OPINIóN
LOS ‘PUMAS’, LOS TWITERS Y EL 14/11

El Día Nacional de la Estupidez (o de "Pumas" y Maradonas)

Algo nos pasa a los "argentos", evidentemente, nos negamos a encontrar nuestro lugar en el mundo, en la lógica, en la emoción, en las palabras, en la conciencia colectiva.

El homenaje de los All Blacks a Diego Maradona
El homenaje de los All Blacks a Diego Maradona | AFP

El 14 de noviembre de 2020 podría declararse "día nacional de la estupidez". Ese sábado, el seleccionado argentino de rugby, después de un piadoso empate y 28 derrotas –la mayoría humillantes– ante su par de Nueva Zelandia, venció 25 a 15 a los famosos All Blacks que parecían desentrenados (¿por la pandemia de Covid-19?). Esa mismo jornada, minutos después del fin del match, ya podía leerse y escucharse lo que siguió desbordando en los medios de prensa y redes sociales en los siguientes días: textos absurdamente desmedidos, apologías descaradas, verdades definitivas, elogios irracionales, declaraciones grandilocuentes y panegíricos dignos de auténticas proezas y no de una casualidad con cara de milagro, de accidente único, como en realidad fue. Un genuino “desmadre”, como lo hubiese sintetizado Paco Umbral, el excepcional cronista español que tenía definiciones para todo.

Algo nos pasa a los "argentos" (no quiero llamar "argentinos" a las generaciones actuales por respeto a Belgrano, a San Martín y a tantos otros héroes y heroínas con y sin bronce, como Rosario Vera de Peñalosa, Luis Agote o Tomasa Vélez Sarsfield, que dejaron un legado actualmente olvidado, marginado, sin la debida consideración que su obra merece). Somos "argentos" y evidentemente nos negamos a encontrar nuestro lugar en el mundo, en la lógica, en la emoción, en las palabras, en la conciencia colectiva...

A ese minúsculo triunfo en un deporte que la mayoría de las naciones ignora, aquí, en esta pampa que de tan grande le caben todas las idioteces juntas, se le rindió gloria y loor. Con arrebatadora desmesura. Solo faltaron salvas de cañones para estos muchachos que antiguamente, al menos –sus rivales también– tenían el mérito de ser amateurs y hoy ya ni eso los distingue. Se gastó tinta y saliva laudatoriamente y a raudales por... ¡Nada!: no hubo trofeo, tampoco medalla, ni título o diploma, nada...

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Esa tarde se ganó porque ellos tuvieron el peor día de su historia y porque Argentina siempre tiene un Maradona en la cancha que salva la patria, como habría dicho el colega Daniel Pliner que se reía de estas traducciones épicas del deporte pasadas a la vida republicana. Ese sábado 14 un tal Nicolás Sánchez, tucumano –¡cómo debe doler eso en ciertas presuntuosas zonas bonaerenses!– hizo TODOS los tantos de un renovado equipo, donde veo futuro en el juvenil Bautista Delguy, wing de Pucará. Y nada más, no fue más que eso. Nada que mereciese la pompa y el aquelarre festivo que tuvo.

Los Pumas: de la gloria al barro

No digo que no se conmemore el triunfo, claro que debe festejarse la victoria, pero con austera algarabía; en estos casos la prudencia pide, reclama, solicita y requiere un mínimo de sensatez, un poquitín de tacto, métricas emocionales que diferencian al humano cuerdo del alienado y al hombre civilizado del animal salvaje. Está claro que no sabemos dónde estamos parados ni quienes somos. Y no apenas en el rugby.

Recuerdo a avisados y desavisados que en el único empate anterior, ocurrido hace 35 años, el 2 de noviembre de 1985, el legendario Hugo Porta anotó los 21 tantos del seleccionado local (se jugó en cancha de Ferro Carril Oeste). Aquella vez también se habló de proeza, de heroicidad, de gesta y se exageró aunque no tanto como ahora, porque el índice de degradación nacional era menor que el actual que parece haber llegado al fondo del fondo del pozo de la incongruencia, de la sandez, de la tontería y de todo lo que no debiésemos ser...

Porta, como Sánchez, y de algún modo Agustín Pichot o Juan Manuel Hernández, los mejores jugadores de este deporte que parió al fútbol y eso se le agradece, no representan a la Argentina ni al rugby nativo, ellos están en la cresta de la curva y merecen el aplauso, pero sirven para demostrar que "no hay equipo", como diría el simpático y polémico "Bambino" Veira. Todo es aislado, individual y remendado. Falta tela larga y continua; la pieza nació fallida. Un único foco encendido por vez o época no ilumina una historia, ni siquiera un camino a seguir...

¿Qué nos pasa? Me restrinjo: ¿Qué nos pasó ese sábado? Quince días después llegó la respuesta a tanta imbecilidad mal vestida de celeste y blanco y que reina en un país que está en llamas desde hace décadas, apenas conservado en una frágil burbuja inflada con descontextualizadas flatulencias deportivas, como esta. La respuesta la dio en la cancha el mismo rival, NZ, que despertó de su raro letargo momentáneo y vapuleó a los "Pumas": 38 a 0 (ojalá nos disculpe el felino que es símbolo nacional por usar su nombre e imagen para algo que no tiene su gen bravío). Fue milonga con haka, baile maorí, cachetazo ridículo. Los All Blacks, una vez más, mandaron los "Pumas" al rincón de los malos alumnos por agrandaditos, por creérsela y por soberbios que eso sí saben (y sabemos) ser...

El Ministerio Público Tutelar repudió los tuits del capitán de Los Pumas

Por esa altivez nata de esta tierra, por esa arrogancia propia de quien ganó una vez y ya mira desde arriba, ocurrió que en el partido del 38 a 0 los "Pumas" no homenajearon debidamente al "Diez-Dios" Maradona cuando la Argentina todavía lo lloraba: lo había enterrado 24 horas antes. ¡Claro que no tienen obligación de hacerlo! Al fin de cuentas "El Diego", de algún modo y sin quererlo, por contraste, ganador a ultranza, los expuso siempre. Justo él que dejó más redonda la pelota que ya lo era, mientras los "Pumas" siguen ovalando a la suya y a lo mejor por eso no consiguen dominarla: siempre "parece viva", en tanto Maradona la "mataba" con maestría de quien sabe.

Más, los muchachos de la UAR, no merecen ser criticados por ningunear ese homenaje póstumo que "El Pelusa" no supo ganarse fuera de las canchas. No. Hasta concuerdo; pero al fin y al cabo era un gesto. Un simple gesto que, si hubiesen llegado perdedores como siempre a esa revancha y no después de su único triunfo, seguramente lo hubiesen tenido. Lo firmo. Pero... rugbiers al fin, les faltó estatura para ese guiño popular. ¿O fue por eso, para no salpicarse con "lo popular"?...

Los antiguos twiters revividos en estos días y que circulan sin anestesia en las redes sociales, aparentemente originados por tres actuales "Pumas" (y aparentemente reales porque ya le valieron la quita de la capitanía a Pablo Matera y una suspensión a Guido Petti y Santiago Socino), no nos cuentan nada nuevo. La narrativa xenófoba, racista y discriminatoria es parte del cartapacio rugbístico. En general y salvo excepciones, los ambientes del rugby nativo, aunque intenten desmentirlo con la federalización y otros discursos –más próximos a los "memes" que a la vida real–, siempre, íntimamente, se auto-retrataron elitistamente, de modo especial cuando ser snob era bien mirado en esta confundida república que se esfuerza locamente para un día declararse republiqueta. Hoy no, hoy suena mal y hasta es peligroso proclamarse parte de la flor y nata local, pero los rugbiers y no necesariamente sus jugadores –a veces "peludos de regalo" en ese ámbito–, son menos que todos porque se creen más que todos. Y los lacayos externos que le alimentan ese falso ego y su devaluada alcurnia, también.

Es el "síndrome de Aristóteles" que la psicología suele abordar y que no define otra cosa que un arraigado "complejo de inseguridad". Lo grave es que resume nuestra fatuidad de tal modo que abochorna. Así, no fue casualidad que casi un equipo entero de estos consuetudinarios perdedores comenzara este año conturbando el verano de Villa Gesell acusados de asesinar a un joven tan indefenso como inocente, casi a modo de diversión y en patota (porque “uno a uno arrugan todos”, decía el "stur" Starna en mi pueblo natal). Tampoco extrañan las repetidas denuncias a rugbiers por abusos sexuales colectivos.

De la polémica Maradona a la repudiable xenofobia de Los Pumas

Nunca son los integrantes de un equipo de vóley, jamás los chicos del hándbol, los jugadores de básquet, la delegación de equitación, esgrima o natación. Nunca. Siempre son los niños mimados del fracasado rugby. En el fondo, parecen conformar una secta que adora a Hybris y reverencia a Narciso. Secta que no le hace nada bien a una nación que está muy mal. Pero, y tal vez por eso mismo ¿a quién le importa? ¿Qué le hace una mancha más al tigre?... Al "Puma", claro...

La aislada, milagrosa y única victoria, que llegó tras 44 años –¡CUARENTA Y CUATRO!– de crueles derrotas, llamadas de "aprendizaje" por quienes fracasaban y "dignas" por la prensa cómplice que surfa la onda que ella misma genera, aprovechándola para viajar a la hermosa Oceanía una vez por año, el 14 de noviembre y por las siguientes dos semanas, alcanzó su clímax. Ese solitario triunfo fue comparado a los títulos mundiales de Carlos Monzón, a las Copas del Mundo del fútbol nacional, a la saga vencedora de Guillermo Vilas y a los cinco campeonatos mundiales de F1 de Juan Manuel Fangio, entre otros hitos mayúsculos. Señores, nuestros domesticados "Pumas" solo ganaron UN (1) partido, ni siquiera el mero triangular. Así, es una herejía darle otra dimensión, es una total afrenta a los méritos deportivos de los campeones mencionados y de tantísimos otros atletas que, virtuosamente, colgaron valiosas medallas en su pecho y fueron reconocidos internacionalmente porque conquistaron algo. Los "Pumas" no ganaron nada. Apenas un descolgado partido de un petit torneo que los incluye para que sean últimos, siempre últimos, eternamente últimos. Los aduladores "argentos", en cambio, ganaron un festejo, el del "día de la estupidez nativa". Y volvieron a perder el campeonato de la mesura, el discernimiento, la cordura, el juicio y la lucidez... Así estamos.

*Periodista.