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De vacunas y vacunos

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"Mi amigo". Joe Biden elogió en la Cumbre del G7 al CEO de Pfizer, Albert Bourla. | AFP

La negociación fallida con Pfizer y la suspensión de la exportación de carne fueron dos errores no forzados que pueden costar caro en el frente económico, sanitario y diplomático. Mientras la primera entorpeció y dilató la salida de la crisis del Covid-19, la segunda provocó malestar entre los productores agropecuarios, justo en momentos en que el campo liquida la cosecha gruesa de la soja, y generó desconfianza en Beijing, el mayor importador de carne argentina.

Cuando esta semana el Congreso diseccionó la fallida compra de vacunas a Pfizer, lo hizo dominado por las pasiones de la baja política, enzarzado en chinanas entre oficialismo y oposición, acusaciones incendiarias que generan likes en Twitter pero no le cambian la vida a nadie, y mucha “rosca” pensando en las elecciones legislativas de noviembre. La alta política faltó a la cita.

Teniendo en cuenta que la pandemia está lejos de ser derrotada y que, por el momento, la vacuna de Pfizer es la única que sirve para inmunizar a menores de edad, ¿por qué los legisladores argentinos no se apuran en remover los obstáculos, derogando o modificando el artículo 4 de la Ley 27.573 que incluye el término “negligencia”, para cerrar cuanto antes un acuerdo con la farmacéutica? Es importante destacar que esa encrucijada legal fue enfrentada por todos los Gobiernos que negociaron con Pfizer. Mientras Argentina y la India negaron una indemnidad absoluta a las farmacéuticas, Estados Unidos y la Unión Europea aceptaron que sus Estados respondan ante eventuales demandas por efectos adversos. ¿Cuál fue el resultado? Los Gobiernos de Narendra Modi y de Alberto Fernández no pudieron comprar ni una dosis de esa vacuna ni de la de Moderna.

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Apenas 48 horas después de la exposición de los laboratorios en el Congreso, Albert Bourla, el poderoso CEO de la farmaceútica, participó de la Cumbre del G7, sin prestar mucha atención a las respuestas de Nicolás Vaquer, su gerente en Argentina. Bourla fue el invitado estelar de Joe Biden en Carbis Bay, Reino Unido. Allí, el presidente de Estados Unidos, inmunizado con dos dosis de Pfizer, escenificó el “America is back” en la escena global, y le permitió al empresario interpretar el “Pfizer is cool”, al acceder por primera vez a vender “al costo” vacunas para los 92 países más pobres del mundo. Cuando tomó la palabra, el hombre de negocios lanzó un dato crucial por estas horas: su compañía lanzaría una nueva vacuna contra la cepa Delta. “Los datos señalan que ninguna de las cepas de las variantes que existen en la actualidad ha escapado a la protección que ofrece nuestra vacuna. Aun así, hemos creado un proceso para desarrollar en 100 días una vacuna nueva, si fuera necesario”, dijo.

Si la negociación con Pfizer tuvo errores no forzados del oficialismo y la oposición en el Congreso, la suspensión de carnes fue un fallo 100% made in Alberto Fernández. La medida, que culminaría el próximo sábado, generó tensión con los productores agropecuarios justo cuando liquidan la cosecha gruesa de la soja, y, además, provocó malestar en el principal socio comercial de Argentina: China.

En el frente externo, el Gobierno se arriesgó a perder el mercado más importante del mundo y a ser etiquetado como incumplidor por Beijing, una “aspiradora de proteínas” que busca garantizar la seguridad alimentaria de su población. En el frente interno, el pretexto oficial fue detener la suba de los precios, pero los cortes aumentaron 6,1% en mayo, según un informe del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA). El tiro en el pie también lastimó a la balanza comercial y a las arcas públicas: las exportaciones de carne totalizaron en abril 254 millones de dólares, una cifra que bajará considerablemente en mayo debido a la suspensión.

Entrar en una controversia con una multinacional de origen estadounidense que produce un bien tan demandado como las vacunas y, al mismo tiempo, suspenderle las exportaciones de carne a China constituye una curiosa y fallida práctica de la equidistancia, en tanto que agrega ruido simultáneo en las relaciones bilaterales con las dos superpotencias. Pero, además, las gaffes de las vacunas y los vacunos revelan una falta de estrategia de la dirigencia argentina para dejar atrás la crisis y pensar un horizonte de desarrollo inclusivo y sustentable. Si quieren renovar sus bancas en noviembre, los diputados y senadores van a tener que hacer algo más que revolear un poncho y estar de fiesta en el Congreso. Que alguien les avise: lo que realmente le importa hoy al electorado es vacunarse y llegar a fin de mes.