Se llama educación concertada en España a la que se articula a través de una cadena de escuelas e institutos que dependen de la Iglesia, es decir, colegios religiosos, y que reciben una ayuda económica del Estado, lo cual no quita que, en tanto centros privados, cobren un arancel para impartir la enseñanza. En un Estado laico y desde la óptica progresista esto siempre fue tema de discusión. Ahora el Gobierno nacional la aviva con una nueva ley que modifica la situación en parte, ya que impide abrir colegios con fines de lucro, creados, por ejemplo, por fondos de inversión, así como pagar cuotas a fundaciones de las escuelas que reciben dinero público y limita el apoyo económico en aquellos sitios donde las plazas puedan ser cubiertas por la escuela pública. A esto, los defensores del modelo existente, le llaman limitación de la libertad de elección de un centro: el Estado debe financiar, según su criterio, parte del coste de la educación, aunque haya opciones públicas.
Diario de la peste: El sol amarillo
Este domingo los partidos conservadores ganaron la calle con los suyos en nombre de esa libertad. Semanas atrás, unos pocos, más radicales, reclamaban libertad para contagiar ante las medidas restrictivas; ahora, los militantes católicos reclaman su libertad –subvencionada– para sostener la religión en las aulas.
La manifestación, seguida en una treintena de ciudades y con la mesura que las medidas sanitarias reclaman, no registró ningún desmán ni incidente. Al contrario, las imágenes devuelven un tono casi festivo. Los dirigentes nacionales del Partido Popular, principal referente conservador, se mostraron afables y se diría que, congratulados por su capacidad de convocatoria, reducida pero bulliciosa al fin, más que por la causa que defienden.
Es curioso que incluso con algo tan arraigado como la cuestión religiosa no encienda más pasión. O contestación. Es extraño, además, que en un escenario de incertidumbre y riesgo, con un deterioro económico más cruento que el generado por la Gran Recesión de 2008 no haga metástasis en otras causas, como la religiosa, por ejemplo, con una alta carga emocional.
"Los militantes católicos reclaman su libertad –subvencionada– para sostener la religión en las aulas".
El Gobierno, este mismo fin de semana, anunció un plan de vacunación masiva que comenzará, en principio, en enero con 13 mil puntos de suministro en todo el país a través de los centros de salud barriales. Este martes, atendiendo al capítulo económico de la crisis, se dará a conocer el modo en el que se distribuirán los fondos europeos de ayuda y, según trascendió, se hará de una manera inédita para la tradición de este país: sin burocracia. Una oficina creada para tal fin, que dependerá directamente de Presidencia, resolverá en un plazo de cinco días la entrega de ayudas para las empresas y los emprendimientos que los soliciten.
Vacunas para salir de la COVID-19 y créditos para asistir con oxígeno a la actividad productiva. Pasamos de Thomas Bernhard a Charles Dickens: un cuento de Navidad que nos saca de la angustia y no pone ante el espejo de la esperanza.
¿Son estos contrastes los que hacen que se pueda administrar el miedo de modo tal que no haya una explosión social?
Un analista en una tertulia en la mañana de este martes comentaba la obscenidad de anunciar la vacunación masiva por todo lo alto, como un presente navideño, cuando contabilizamos centenares de muertes diarias causadas por el virus. Puede que, precisamente, en esa cuestión, en la amenaza, relativa, pero amenaza al fin, de letalidad de la COVID-19 esté el elemento que, desde el miedo, nos hace cautos a todos y soportemos sofismas, sufrimiento y promesas con relativa paciencia. En algún momento de la cuarentena el uso de las mascarillas o barbijos no era obligatorio por la sencilla razón de que no había unidades para todos: este tipo de cuestiones es la que se metabolizan en el cuerpo del miedo. Todo puede ser peor.
Diario de la peste | Cerrado por Navidad
Entonces, llega la Navidad, fiesta familiar por antonomasia en España. Una celebración que vacía las calles con más rigor que la cuarentena. A partir de las nueve de la noche del 24 de diciembre solo quedan en las calles los semáforos encendidos y algún rezagado que apura su paso para llegar a la cena con la familia. ¿Cómo se resistirán las medidas que se imponen para esa celebración?
En Alemania ya han adelantado que no se permitirán cenas de más de diez personas. Aquí, normalmente, suelen reunirse la misma cantidad de familiares. El Gobierno ha hecho pública esta mañana las restricciones: reuniones de seis personas como máximo y el toque de queda a partir de la 1:00 los días 24 y 31 de enero. Tolstoi escribió que todas las familias felices lo son por la misma razón y las infelices tienen, cada una, un motivo particular. Esta vez, ante estas fiestas, puede que, contrariamente, haya una forma de infelicidad común.
La Navidad, aquí, será un test de resistencia ante un horizonte que, como en una autovía infinita, no se alcanza.