El 20 de agosto se cumplirán 60 años del mayor planteo que las Fuerzas Armadas le realizaron al presidente Arturo Frondizi, y que se debió a que hubiera recibido a Ernesto Guevara.
Tal como estaba previsto, la visita del doctor Ernesto Guevara, provocó preocupación e inquietudes en sectores de las Fuerzas Armadas, que culminaron con la reunión sostenida por el Presidente con los secretarios y comandantes en jefe de dichas fuerzas.
Ya en la mañana, el Presidente recibió al Jefe de Policía, capitán Recaredo Vázquez, quien le informó del resultado de las deliberaciones que habían tenido lugar entre altos jefes de Marina, y que consistía en lo siguiente: el Presidente debía renunciar.
El capitán Vázquez comunicó al doctor Frondizi que el general Raúl Poggi había solicitado a varios almirantes la necesidad de que se planteara al Presidente la renuncia de su cargo. Al parecer, ese planteo no había logrado concitar unanimidad de criterio entre los jefes de Marina y Aeronáutica consultados. Pero prevaleció en todos ellos la opinión de que eran necesarias las renuncias del canciller, del subsecretario de Relaciones Exteriores y del embajador en Uruguay.
Así se le hizo saber al Presidente. El capitán Vázquez expresó que altos jefes de Marina proponían como sustituto del doctor Mugica, al señor Alfonso de Laferrere, al almirante Hartung o al doctor Bonifacio del Carril.
Le dijeron asimismo al doctor Frondizi que el sector de altos jefes de Marina que mantenía el criterio de la continuidad del Presidente sostenía la necesidad de sustituir al canciller, como forma de evitar así la renuncia del Primer Magistrado.
El Presidente hizo responder que no estaba dispuesto ni a renunciar ni a dar curso a la petición de renuncia del canciller, por cuanto la conducción de la política exterior del país era privativa del Presidente de la Nación, y el canciller Mugica era leal colaborador del Presidente y fiel ejecutor de su política.
Al promediar la tarde, se solicitó al doctor Frondizi una reunión con los secretarios, los comandantes en Jefe y los jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, para pedirle explicaciones acerca de la visita del doctor Guevara. Esa reunión se llevó a cabo a partir de las 20.45 en la residencia de Olivos y finalizó a las 23.30.
Antes de comenzar, el Presidente deliberó en privado con los tres secretarios de las FF.AA. y el ministro de Defensa. Los tres primeros le expresaron que la situación era muy delicada, que existía en las tres armas una verdadera conmoción como consecuencia de la entrevista mantenida por el señor Presidente con el ministro cubano, así como por el procedimiento inconsulto que la había rodeado.
El Presidente manifestó que no estaba dispuesto a continuar dirigiendo la política internacional del país con restricciones de ninguna clase, consultando luego a los presentes sobre el método más adecuado para la reunión.
En tal sentido se le sugirió escuchar la palabra de los altos jefes militares que estaban allí presentes.
El almirante Gastón Clément, con el acuerdo tácito de los demás, dio a entender que para evitar la repetición de hechos como el ocurrido en la mañana anterior, era necesario establecer una Junta Militar, sin que quedara formulada muy claramente esta idea. De todas maneras, el sentido de lo expuesto por el almirante Clément se refería a la constitución de un mecanismo de consulta que precediera todo acto o decisión del Presidente de la República en materia de política internacional.
Al comenzar la reunión hizo uso de la palabra el general Rosendo M. Fraga, quien, brevemente, dio cuenta de la profunda perturbación provocada en las FF.AA. por la conferencia Frondizi-Guevara.
Inmediatamente después, el general Raúl Poggi expresó que “el Presidente de la Nación había perdido la confianza del Ejército”, calificando de increíble la celebración de aquella conferencia en el preciso momento en que reinaba plena tranquilidad en las filas del Ejército, así como en el resto de las FF.AA.
El almirante Vago se expresó a continuación en el mismo sentido.
A su turno, el brigadier Cayo Alsina se expidió sobre la existencia de profundas perturbaciones en su arma. Los demás asistentes ratificaron de una u otra manera la misma idea.
El general Pica expresó que todo estaba destruido y que los jefes del Ejército que eran partidarios de la legalidad, así como los oficiales con mando de tropa, estaban “desolados” por la entrevista.
El general Fraga reiteró el concepto de la conmoción producida en el Ejército por la visita, y comenzó a elogiar en forma poco usual “las notables virtudes del Presidente de la Nación, demostradas en la conducción del país y en política internacional”, subrayando la amplitud de los campos que el Presidente estaba abrazando y el prestigio que había dado a la República esta política. Pero señaló a continuación que la visita de Guevara, en la forma inconsulta en que había sido llevada a cabo, había roto la tranquilidad del Ejército en un solo instante, y que, si el Presidente hubiese hecho saber a sus ministros militares la presencia del ministro cubano, la cosa hubiese sido diferente. Agregó que él no concebía que un “atorrante” como Guevara pudiese llegar personalmente a conversar con el Presidente de la Nación, y que hubiera preferido ser él mismo quien, por indicación del Presidente, hubiese podido hablar con Guevara, para evitar el “contacto personal” entre el ministro cubano y el doctor Frondizi.
A continuación, el general Spirito manifestó que él estaba de acuerdo con que el Presidente de la República no podía conducir la política internacional maniatado pero que, de todas maneras, el Presidente debía considerar la existencia del frente interno, que era susceptible de deterioro por cualquier hecho de política exterior y pronto a convertir su orden en la más absoluta intranquilidad. Se excusó diciendo que él hablaba con absoluta franqueza y con la energía de un soldado, y que no podía hacerlo de otra manera.
El Presidente dijo que él no era un soldado pero que su condición de hombre civil le imponía hablar también con absoluta franqueza y con la energía de un soldado.
Comenzó por señalar las implicaciones de la actitud de las Fuerzas Armadas. Expresó que la primera de ellas era de carácter constitucional, es decir, que el Presidente de la Nación no podía ejercer la facultad constitucional de conducir la política exterior del país con las manos atadas.
Enfáticamente subrayó que la segunda implicación era de orden personal. Al respecto aludió que le había sido transmitida la gestión efectuada por diversos jefes de las FFAA para obtener la renuncia del canciller. En ese sentido les expresó que por razones de honor y por la forma en que se había producido la entrevista con Guevara, el Presidente era el único responsable. Que el canciller se había limitado a cumplir órdenes que le impartía el Presidente. Agregó que el doctor Mugica era un leal colaborador, gran ejecutor de su política y hombre de las más altas condiciones intelectuales y morales. Que él no estaba dispuesto a aceptar que se convirtiera al canciller en chivo emisario porque no era posible cargar supuestas culpas a quien no correspondía.
A continuación, indicó con particular energía que el Presidente de la Nación tampoco estaba dispuesto a continuar cargando con culpas ajenas como había ocurrido en muchas ocasiones anteriores. Que, en consecuencia, el país se iba a enterar por boca de su presidente, de todo lo que estaba ocurriendo, y que él no estaba dispuesto a ocultar ningún hecho al pueblo de la República, aunque fuese menester violar secretos que eran inherentes a su condición de Primer Magistrado.
Expresó luego que, con relación a la renuncia del canciller, la aceptaba bajo una sola condición: que los secretarios y los Jefes militares allí presentes dejaran constancia en un acta que resolvían imponer la dimisión del canciller, acta que debía ser puesta de inmediato en conocimiento del pueblo de la Nación.
Les preguntó entonces qué dirían los cuarteles ante tal circunstancia. Insistió en que la condición impuesta por él era indispensable para que el pueblo de la República no pensara una vez más que el Presidente actuaba con duplicidad sino que se trataba de una imposición de las FF.AA.
La tercera implicación señalada por el Presidente fue la de que el planteo de las FFAA introducía una profunda alteración en la política internacional del país. A esta altura, el Presidente desarrolló las pautas de un memorándum que le sirvió de guía para su exposición, basado en los siguientes puntos:
a) La Argentina no es un satélite de los Estados Unidos sino un país amigo de los Estados Unidos.
b) La Argentina no es aliada de los países occidentales sino que forma parte de Occidente, y en consecuencia no actúa dentro del sistema occidental como satélite sino como Nación con autonomía y personalidad propias.
c) El Presidente no está dispuesto a renunciar a ninguno de los atributos de hecho y de derecho derivados de su investidura, para terminar de ese modo convirtiendo a la Argentina en un país dependiente de cualquier potencia extranjera.
Desarrolló estos puntos como estaba previsto en el memorándum de guía, y se refirió a las entrevistas y a las relaciones que el Presidente de la Nación había mantenido y estaba manteniendo con cada uno de los jefes de las grandes naciones del mundo y con el Santo Padre.
Agregó que, como consecuencia de la evolución de la política mundial y la circunstancia de estar en posesión de datos y antecedentes relativos a importantes hechos mundiales, después de tres años de gobierno, él no podía malbaratar la gravitación internacional de la Argentina en el concierto mundial para someterla a la dependencia de ninguna potencia extranjera. Dijo: “se lo voy a explicar al país con pelos y señales’; voy a poner en conocimiento del país y del mundo todo lo que sé, dejando implícito que las FF.AA. de la Argentina serían responsables ante el mundo del gravísimo hecho de que un presidente revelase secretos de Estado en detrimento de la tranquilidad internacional. Después de ello se generalizó el debate.
El general Fraga reiteró que estaba orgulloso de la conducción de la política internacional por parte del Presidente Frondizi, pero sostuvo que el recibimiento de Guevara por parte de aquél había sido un hecho desacertado que echaba por tierra el prestigio de dicha política con relación al Ejército. Añadió que era posible que en dos o tres meses el Ejército y el pueblo comprendieran la conveniencia de dicha visita, así como había ocurrido en la entrevista de Uruguayana (con Janio Quadros) y otros actos internacionales del Presidente a los que las FF.AA. se habían opuesto en un principio o a los que habían opuesto reparo. Pero que, de todas maneras, no podía dejar de señalar la conmoción que la visita había causado en las filas del Ejército.
El Presidente hizo alusión a la proliferación de ideas nacionalistas, particularmente de izquierda, en la base de los cuadros de las FF.AA.
El almirante Vago fue particularmente intransigente y enfático en el sentido de que el país debería asumir una “política espiritual”, capaz de excluir claramente toda inclinación a la tercera posición.
Por su parte, el almirante Palma reflexionó en voz alta sobre el hecho de que quizá fuera conveniente sacrificar a Cuba para salvar al resto de América en sus principios occidentales, aunque subrayó que esta reflexión no implicaba consejo alguno.
Se expresó también que la política internacional de la Argentina debería ser como la del Perú, que para la Marina era clara y definidamente occidental.
El Presidente respondió que pese a esas afirmaciones sobre la política del Perú, era necesario recordar que recientemente, en la conferencia del CIES en Punta del Este, al tratarse la afirmación de la empresa privada en los países americanos, sólo la Argentina había votado en ese sentido con los Estados Unidos, mientras que el Perú se había abstenido en dicha votación.
Posteriormente, Frondizi se refirió a la posición de los países con relación a los problemas de principios por un lado y a los problemas contingentes por otro. Señaló que, si bien Cuba podía ser aislada, y aun segregada jurídica y económicamente del sistema interamericano, no lo sería en los hechos, desde el punto de vista geográfico y político; y que nada evitaría la influencia en el resto de América, y aun en el mundo, del “hecho de Cuba”.
Vinculando esta afirmación con la visita de Guevara, dijo que aunque existiera una única posibilidad de que Cuba fuera ganada para la democracia, la paz y el derecho americano, él estaba dispuesto a usarla en beneficio de todos los países del hemisferio. Además, aprovechó la circunstancia para deslizar la idea de que no era difícil que el presidente Kennedy hubiese facilitado la entrevista de Guevara al presidente argentino, con la esperanza de que éste pudiera captarlo al igual que lo había hecho ya con Quadros.
Argumentos. Las explicaciones dadas por el Presidente, los argumentos esgrimidos y la defensa intransigente de los atributos de la institución presidencial aniquilaron los objetivos de la reunión, es decir la renuncia del Presidente o su alternativa, el establecimiento de un cinturón de hierro y la sustitución del canciller, así como la eliminación del conjunto de “jóvenes amigos y asesores” del doctor Frondizi.
A ello contribuyó decisivamente el desafío agresivo del Presidente de informar al país de todo lo actuado, no sólo en la reunión, sino con relación a las comunicaciones con otros jefes de Estado y a la posesión de datos forzosamente reservados y secretos.
El general Peralta quiso, al final, insistir en la teoría del “chivo emisario” aconsejando la salida de Mugica, como precio por la conmoción provocada en las filas del Ejército. Manifestó que su obligación era la de aconsejar al secretario, general Fraga, y que en tal sentido entendía que alguien debía cargar las culpas. Pero el Presidente se mantuvo firme en la posición de que él era el único responsable y que de ninguna manera iba a hacer cargar las culpas a otros ni él a cargar las culpas ajenas. Dijo que, en cuanto al canciller, ya conocían su posición y que era definitiva.
En cierto momento, manifestó que la Ley Pro Defensa de la Democracia, de la que eran autores las FF.AA., se había convertido en un motivo de ataque e insultos personales al Presidente y que él no aceptaría en lo sucesivo las consecuencias de los desaciertos ajenos.
Al final, el ministro de Defensa, doctor Justo Villar, propuso que los altos mandos dieran información adecuada de la reunión a los comandos y que por el órgano pertinente se llevara a cabo una reunión secreta del Congreso Nacional.
Pero el Presidente, para conjurar cualquier sospecha de que el doctor Villar actuase en colusión con él, expresó que él mismo hablaría al pueblo de la República explicando lo que había ocurrido en el cuadro de la política internacional del país. Esto fue aceptado por los jefes de las FF.AA.
El general Fraga solicitó entonces que se efectuara un comunicado de la reunión donde se expresara que el Presidente “había invitado” a los secretarios y jefes militares para informarles sobre la visita de Guevara.
El Presidente aceptó esa solicitud y así se hizo el comunicado de prensa.
No obstante la defensa que hiciera el presidente Frondizi del Canciller Mugica, este sintió que dada su investidura, debió haber sido consultado previamente de la visita de Ernesto Guevara, cosa que no ocurrió, y que por ello renunciaba al cargo. Ante eso, fue reemplazado por el doctor Miguel Angel Cárcano y no por los candidatos propuestos por las FF.AA.
*El autor es periodista, escritor y diplomático.