“Cómo no te voy a querer / cómo no te voy a querer / sí eres mi Perú querido el país bendito que me vio nacer”. Este es el estribillo que escuchamos desde hace algunos años en el Perú, en los tiempos de Clasificatorias al Mundial de fútbol, tiempos en los que la selección blanquirroja se prepara para enfrentar al rival de turno, tiempos en los que la mayoría respira solo amor por su país, tiempos en los que nos dejamos unir por la pasión del fútbol, tiempos en los que las diferencias no importan, menos las políticas.
Es ese mismo país, donde la discriminación y la intolerancia se manifiestan, cual fieras, en cualquier punto del territorio, quizás más en su capital, Lima, de casi 10 millones de habitantes. Es ese país, de más de 32,6 millones de habitantes, cuya costa bañada por el Pacifico emerge desde el desierto hacia los maravillosos Andes, para continuar su expansión hacia la cálida Amazonía. Perú, multilingüe y pluricultural, se acerca al Bicentenario de su Independencia de España –el 28 de julio del 2021- en medio de una creciente crisis política e institucional.
“En resumen, hoy el Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus”, escribió en 1888 el político, escritor y filósofo peruano Manuel Gonzáles Prada, en “Propaganda i ataque”. Noviembre, 2020: seguimos hablando de los mismos problemas del Perú, y sigue saliendo pus. ¿Cómo se podría entender la crisis política e institucional del Perú sin tomar en cuenta los problemas estructurales que afectan al país? Sería una tarea difícil. La polarización política en el país alcanza niveles inimaginables. Se puede vivir hasta en las familias, grupos de amigos, en los trabajos, en cualquier lugar y en cualquier gremio.
Fecha fatídica. El 14 de noviembre quedará en el recuerdo como la fecha fatídica en la que murieron dos jóvenes peruanos, en una marcha que convocó a miles de ciudadanos, jóvenes en su mayoría, reclamando cambios estructurales en el Perú, exigiendo mejores representantes en el Congreso, y un sinfín de demandas acumuladas por quinquenios. La mayoría coincidía en elevar su protesta contra la corrupción.
Los trágicos enfrentamientos que se desataron ese sábado, en la transitada avenida Abancay, cerca del centro histórico de Lima, derivados de ataques a agentes policiales y la represión que esos ataques causaron, se cobraron la vida de los jóvenes Inti Sotelo y Brian Pintado, y dejaron heridas a decenas de personas, algunos de gravedad, en su mayoría jóvenes. Los hechos están siendo investigados por la Fiscalía.
Esa jornada cruenta precipitó la renuncia del presidente Manuel Merino de Lama, quien estuvo menos de una semana en el cargo desde que asumió la primera magistratura del país, tras la vacancia presidencial de Martín Vizcarra (2018-2020) por parte del Congreso, que presidió en su momento el propio Merino de Lama.
La cultura democrática parece extinguirse frente a los gritos de posiciones aparentemente irreconciliables. Nadie detiene la escalada de gritos, insultos y reproches. Por años, esta incontinente guerra se libró sólo en el Congreso de la República. Desde inicios del siglo XXI, es en las calles donde se libran nuevas batallas.
Toledo. En el 2000, otras marchas de miles de jóvenes sacudieron al gobierno del hoy encarcelado ex presidente Alberto Fujimori (1990-2000). Las lideraba un hombre, de raíces andinas, quien movilizaba a los peruanos contra el gobierno “corrupto”. Ese hombre prometió que iba a luchar contra la corrupción, y llegó a la presidencia en el 2001. Ese hombre, Alejandro Toledo, denunciado hoy por haber recibido 20 millones de dólares de la empresa brasileña Odebrecht, a través de un testaferro, está bajo arresto domiciliario en Estados Unidos, a la espera de que la justicia norteamericana resuelva sobre un pedido de extradición del Estado peruano.
Toledo y sus correligionarios, algunos de los cuales se convirtieron en Congresistas y Ministros de Estado, capitalizaron la legítima indignación de millones de peruanos que aspiran a vivir en un mejor país y que salieron para protestar contra Fujimori. ¿Qué paso? Desilusión, después de que su líder “sano y sagrado” se mostró tal cual. ¿Y las promesas de luchar contra la corrupción? Nada. Desilusión y amargura.
Recuerdo cuando el entonces presidente Toledo convocaba a los corresponsales de prensa extranjera. Llegábamos puntuales a las 10 horas, y el entonces jefe de Estado se aparecía dos horas y media después con el rostro de una persona que se la había “pegado” la noche anterior. Toledo ofrecía disculpas. No sé cuántos le creerían. Yo no. Credibilidad 0.
Toledo es el ejemplo del vendedor de perlas. Te hace creer que te ha vendido perlas. Cuando te das cuenta que no son perlas y le reclamas, te intenta hacer creer que te vendió perlas y que el problema es tuyo porque crees que no son perlas. Mentiras, más mentiras, y con descaro. Una raya más al tigre de la decepción popular.
En lo personal, aprendí hace muchísimos años a no creer a quien se autoproclama como incólume, limpio, honesto e incorruptible. De esos hay que zafar. Son peores.
Quienes tienen para aportar no se meten en política. Entonces, los espacios de representación popular son ocupados por quienes ya sabemos. No todos son incompetentes. La mayoría, al parecer sí. En el actual Congreso, 68 de 130 legisladores tienen denuncias en su contra, de cualquier tipo.
Congreso. Tenemos una sociedad en crisis de valores. El Congreso peruano refleja el país que han heredado las nuevas generaciones. La crisis de representación ha sido alimentada a pulso por los partidos políticos. Son ellos los que eligen a sus candidatos a la Presidencia, al Congreso, a los gobiernos regionales, a las Municipalidades Provinciales y Distritales. Los congresistas no llegaron solos. Fueron electos por quienes creyeron en ellos. Reforma, reforma, se escucha desde hace varios años. Cambios a la Constitución, se escucha también. Patear el tablero, reclaman también.
Realismo. Quieren un Congresista de personas intachables. No es posible, porque para ello, los partidos políticos deberían postular solo a los intachables. ¿Colocan solo a los intachables? No.
La desesperación y la rabia que expresan las nuevas generaciones tras conocerse las denuncias contra la clase política en general, y congresistas en particular, han llevado a miles de ciudadanos a deplorar solo a sus representantes en el Parlamento. No se salva nadie. Los pocos, respetables y honestos, pagan por “pecadores”. Todos los Congresistas son juzgados como “impresentables”.
Presidentes. ¿Y los presidentes del Perú, desde la caída de Fujimori?
¿Toledo, Alan García (ya fallecido), Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra? El último de ellos no completó su gobierno de cinco años. Todos enfrentan denuncias por corrupción.
Lo que pasa en Perú ya ha sucedido en otros países. Jóvenes encabezando marchas multitudinarias de protesta contra la clase política que administra el poder y se sirve a sí misma, incapaz de resolver los problemas de los millones de ciudadanos.
La polarización se agudiza y es visible por doquier. ¿Y las reglas de juego, y la Constitución Política, y el respeto por las leyes? Para muchos no valen.
¿Qué ha pasado en el Perú desde las últimas elecciones generales, en las que fue electo Pedro Pablo Kuczynski, a la cabeza de su fórmula presidencial que completaban Martín Vizcarra y Mercedes Araóz, en el 2016?
Kuczynski, quien derrotó en las urnas a Keiko Fujimori, hija mayor del ex gobernante, no pudo gobernar con un Congreso en manos de la oposición fujimorista. Después de una amenaza de vacancia presidencial, renunció a la presidencia y hoy es investigado por corrupción.
En marzo del 2018, asumió Vizcarra. Aráoz renuncio a ser su vicepresidenta, en medio de rumores de que ella no aceptaba que Vizcarra hubiera traicionado a Kuczynski.
En setiembre del 2019, Vizcarra disolvió el Congreso, a pesar de que la Constitución Política no lo permitía. Constitucionalistas se dividieron y, con la prensa respaldando a Vizcarra y las demandas populares contra el Congreso, primó la posición gubernamental. Los Medios de Comunicación –canales de televisión, diarios y radios-- reciben desde hace años millones de dólares en publicidad estatal. ¿Podrían sobrevivir sin esos millones? ¿Cuestionarán al gobierno de turno que les paga millones por publicidad estatal?
El activismo político en los medios de comunicación es creciente. De eso no se habla, menos discute. La polarización entre periodistas lleva años.
Vacancia. Los peruanos fueron nuevamente a comicios, en enero del 2020, para elegir a un nuevo Congreso. Este Congreso, sin bancada vizcarrista, intentó vacarlo este año, al conocerse graves denuncias contra el entonces presidente. El intento fracasó.
El lunes 9 de noviembre, el segundo intento de vacar a Vizcarra prosperó, apelando a un artículo constitucional sobre incapacidad moral para gobernar, que deja abierta la posibilidad para que el Congreso apruebe la vacancia solo conociendo las denuncias contra el jefe de Estado, como la de haber recibido sobornos de empresas constructoras cuando era gobernador de la región sureña de Moquegua, según colaboradores eficaces aceptados por la Fiscalía. Vizcarra fue al Congreso para hacer sus descargos, pero no fue suficiente.
Al conocerse la vacancia presidencial de Vizcarra y precipitarse la llegada de Merino de Lama a la presidencia del Perú, las marchas fueron convocadas por grupos liberales e izquierdistas, encabezados por el candidato presidencial Julio Guzmán, y la ex congresista Verónica Mendoza, respectivamente, y también por el ex presidente nacionalista Ollanta Humala, investigado por corrupción y recepción de sobornos por parte de Odebrecht y OAS, las constructoras brasileñas.
¿Qué defendían? A Vizcarra está claro que no, a juzgar por las denuncias que éste enfrenta en la Fiscalía.
Como suele suceder, las marchas fueron infiltradas por grupos extremistas, entre ellos el Modavef, movimiento de fachada de Sendero Luminoso, organización terrorista maoísta que figura como tal en el listado de organizaciones terroristas del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Las movilizaciones en Lima y otras ciudades del Perú de miles de personas reflejaban el hartazgo frente a la corrupción y en demanda de mejoras para el país. Hay grupos que piden una nueva Constitución Política. Sin embargo, las prioridades en las demandas populares son otras.
¿Quiénes lideran estas marchas y protestas de jóvenes? ¿Cómo se canalizarán esas protestas dentro de un Estado de Derecho?
Sagasti. Tras la renuncia del presidente Merino y de su gabinete ministerial, el Congreso eligió el lunes 16, después de acuerdos políticos, a su nuevo presidente y éste por default se convirtió en el flamante presidente del Perú. Se trata del investigador Francisco Sagasti, quien el miércoles por la noche tomó juramento al nuevo gabinete ministerial, que estará presidido por la investigadora Violeta Bermúdez.
Sagasti, del partido Morado, grupo que fundó el candidato presidencial Julio Guzmán, presidirá el gobierno de transición de cara a las elecciones generales de abril próximo, en las que se elegirá al nuevo presidente y a 130 nuevos congresistas. El flamante presidente ha asegurado que gobernará para todos los peruanos. La intolerancia va ganando terreno. Un periodista peruano alentó desde España a que manifestantes acudan a las afueras del edificio donde vive el colega Beto Ortiz, quien, lejos de ser un conservador, ha venido opinando en contra de Guzmán, Mendoza, Humala, Vizcarra y muchos otros. En su momento, reprobó la decisión de Vizcarra de cerrar el Congreso.
¿Qué dijo Ortiz? “¿Por qué no comparto la celebración del supuesto regreso de la democracia y la legalidad? Porque, una vez más, en esta democracia a la peruana, no son los Bruce ni los Cisneros ni los De Belaúnde los que mueren reventados; son los Bryans que en el Perú son la carne de cañón de todas las guerras”, comentó en su programa de la televisora Willax, al referirse al fallecimiento de uno de los jóvenes, el sábado último.
¿Hacia dónde va el Perú? Resulta difícil responderlo hoy.
En un intento por aquietar las aguas y bajar las tensiones, el presidente Sagasti citó al extinto poeta peruano César Vallejo para cerrar su primer discurso a la Nación, en el Congreso, el último martes, antes de emocionarse al borde de las lágrimas.
“Queridos compatriotas, muchas gracias, y que ¡Viva el Perú!”, clamó el flamante presidente.
*Periodista y productora de contenidos digitales. Ex corresponsal de la agencia ANSA en Perú.