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Deschave Político en clave de Posmodernidad

La autora analiza las dificultades de la clase política para responder a las demandas sociales.

20171130 Juan Domingo Perón y sindicatos
Se le atribuye a Perón, desde el estado, la expansión del poder sindical | CEDOC

“Se trata de formar, en lo posible, el mayor número de hombres capaces de hacer, porque en este país, hasta ahora no hemos formado más que hombres capaces de decir (...); formar hombres capaces de tomar una resolución y de realizarla, es decir, hombres de acción.”

Juan Domingo Perón

Así como discurre el agua entre las manos, así de difícil es caracterizar a la posmodernidad. La racionalidad, uniformidad, organización y las verdades absolutas asisten a tiempos donde las fronteras no se visualizan  abriendo el espacio a la diversidad y con ello la posibilidad de pensar diferente. Caos, conflictos, matices, cuestionamientos, grises. Una paleta de colores indefinida.

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Aguas turbias que ni siquiera la política hoy reinterpreta. La política ya no tiene la capacidad de traducir en respuestas las demandas sociales. La política hoy tiene que repensar su noción tradicional en la decodificación de mensajes.

El vivir hoy. El aquí y ahora. Lo efímero. El consumismo. La relatividad. El pragmatismo. La proliferación de subjetividades. Mega estructuras cognoscitivas que colocan en tela de juicio el modus operandi de la política tradicional.

Puede que la posmodernidad esté ligada a la desilusión. La ruptura de lo lineal hacia el progreso garantido también ha provocado una colisión para los políticos que, al día de hoy, no reinterpretan los inputs sociales.

El tejido social fragmentado despierta polarizaciones múltiples con altos niveles de tensiones intra-societarias. Permean un sinfín de visiones, chorrean un sinfín de argumentaciones y raya el límite de la imposibilidad satisfacer todas las demandas.

Este giro holístico con múltiples paradigmas desafían a la sociedad toda y a la política en su conjunto. El desafío es la construcción en medio de las diferencias.

En su discurso ante los delegados del Congreso General Constituyente del Partido Peronista, el General Juan Domingo Perón enfatizó: “… hemos de dar la sensación al país de que estamos unidos, que pensamos de una misma manera, y que tenemos todos un mismo objetivo, y, sobre todo, lo que tanto predicamos, o sea, ser artífices del destino común y no un instrumento de la ambición de nadie. Debemos destacar que estamos de acuerdo y que vamos a trabajar por el bien de todos”.

El Peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Unidad nacional en tanto noción, tiene un peso específico difícilmente tangible en tiempos de hoy.

Deliberadamente, la sinceridad quedó fuera de este gran proceso en el que reina el desacuerdo entre la sociedad civil y la clase política. Sinceridad, base de confianza necesaria para abrir un juego limpio donde las reglas claras se levanten como directrices infalibles para arribar a un buen resultado. No solo ausencia de sinceridad del gobierno de turno sino también de la oposición que se cotiza en el mercado de las apetencias electorales.

Puede que se alegue en la política su característica de obligación de medios. Hoy, tal como se respira el animus social, la política se ha tornado en una obligación de resultados. Promesas vacuas insostenibles en el tiempo desmoralizan aún más al ser argentino saqueado en su progreso material tangible.

En el libro de Malaquías se cuestiona el accionar de un pueblo que pretendía engañar a Dios presentando animales cojos y enfermos como ofrenda divina. Claro, se reunían los requisitos formales de llegar al templo sin las manos vacías pero el engaño era la base de la ruptura del pacto. “Si no me sirven con sinceridad, cambiaré en maldición mis bendiciones”.

No se puede vender gato por liebre a la ciudadanía. Aquí el secreto no son las medidas. El secreto no son los anuncios. Se trata de algo más esencial: los acuerdos. Las mejores estrategias se pueden pensar ante una crisis del modelo. Porque estamos en crisis. No sólo la Argentina. Está en crisis el modelo actual de afrontar las demandas sociales. En crisis el paradigma tradicional de solución de conflictos. Ante ello es necesario trabajar de raíz. El principio rector de las políticas públicas que permite orientar las estrategias de desarrollo hacia un bienestar de la ciudadanía en su conjunto, gira en torno a la cohesión social.

Polarización, desafección, pérdida de confianza son sintomatologías que caracterizan hoy a una sociedad resquebrajada en sus convicciones.

Perón sostuvo: "En esta tierra, lo mejor que tenemos, es el pueblo". No son las políticas. Es nuestra gente. No son las medidas ni estrategias. Somos nosotros, los argentinos.

Pactos, consensos políticos de amplio espectro que permitan otorgar a las políticas de cohesión social el carácter de políticas de Estado y no solo de este gobierno de turno. De esta manera garantizamos la continuidad en el tiempo. Esa continuidad es imprescindible para emprender transformaciones profundas incluso vinculadas con las reformas fiscales en pos de una genuina redistribución y ampliación de oportunidades.

Hacer, no solo decir. Actuar, no solo sugerir. Acordar en pos de resignar la hastiada proliferación de divergencias yoísticas.

El gran deschave ya está entre nosotros y llegó para quedarse.

CP