Este viernes 20 se cumplen seis meses desde que se ha declarado obligatorio el uso de la mascarilla (así se llama en España al barbijo) y dos desde que se la han puesto al edificio que está en la acera de enfrente. En realidad, como están restaurando la fachada, el andamio que llega hasta el último piso está recubierto de una malla de seguridad, pero sobre esta, desde el primer día, han puesto otra que primero anunciaba una serie de Netflix y ahora un agua tónica. Hace como dos meses que he escrito que instalaron el andamio en solo dos días de trabajo, colocaron el primer anuncio que cubre toda la propiedad hasta la esquina de la calle y no ha vuelto a aparecer por aquí ningún operario, albañil ni pintor. La conclusión obvia es que, de momento, la instalación es solo un soporte publicitario.
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Mientras tanto, los vecinos están visualmente confinados detrás de un telón amarillo (el color de la etiqueta de Schweppes) que próximamente cambiará cuando sea otra marca que cubra la fachada. Antes salían casi todos a aplaudir a los sanitarios sobre las ocho de la noche, ahora no pueden asomarse a respirar.
La discusión sobre qué se debe atender primero, la crisis sanitaria o la económica, derivada de la primera, es similar. Aquí, en el edificio vecino al mío, probablemente se rentabilice parte del costo de la obra con el ingreso publicitario, pero al precio de meses y meses de semioscuridad, ausencia de luz solar plena y absoluta invisibilidad exterior. Se resiente la salud psíquica, puede que incluso, en algún caso, la física, pero se consigue un rédito o se evita un gasto.
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Otro dilema que aparece ahora en el continente europeo es elegir entre las ayudas a los países de la Unión o las democracias plenas. Hungría y Polonia tienen Gobiernos que han reducido el margen democrático imponiendo criterios religiosos con carácter universal, interviniendo la justicia y practicando censura en los medios. Como es obvio, desde Bruselas se le han hecho todo tipo de advertencias y ahora, tanto los húngaros como los polacos, vetan los fondos de ayuda para paliar las consecuencias de la pandemia si no se retiran los cargos contra sus países. La distribución de los fondos reclama un consenso unánime. ¿Ayudas o democracias de baja calidad? A esta hora se plantea crear un fondo de carácter extraordinario cuya distribución no reclame unanimidad para sortear el obstáculo.
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En España, mal que mal, los presupuestos siguen adelante, camino a su aprobación. Para ello, el Gobierno, primero ha debido resolver sus diferencias internas ya que es la confluencia de los socialistas más la coalición de izquierda formada, mayoritariamente, ya que hay más, por Podemos e Izquierda Unida. A su vez, ya alcanzado acuerdos mínimos, conseguir compromisos con doce partidos representados en las Cortes para así, finalmente, superar los vetos de la oposición. El imperio de la diversidad. Durante casi cuarenta años, el país fue bipartidista, con una alternancia de socialistas y conservadores. En 2011 tomaron las calles y las plazas, en asamblea permanente, los jóvenes del movimiento 15-M al que fue sumándose una amplia mayoría. El Partido Popular, entonces en el poder, promulgó una ley llamada «mordaza» para restringir su movimiento y las manifestaciones. Una ministra, entonces, les recomendó que formaran un partido y se presentaran, para eso esto es una democracia, a las elecciones. Hoy están en el Gobierno y, por cierto, la exministra forma parte de un sumario por un caso de corrupción.
En Madrid, hoy la mañana es radiante y el sol ya alcanza a buena parte del telón amarillo que rebota su resplandor enfermo sobre mi mesa de trabajo. Me acabo de asomar al balcón y he reparado que aún quedan rastros de los versos que el anterior ayuntamiento pintaba en las esquinas, sobre el pavimento, para ser leídos mientras se esperaba la luz verde para cruzar. La poesía en la calle. La derecha criticó la decisión ya que ponía en riesgo la seguridad del peatón. El campo cultural de la izquierda, también, pero por la elección de los poetas. No he oído a nadie que critique la publicidad, eterna, en los edificios de la ciudad. Mientras tanto el sol sube hacia el cenit.