El lunes será feriado nuevamente en Madrid por una celebración local con lo cual, desde esta medianoche la región está cerrada hasta las cero horas del martes. No se puede entrar ni salir de la comunidad. Probablemente, sin Halloween por medio, habrá menos ajetreo después de medianoche hora en que comienza la prohibición de circular por las calles sin causa justificada hasta la seis de la mañana. Así estamos, anotando en una libreta o en las notas del celular algunas coordenadas para no planificar nada que nos enfrente a una transgresión. Es curioso: de no movernos con este temor, implicaría que el pánico nos atenaza. Es una fortuna no caer en él, pero también es peligroso negar la situación. Con solo salir de la burbuja, se toma conciencia rápidamente.
Mientras vamos a trabajar, nos sentamos con alguien en una terraza a beber una cerveza o vamos a buscar a los niños a la salida del colegio, navegamos casi la tercera ola y no solo Europa está en parte confinada, en Estados Unidos se superan los 100.000 contagios diarios, llega a los 9,5 millones de infectados, siendo el país con más casos del mundo y el número de muertos alcanza a 233.000 fallecidos.
Volvamos a casa: se vuelven a disparar las muertes de los ancianos en las residencias de una manera alarmante. En la última semana han crecido un 42% y los contagios, con respecto a la semana anterior, han aumentado un 50%. Claro, si no tienes un familiar en una residencia o en tu círculo cercano es una noticia que no te afecta.
Diario de la peste: la bomba vírica
Como tampoco te alarmas si no resides en Cataluña donde se ha propuesto que los alumnos de la secundaria se hagan automuestras de test PCR en la escuela por falta de personal sanitario. Van a formar a los docentes para que supervisen el proceso. Demás está decir que la prueba implica un alto riesgo y solo personal sanitario especializado puede realizarla. No hay personal, dicen las autoridades. No hay sentido. Esto en Cataluña, sitio en el que los independentistas en el gobierno reclamaban, durante el estado de alarma nacional, el control sanitario para salvar vidas.
En Madrid, con un gobierno no menos nacionalista e igualmente dotado para el despropósito, además de realizar cierres intermitentes y garantizar la apertura casi total de la industria del ocio, pretendía inaugurar estos días un hospital sin camas; ante la dificultad de que las cámaras registren esa evidencia, han decidido posponer la inauguración. Sigue en el aire, de momento, cómo van a dotar de personal al nuevo centro porque no se ha contratado ni se va a contratar a nadie: han leído bien. Cuando le preguntaron esto en una entrevista televisiva a Isabel Díaz Ayuso, responsable de la comunidad, respondió: «eso no se le pregunta a una presidenta». Será notable ver, una vez terminada la obra, un hospital sin médicos. Pacientes, eso sí, no faltarán.
¿Hemos perdido la razón? En parte sí. El criterio del gobierno es privatizar la sanidad y fomentar el sector de la construcción, con lo cual, se dinamiza a este sector con obras de este tipo que, en verdad, son necesarias, pero no se invierte en salud pública de manera lógica. De momento se argumenta, con un relato propio de Ionesco, que se movilizarán recursos de otros centros para cubrir los que demande este, pero en el corto plazo se entregará la gestión al sector privado. Mientras tanto, la covid-19 avanza sin tropiezos por aquí.
Diario de la peste: contrastes
Volver la mirada a Estados Unidos, una vez más, a esta hora –media mañana en Europa– sin confirmar aún el triunfo de Biden, lleva a pensar que ese cambio, de producirse finalmente, es a causa de la pandemia: sin ella, la administración Trump seguiría construyendo puestos de trabajo y desmontando el sistema de libertades. No deja de ser curioso que la crisis del 2008 ha posibilitado su ascenso al poder, al igual que hizo posible el Brexit y que la crisis sanitaria desmantele, tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, las supuestas bondades del populismo.
La vacuna, de momento, es el Mesias. Cuando llegue atenuará la crisis sanitaria, pero de ningún modo la social. «Juntos saldremos de esto» decíamos mientras aplaudíamos desde el balcón a los sanitarios. Habrá vacunas para todos, sí, es cierto, pero el número de botes seguirá siendo el mismo.