieron una guarnición hasta 1795 y en 1822, Brasil se independizó de Portugal heredando todos los territorios pertenecientes a la antigua administración colonial, entre ellas la isla Trinidad.

Contradicción colonialista. En 1894, cuando Brasil estatizó el servicio de cables telegráficos que pasaban por las costas brasileñas y le quitó a compañías británicas el monopolio de las comunicaciones en la región, Londres buscó una base entre Buenos Aires y la isla Ascensión: Trinidad.

Claro, Trinidad era brasileña, pero el Foreign Office aconsejó la toma de posesión de la isla en nombre de la reina Victoria, en secreto por un buque de guerra, el 24 de enero de 1895. Brasil protestó enseguida, pero Londres respondió argumentando que había tomado posesión de la isla en 1700 y no podía haber “ninguna discusión sobre la soberanía”.

Londres consideraba de pronto que el retiro portugués en 1795 y la falta de presencia oficial de Portugal primero, y de Brasil después, constituía claramente un abandono de toda pretensión soberana.

Los británicos desconocían sus propios antecedentes frente a una situación similar, en 1774, habían abandonado las islas Malvinas y toda pretensión sobre ellas y durante 55 años no hubo ningún acto oficial británico respecto a los archipiélagos frente a la presencia continua, pacífica, pública, efectiva y de buena fe de España y luego de la Argentina.

El litigio de Trinidad fue finalmente solucionado con la mediación del gobierno portugués, que dio la razón a Brasil. El Reino Unido aceptó el punto de vista del mediador, quien afirmaba inequívocamente que “la isla de Trinidad fue transferida a Brasil, junto con el grupo al que pertenece, para posesión formal del nuevo Imperio”.

Es decir, la isla Trinidad era parte integral de Brasil por aplicación de la regla general de sucesión de Estados conocida como Uti Possidetis Iuris, mediante la cual, en 1810 la Argentina heredó también todos los territorios pertenecientes al Virreinato del Río de la Plata incluidas las islas Malvinas.

Las similitudes de Trinidad con la Cuestión Malvinas son evidentes: territorios insulares pertenecientes a una potencia colonial (Portugal y España); un intento de ocupación británico contrario al derecho internacional vigente y luego abandonado frente a la protesta del soberano; la herencia de esos territorios a las nuevas repúblicas nacientes por el principio de uti possidetis; la manipulación por parte de Londres del Derecho Internacional para justificar sus intereses geopolíticos y comerciales; el uso de la fuerza para la ocupación de territorios; la inmediata protesta del Estado usurpado fundado en sólidos argumentos jurídicos; la dilatación de las discusiones por parte del Reino Unido.

Solo un elemento distingue a estos dos casos de prepotencia imperial británica: en el caso de la isla Trinidad, la intervención de un tercero para la solución de la controversia fue aceptada por Londres, mientras que en la Cuestión de las islas Malvinas la Argentina viene reclamando la solución por vías pacíficas desde hace 189 años, incluso ofreciendo los mismos mecanismos que los avanzados por Brasil. En al menos tres oportunidades la Argentina ofreció solucionar la disputa por medio del arbitraje, la última de ellas a solo siete años de la solución del diferendo por la intervención de Portugal en la islas Trinidad.

El doble estándar británico ha sido una constante en los casi dos siglos de la disputa por Malvinas y se mantiene. Brasil, junto a Bolivia, fueron los primeros Estados en condenar el acto de usurpación británico de 1833 y en apoyar a la Argentina en su reclamo. La histórica posición brasileña siempre fue la del reconocimiento de los derechos argentinos y el invaluable apoyo en la búsqueda de una solución pacífica de la disputa de soberanía.

La reciente presencia del secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Embajador Guillermo Carmona, sirvió para reforzar esos lazos y esos compromisos. Solo resta que la potencia colonial cumpla con sus obligaciones internacionales, sea responsable con sus generaciones presentes y futuras y, de una vez y para siempre, ponga fin al colonialismo en pleno siglo XXI y a la particular y especial situación de la Cuestión Malvinas.

*Abogado en Derecho Internacional (UBA), Magíster en Relaciones Internacionales (UBA) y Profesor en Derecho Internacional.