La posible inclusión de la imagen del neurocirujano Ramón Carrillo junto con la médica Cecilia Grierson en un futuro billete de 5 mil pesos desató una interna dentro de la comunidad judía argentina, que ha tomado ribetes tragicómicos por las declaraciones enfrentadas que emitieron sus dirigentes al respecto.
Polémica. “Carillo, además de ser un admirador de Hitler, creó el concepto del ‘soldado ideal’ para rechazar a los reclutas que él consideraba como ‘rarezas’ raciales y de género. También, proporcionó refugio al fugitivo danés, médico del campo de Buchenwald, Carl Peter Vaernet, permitiéndole continuar con los experimentos con homosexuales para ‘curarlos’”, afirmó el Centro Simón Wiesenthal Latinoamérica, entidad que enfrenta el racismo, la discriminación, la xenofobia, el terrorismo y el antisemitismo.
“Rechazamos enfáticamente la elección de un personaje así, que mancillará a la Argentina con su imagen en su billete de mayor denominación”, agregó.
El ex secretario de Derechos Humanos de la Nación Claudio Avruj coincidió en su rechazo, al igual que lo hizo la embajadora de Israel en la Argentina, Galit Ronen. “Cuando decimos ‘nunca más’ refiriéndonos al Holocausto, no tiene sentido conmemorar a alguien que, por lo menos, fue un simpatizante con esta ideología”, destacó.
Incluso, el embajador de Inglaterra en Buenos Aires, Mark Kent, sumó su repudio a través de su cuenta de Twitter. “El nazismo fue el mayor mal del siglo XX. Condujo al Holocausto. La muerte de millones de inocentes. No debemos conmemorar a nadie que haya participado en este terrible episodio”.
Sin embargo, el presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, salió a desmentirlos, tras reunirse con Facundo Carrillo, nieto del ex ministro de Salud, y no haber encontrado evidencias que fundamentaran las acusaciones. Por eso, dio por cerrada la discusión.
Esta postura también la respalda el vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, Raanan Rein, uno de los principales historiadores de la relación entre los judíos y los gobiernos de Juan Domingo Perón, en una entrevista exclusiva con PERFIL.
—¿Por qué salen a la luz ahora todas estas acusaciones?
—Por la iniciativa de la administración de Alberto Fernández de poner su imagen en un nuevo billete. Entonces, para criticar al gobierno empezaron a buscar algunas historias de los años 30 para probar supuestamente su relación con el Tercer Reich. A Carrillo se lo considera la figura menos controvertida del primer peronismo. Hay casi un consenso de su aporte a la organización del sistema de salud pública, de la medicina social, de la disminución de distintas enfermedades y campañas de vacunación, alimentación y todo tipo de centros de salud mental, infantil, etc.
—¿Qué fundamento tiene lo dicho por el Centro Simón Wiesenthal?
—Está todo muy exagerado por razones políticas. Hay tres o cuatro puntos que hay que analizar dentro del contexto contemporáneo sin imponer conceptos que son compartidos por muchos hoy en día, pero no en los años 40 y 50. De todos modos, decir que era admirador de Hitler carece de cualquier fundamento. Él no militaba en ningún partido político en los años 30, cuando terminó sus estudios de Medicina en la UBA (con medalla de oro), la universidad lo becó para ir a Europa por dos años para perfeccionar sus conocimientos en la neurobiología y la neurocirugía. Pasó la mayor parte del tiempo en Holanda y, en octubre de 1932, estuvo un mes en Berlín y durante esta visita presenció un acto en donde habló Adolf Hitler, quien, en ese momento, era un dirigente político alemán sin demasiada importancia. Nadie pensaba que él sería el próximo canciller ni se imaginaba cómo iba a desarrollar su política a lo largo de los años 30, sus intenciones expansionistas, una Segunda Guerra Mundial ni en el exterminio de los judíos en la Shoá. Aparte de eso, no hay ninguna evidencia, documento, foto o referencia de alguna persona con respecto a algún contacto o lazo con el nacionalsocialismo alemán, el Tercer Reich o Hitler. Entonces, decir que era su admirador parece muy poco sensato.
—También, señalan que apoyaba la neutralidad en lugar de sumarse a los aliados…
—Es cierto, no estaba a favor de la declaración de guerra contra Alemania, pero eso tampoco es gran cosa porque, según los informes que tenemos de la época, la mayoría de los argentinos favorecía la neutralidad y cuatro presidentes distintos por una u otra razón mantuvieron esa postura que, además, benefició mucho a Gran Bretaña, que necesitaba con desesperación los envíos de víveres desde la Argentina. Si le hubieran declarado la guerra, los submarinos germanos hubieran torpedeado los barcos que transportaban los víveres desde Buenos Aires. Fue una ayuda muy importante a la población inglesa sitiada, bombardeada por los alemanes.
—¿Qué fundamento tienen las acusaciones sobre las cuestiones raciales?
—Sus conceptos biologicistas con respecto a la raza argentina y a la necesidad de pensar en términos raciales tampoco era algo fuera de lo común entre médicos y científicos de la época. Ciertamente, eso no significaba una política de cierto desdén hacia los pueblos originarios; al contrario, en muchos sentidos, Carrillo vio en la población indígena el alma del ser argentino. Eso tampoco implicaba antisemitismo. Él estaba muy impresionado por los avances de la medicina alemana, pertenecía a la escuela germano-argentina de neurobiología, pero de ahí a atacarlo como un posible colaborador del Tercer Reich o de una admiración al nacionalsocialismo alemán o al liderazgo y personalidad de Hitler, hay una distancia enorme, que no veo cómo se puede explicar. Además, su mejor amigo era Salomón Chichilnisky, el padre de Tamara Di Tella, un médico judío, quien fue su segundo en el Ministerio de Salud durante el primer gobierno peronista y lo ayudó cuando estaba en el exilio en Brasil, hasta que falleció. El nunca pensó que se trataba de un antisemita, nazi, admirador de Hitler o colaborador con el Tercer Reich.
—Sin embargo, en su ministerio trabajaba el médico danés del campo de Buchenwald, Carl Peter Vaernet…
—Los experimentos horribles que hacía este oficial con la intención de encontrar la manera de curar a los homosexuales de su “enfermedad” eran terribles, pero nunca fue condenado como criminal de guerra y logró salvarse de algún modo y llegar a la Argentina y trabajar en el nuevo Ministerio de Salud, encabezado por Carrillo. No es para justificar ni su entrada ni la de otros criminales de guerra alemanes o colaboracionistas. Los científicos, médicos, técnicos, ingenieros que trabajaban para el Tercer Reich eran muy demandados en todo el mundo y, en este caso, estamos hablando de alguien que no estaba sentenciado. El tipo de relación que tenían ambos tampoco está muy claro, pero el decreto de contratación tiene su firma. Cuando intento evaluar el peso y la importancia de alguna figura pública del pasado o presente como historiador, trato de mirar su trayectoria en general y todos estos episodios casi anecdóticos tienen un peso marginal en su trayectoria. Si hubieran pensado en Hugo Wast para un billete, sería diferente porque su antisemitismo era un lugar central, y me hubiera causado un rechazo inequívoco. Aquí hablamos de un médico que tenía una carrera académica y pública importante con relación al desarrollo de la medicina argentina y del sistema de salud pública en el país, y estos episodios no tienen base documental suficiente ni peso e importancia con respecto a su trayectoria. Entonces, para mí todas estas acusaciones están, en el mejor de los casos, muy exageradas, casi tiradas de los pelos y carentes de sentido alguno.
Especialista en peronismo
Raanan Rein es uno de los investigadores del peronismo más importantes de la actualidad y, especialmente, por su relación con la comunidad judía e Israel, lo que lo llevó a ser miembro correspondiente de la Academia Nacional de Historia de la República Argentina.
Durante su carrera se ha dedicado a desmitificar las acusaciones de que Juan Domingo Perón era antisemita, sembradas desde los Estados Unidos a mediados de la década del 40, y rescatar del olvido las funciones que cumplieron muchos israelitas dentro de los dos primeros gobiernos justicialistas (1946-1955).
En la actualidad, se desempeña como vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, como director del Centro S. Daniel Abraham de Estudios Internacionales y Regionales y profesor titular de la cátedra Elías Sourasky de Historia Latinoamericana y Española.
El gobierno argentino le ha concedido el título de comendador de la Orden del Libertador San Martín por su aporte a la cultura del país y el español hizo lo propio y le entregó el de comendador en la Orden del Mérito Civil.
Entre sus principales libros se encuentran Entre el abismo y la salvación: El pacto Franco-Perón; Argentina, Israel y los judíos: Encuentros y desencuentros, mitos y realidades; ¿Argentinos judíos o judíos argentinos?; Los muchachos peronistas judíos, Los muchachos peronistas árabes; Los bohemios de Villa Crespo y Juan Atilio Bramuglia: bajo la sombre del líder.
*Periodista. Conductor del programa Voces y memorias, por Eco Medios AM 1220.