OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

El plan de llegar a las elecciones

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"Vamos viendo". Hay dólares para patear un acuerdo con el FMI. | cedoc

En el último tramo de 2020 mucho se hablaba de las incertidumbres que causaba “pasar el verano”, en un contexto en que estacionalmente suele mermar la oferta de dólares en el mercado cambiario oficial a la vez que cae la demanda de pesos de los agentes pasado el mes de diciembre, con su consiguiente correlato que es el riesgo de que aumente la dolarización de portafolios. Con menos oferta y más demanda de divisas, se temía por el resurgimiento de las tensiones cambiarias, suba de brecha y eventuales reacomodamientos del tipo de cambio oficial dado el exiguo nivel de reservas netas en el balance del BCRA.

Sin embargo, nada de esto ocurrió y tuvimos un verano tranquilo en la dimensión cambiaria y financiera. O sea, el ministro Martín Guzmán tuvo su puente de estabilidad hacia la cosecha gruesa. De hecho, en lo que va del año (al 19 de marzo), el Banco Central compró nada menos que US$ 2.043 millones de dólares a partir del exceso de oferta de dólares privados y, si bien el BCRA utilizó buena parte de esos dólares que compró para pagar vencimientos de deuda a organismos internacionales y comprar bonos en dólares y venderlos por pesos en el CCL para estabilizar la brecha, lo cierto es que también consiguió que las reservas internacionales brutas aumentaran un poco (US$ 341 millones) y que las netas dejaran de caer.

Y todo esto se dio aún a pesar de que las autoridades le imprimieron a la política económica un carácter más electoralista e intervencionista apartándose parcialmente del sesgo hacia un mayor pragmatismo que le venía imprimiendo Guzmán desde octubre. ¿Qué pasó?

Sin dudas, una constelación de astros se alineó favorablemente, ocupando en ello un rol fundamental el salto de los precios de las commodities y el aumento del valor de la cosecha. La soja aumentó nada menos que 34% desde fin de octubre, y el maíz 38%. Esto permitirá alcanzar una cosecha récord de unos US$ 41.000 millones, nada menos que 35% más que en 2020 y todo aún con una caída estimada del 10% en las cantidades cosechadas por el efecto climático adverso que significó la Niña. Asumiendo que se liquidan en el mercado cambiario un 70% de ese monto (similar al ratio promedio entre 2016 y 2019) tendríamos casi US$ 8.500 millones de dólares adicionales de oferta en el MULC para este año.

Esta mayor disponibilidad de dólares está posibilitando ya al BCRA comprar divisas y contribuyó a desactivar las expectativas de devaluación de corto plazo del tipo de cambio oficial en un contexto en que además la brecha cambiaria quedó estabilizada con una tendencia ligeramente declinante, “dominada” por las intervenciones del Banco Central en los mercados de MEP y CCL, comprando bonos en dólares (con los dólares que compró) y luego vendiendo las posiciones en pesos. Y la expectativa es que siga realizando esta práctica en forma creciente, sobre todo a partir de abril, con las mayores liquidaciones de la cosecha. Así las cosas, hoy la tasa implícita de devaluación del tipo de cambio oficial a 3 meses en los contratos de futuro está en niveles anualizados del 37% cuando a fin de diciembre estaba en 85%.

A esta alineación de factores favorables se sumó la asignación de Derechos Especiales de Giro (DEGs) del FMI a los países miembro. A la Argentina, por su cuota parte en el Fondo, le tocarán US$ 4.355 millones para sumar a las reservas, lo que le permitiría al Gobierno no tener que apurar un acuerdo con el FMI (que debería ser aprobado por el Congreso) antes de la elección de octubre. Estos DEGs alcanzarían eventualmente para pagar el 91% de los vencimientos de capital e intereses con el FMI en lo que resta del año si se demorase el acuerdo.   

Este marco de mayor oferta actual y esperada de divisas sin dudas está siendo un factor clave para que el Gobierno haya podido cambiar su regla cambiaria de devaluar en línea con la inflación pasada a hacerlo por debajo de la misma sin generar, por el momento, tensiones cambiarias y retroalimentando la desactivación de las expectativas de devaluación de corto plazo. Si bien por el momento y por unos meses más, usar el tipo de cambio como ancla puede ser efectivo, será clave monitorear cuánto atraso cambiario puede tolerar este mercado sin ruidos o turbulencias.

En definitiva, da la sensación de que los dólares para llegar a la elección de octubre sin acuerdo con el FMI, con la brecha estabilizada y devaluando el tipo de cambio oficial por debajo de la inflación, estarían. O sea, corriendo los problemas hacia adelante. Pero post elecciones, será inexorable que la Argentina, si no quiere “caerse del mundo” y quedar expuesta a eventuales crisis como las del pasado, acuerde un nuevo programa con el FMI, que deberá contemplar lineamientos muy diferentes a la estrategia actual del “vamos viendo” que incluye pisado de tarifas y atraso cambiario. La gran incógnita es si finalmente las autoridades estarán dispuestas a encarar ese camino. Por el momento, las señales claras en ese sentido están ausentes.