OPINIóN
Investigación especial

El “Tío Gildo”: un caudillo en el corazón de América del Sur

La astucia política de Gildo Insfrán, gobernador de Formosa, le ayudó a escalar y permanecer en el poder por más de 30 años, lo que constituye un récord en la Argentina contemporánea. Con la pandemia, su nivel de control social generó un choque que puso bajo el foco las falencias institucionales que le permitieron atornillarse en el poder, a la semejanza de otros caudillos de Latinoamérica.

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Gildo Insfrán, gobernador de Formosa. | fundación connectas

El 19 de marzo de 2020, el presidente Alberto Fernández declaró aislamiento social, preventivo y obligatorio en todo el país por la pandemia de covid 19. Dejó a cargo de las provincias el manejo de las políticas sanitarias. A lo largo del año, las medidas se fueron flexibilizando en el territorio federal, salvo en Formosa. El Gobierno de la provincia mantuvo medidas restrictivas aún sin que se detectaran casos positivos a covid 19. Hasta junio de 2020 solo dos provincias no confirmaban ningún caso. Una era Catamarca. La otra, Formosa. La provincia mantuvo su estatus sanitario sin circulación viral durante varios meses a través del ingreso administrado: cada persona debe solicitar el ingreso y esperar su turno. Una vez adentro, debía realizar cuarentena obligatoria de 14 días o hasta que el resultado del hisopado de negativo, en Centros de Alojamiento Preventivo dispuestos en escuelas, polideportivos, albergues del Estado. El sistema comenzó a fallar cuando la demanda de ingreso fue más grande que la capacidad de alojamiento. Más de 7000 personas quedaron varadas fuera de la provincia. Muchas de ellas, sin dinero o lugar donde dormir. En simultaneo, emergían relatos de irregularidades que terminaron en denuncias colectivas por vulneración a derechos humanos.

Zunilda Gómez, de 33 años, cursaba el tercer mes de embarazo de su cuarto hijo cuando, el 19 de diciembre, la policía se llevó a su familia de su vivienda en la ciudad de Clorinda, a 80 kilómetros de la ciudad capital, relata el informe de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que recopiló diferentes denuncias. Las autoridades encerraron a Gómez y a sus tres hijos, de 12, ocho y cinco años, en una habitación de hotel. El 5 de enero, Gómez empezó a tener un sangrado y pidió ayuda. Desesperada, pidió a su hija que saliera trepándose por la ventana para pedir ayuda.

Una hora después, la policía trasladó a Gómez a un hospital y dejó a sus hijos encerrados en la habitación del hotel hasta el día siguiente. Gómez sufrió un aborto espontáneo. Su esposo, que fue trasladado a un centro de aislamiento a 120 kilómetros de distancia tras resultar positivo, se enteró de la pérdida del embarazo cuando lo llamó un familiar.

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La Corte Suprema exigió a periodistas que indemnicen a Gildo Insfrán
 

Escándalo. Según el informe de Human Rights Watch, Formosa adoptó medidas abusivas en su respuesta al Covid-19: la policía realizaba búsquedas activas en barrios donde vivían personas que dieron positivo y se llevaban a la fuerza a los sospechosos de contagio, algunas veces sin que pudieran empacar ropa o artículos de higiene personal. Incluso sin una prueba confirmatoria de por medio.

Los testimonios recogidos por la organización reflejan situaciones de incertidumbre y desesperación, como el caso de una señora de 71 años que se cayó en el baño de un centro de aislamiento, se fracturó la cadera y las autoridades tardaron seis horas en llevarla a un hospital, según contó un familiar. Mientras que un grupo de decenas de personas encerradas con candados en el Estadio Cincuentenario casi prenden fuego a las colchonetas en señal de protesta y desesperación.

Mientras tanto, a las afueras de la provincia más de 7.000 personas, la mayoría formoseños que se encontraban por fuera, quedaron varadas a la espera de que abrieran las fronteras y les permitieran regresar a su hogar. Algunos tuvieron que acampar hasta seis meses a la orilla de la ruta hasta que un juez ordenó flexibilizar las condiciones de ingreso para residentes.

 

La policía se llevaba por la fuerza a sospechosos de contagio

Estas restrictivas medidas que implementó el gobierno de la provincia entre los meses de marzo y febrero de 2021, buscando frenar los contagios, se convirtieron en un escándalo nacional. Los Centros de Salud Pública y Derechos Humanos y de Salud Humanitaria de la Universidad Johns Hopkins, Amnistía Internacional, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación calificaron la situación de Formosa como hechos claros de violaciones de Derechos Humanos. Y pusieron todos los reflectores sobre la paradójica figura del gobernador, Gildo Insfrán, un hombre que lleva 33 años en el poder -25 como gobernador y ocho como vice- y ha gobernado con todo tipo de medidas autocráticas como esta con el permiso de su propio pueblo.

Como ningún otro dirigente provincial en Argentina o en el resto del continente, Insfrán consiguió dominar los mecanismos democráticos de su territorio hasta el punto de ganar nueve elecciones populares de manera consecutiva. A nivel mundial, solo 12 jefes de Estado actualmente en el cargo tuvieron mandatos más largos que el que lleva él al frente de su provincia.

¿Cómo es que este personaje logró hacerse tanto tiempo con el poder? 

Como otras figuras caudillistas en la historia latinoamericana, Insfrán logró monopolizar el manejo político de la provincia gracias a su astucia política. Una capacidad camaleónica para aliarse con otros políticos, un discurso popular y regionalista, y unas normas provinciales hechas a su medida lo han convertido en el único político de Argentina —y de Latinoamérica— en gobernar tantos años de manera ininterrumpida.

Un político del pueblo. Según el último censo, Formosa cuenta con 530.162 habitantes, que representan el 1,3% del padrón electoral nacional.

“Esta no es una tierra extraordinaria. La provincia de Formosa, en el noroeste argentino, es una planicie sin elevaciones con una vegetación que fluctúa entre el verde discreto de las zonas húmedas y los campos agrios de la sequía. No hay lagos, ni montañas, ni cascadas, ni animales fabulosos. Apenas el calor del trópico mezclado con el polvo en una de las regiones más pobres del país”, escribió la cronista Leila Guerriero sobre el territorio.

En esa tierra calurosa y difícil nació Gildo Insfrán el 19 de enero de 1951, en el pueblo Laguna Blanca, hijo de una familia de inmigrantes paraguayos. Es el menor de tres hermanos. Su padre, un ex combatiente de la guerra del Chaco, murió cuando Insfrán era un niño y, Miguel, (“Joni” para sus íntimos) su hermano mayor, tuvo que hacerse cargo de la economía familiar. También, solventó sus estudios universitarios en la provincia de Corrientes, donde el ahora gobernador se graduó como médico veterinario. Es a ese hermano mayor a quien ve como un padre y a quien acude antes de tomar cualquier decisión, según cuentan sus familiares y allegados. 

Gildo Insfrán, dueño y patrón de Formosa
 

En la Universidad Nacional del Nordeste, Gildo Insfrán comenzó su militancia política. Primero coqueteó con el maoísmo en el Partido Comunista Revolucionario (PRC), pero rápidamente se afilió al Partido Justicialista. Con el regreso de la democracia, en 1983, se postuló para diputado provincial representando a Laguna Blanca y sus días como veterinario quedaron atrás.

Ese año, el triunfo presidencial de Raúl Alfonsín renovaba el espíritu democrático en una sociedad devastada por el legado de la dictadura militar de 1976. El país volvía a las urnas y eso implicaba, entre otras cosas, tejer alianzas electorales. En el norte comenzaba a forjarse un trinomio cuyos nombres perdurarían hasta la actualidad: Vicente Joga, Floro Bogado y Gildo Insfrán.

Cuando era estudiante universitario coqueteó con el maoismo

En las elecciones provinciales de 1983, el joven veterinario de ojos azules logró su escaño en la Legislatura provincial y durante su tiempo como legislador se dedicó a recorrer la provincia de punta a punta. Sin hacer mucho ruido. “Era terrenal, el que paraba para hablar con la gente común, el que hablaba, al que podías tocar, algo que con Joga no pasaba, era un tipo cercado y no tenía contacto con la gente”, relató un funcionario cercano al gobernador que lo acompañó desde sus inicios. De a poco, comenzaba a encantar. 

Al “Tío Gildo”, como empezarían a llamarlo años más tarde dentro de las juventudes afines a su partido, le gusta pasearse en su camioneta cada domingo por la capital de la provincia, detenerse en las esquinas y hablar con las personas. Tiene incluso un recorrido habitual por la vía costanera, a la orilla del río Paraguay, su mayor obra, su orgullo e, incluso, el mayor atractivo de la ciudad. Durante sus paseos, sentado siempre al lado de su chofer, Insfrán sonríe. Poco importa si recibe halagos o reclamos, siempre sonríe, saluda y avanza. 

Casi como si fuese un santo, retratos con su imagen se esparcen en oficinas públicas y también en casas de familias donde comparte altares paganos con las figuras de Juan Domingo Perón y Evita. “Es que él nos dio todo cuando no teníamos nada, de repente los chicos tenían zapatillas nuevas, útiles y guardapolvos nuevos para comenzar las clases. Tenías una sidra, un pan dulce para brindar en navidad y una carta de salutación del gobernador”, cuenta un vecino del barrio San Agustín de la capital formoseña.      

Afecto y autoritarismo. En su despacho, ubicado en el Congreso de la Nación, Luis Naidenoff, el senador radical por Formosa y actual jefe de bloque de la oposición, sostiene que uno de los factores que mantiene a Insfrán en el poder es ese lazo afectivo que creó con el pueblo. “Consolidó un liderazgo autoritario afectivo y un nivel de sometimiento y dependencia del Estado”. Pero creó también un “cóctel institucional que incluye la ley de lemas , que favorece al gobierno”.

La ley de lemas rige hoy en Formosa (para las elecciones legislativas y municipales), Misiones y Santa Cruz.  

Para Naidenoff “la oposición no logró en todos estos años generar una alternativa que tenga la capacidad de contagiar a la sociedad”. Entiende que el quiebre que se produjo en la pandemia tiene que ver con el recambio generacional: “es esta nueva generación la que tiene una mirada integral, la que tiene la rebeldía real de decir ‘esto no funciona más’”. 

Tras vestirse de presa, Bullrich dijo que "Gildo Insfrán ha matado a la democracia" en Formosa
 

El Senador, que asumió su banca en 2005, afirmó que solo habló dos veces en su vida con el gobernador: “una por un motivo personal”, tras el fallecimiento de su esposa e hijo por inhalación de monóxido de carbono en 2018; y la otra cuando Insfrán lo convocó a su despacho días después de la represión para dialogar sobre posibles soluciones al conflicto ocasionado por las medidas restrictivas impuestas por el gobierno. Así, lejos de los motivos de su actividad, el primer encuentro entre los políticos fue, en realidad, el encuentro de dos hombres que comparten una tragedia igual como es perder a un hijo. 

El gran acercamiento del gobernador con el pueblo se materializó a través de la creación del operativo “Por nuestra gente Todo”, que contempla una serie de actividades en barrios o distintas ciudades de la provincia y donde todas las áreas de gobierno se trasladan al lugar para llevar adelante diferentes servicios o prestaciones. Se realiza los sábados e incluye atención médica de diferentes especialidades, charlas de prevención de enfermedades como el dengue, vacunación de mascotas, actividades deportivas, anuncios o inauguración de obras. El operativo es la cita habitual de los funcionarios con el pueblo y cada edición concentra a cientos de personas. 

Además del gobernador, asisten otros miembros del gobierno, autoridades de las fuerzas, titulares de instituciones médicas y educativas, y militantes para acompañar al “conductor”, como llaman a Insfrán sus adeptos. 

Astucia. Insfrán se mueve con la astucia de quien sabe lo que hace. Así como resistió el bombardeo mediático durante la rebelión de sus “comprovincianos” , como acostumbra a llamar a los y las formoseñas, el gobernador logró blindar su vida personal con la construcción de un muro, material y simbólico, a su alrededor. Nunca habitó la casa destinada a los gobernantes y la única imagen de su hogar que alguien puede tener hoy, desde que decidió mudarse de su casa en la zona céntrica, es un enorme muro marrón. 

También están en política su hermano, su hija y  dos sobrinas

El hermetismo es su virtud y capital político: nunca nadie logró captarlo en apuros en lo que respecta a su vida privada y así, los rumores que hablan de vacaciones en Maldivas con una supuesta novia o de su supuesta costumbre de regalar carteras importadas, son solo simplemente eso, rumores, que nunca aterrizan con la fuerza de una verdad. Desde que terminó su matrimonio con la madre de sus hijos, Teresa Baldús, nunca volvió a mostrarse al lado de otra mujer. 

A diario viste discreto, de traje para algunas ocasiones, o pantalones vaqueros con camisas y chombas, a veces coloridas y en su mayoría de la marca Lacoste. No mucho más. 

Insfrán no es el único de su familia que se dedica a la política. En la función pública también se encuentra su hermano diputado, su hija diputada, una sobrina en Legal y Técnica, y otra sobrina concejal. 

El Modelo. “De una manera muy inteligente, Gildo Insfrán comenzó a trabajar sobre los formoseños” aprovechando su rencor hacia los porteños, afirman entrevistados que prefirieron resguardar su nombre.

Esta visión quedaría materializada la publicación del “Modelo Formoseño”, un manual doctrinario que distribuyó entre sus militantes y se convirtió en la antorcha sagrada de su gestión. A quien critica sus políticas se le considera como es un “traidor al Modelo”. El documento hace énfasis en la reivindicación de los derechos sociales, propia del estado benefactor del peronismo -doctrina que Insfrán sigue con fervor-, en un personalismo excesivo (el nombre de Gildo aparece 269 veces) y en una identidad formoseña que se ha esmerado en construir. 

“Insfrán intentó imponer la idea de que en la provincia somos bilingües, que hablamos castellano y guaraní, pero no vas a encontrar una persona que lo demuestre”, cuenta Gabriel Hernández, ex intendente de la ciudad de Formosa entre 1999 y 2003. Hernández coincide con la teoría del resquemor que siente el gobernador con los ciudadanos de la capital de Buenos Aires y de otras grandes ciudades. Como la esencia de la Argentina misma, Formosa es un territorio que fue poblado por hijos de inmigrantes y pueblos indígenas.  

En una de sus últimas apariciones públicas, fiel a su poca simpatía con las grandes ciudades, Insfrán tildó de “zánganos” a los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires. “Los porteños, que no saben lo que es plantar una lechuga, quieren venir a indicarnos lo que tenemos que hacer. Zánganos que viven del esfuerzo y del trabajo de todo el pueblo argentino”, lanzó el gobernador.  

Hernández afirma que su paso por la intendencia fue “traumático” porque Insfrán, al perder su candidato la alcaldía, optó por cortarle los recursos y demorar el pago de los sueldos de los municipales hasta crear un clima de trabajo insostenible.

Actualmente, el ex funcionario mantiene un litigio judicial con el gobernador, proceso que se encuentra en la Corte Suprema de Justicia, por las declaraciones de un oyente anónimo que en el programa de radio de Hernández deslizó la idea que el mandatario estaba involucrado en el fallecimiento de su hijo.   

Quien bien se rodea. Si a algo debe Insfrán su larga administración es a un suceso determinante: una reforma constitucional. En 1987, su estilo político y capacidad para acercarse a los formoseños llamó la atención de Vicente Joga, quien era gobernador. Insfrán supo aprovechar esa oportunidad y aliarse con una de las figuras más prominentes de la política formoseña. No dudó cuando el llamado León del Norte le ofreció acompañarlo en las elecciones como vicegobernador.

Una vez electo, Joga redondeó su plan con una reforma constitucional en 1991, que permitía una sola reelección inmediata y gracias a la cual obtuvo ese mismo año un nuevo mandato. Como el resto del país, Formosa atravesaba una profunda crisis económica e Insfrán fue el elegido por el propio Joga como su sucesor para ser la cara visible del ajuste económico que debían llevar adelante en la provincia. La misión encomendada a Insfrán era simple: gobernaría la provincia durante los años de recortes económicos, resistiría la presión de una sociedad molesta por la falta de recursos y luego volvería para atrás para darle lugar, nuevamente, a Joga. Pero este último no advirtió las redes tejidas por el candidato durante sus años como legislador y, lo que Joga pensó que era una jugada maestra, fue en realidad su pase a la desgracia política.

Fue electo gobernador de Formosa por primera vez en 1995

Como estaba previsto, Insfrán ganó las elecciones de 1995 y su primera promesa como gobernador fue “sacrificarse por el bien común. “Yo estaré al lado de quien me necesite, sin preguntarle quien es; pero no deben equivocarse y pensar que esta provincia crece y se transforma sola porque necesita del trabajo responsable de sus hijos”, advirtió. De entrada, también, le dejó un mensaje claro a la oposición: “el que triunfa gobierna y el que pierde apoya, como lo dijo Balbín alguna vez”. Esto refiriéndose a los políticos opositores que ya comenzaban a mostrar su desacuerdo con su desembarco en el poder.

Sus allegados dicen que “el ‘gober’ es leal a los suyos” y así lo demuestra su gabinete integrado por las personas de siempre. Es que Gildo no arribó a la gobernación solo y tiene sus incondicionales: Armando Felipe  “Papacito” Cabrera, apoderado del PJ y presidente provisional de la Legislatura, y Antonio “Pomelo” Ferreira, jefe de gabinete.  “Con ellos llegó y con ellos se irá”, afirman desde su entorno.  Durante su mandato hizo propio el poder construido por su predecesor y comenzó a borrarlo de la historia de la provincia. En 1999 rompió definitivamente con su antiguo mentor político y se lanzó por su cuenta para la reelección inmediata. Joga desapareció del escenario político. 

Ya en el cargo, el gobernador supo aliarse con políticos prominentes de la esfera nacional -otro de sus grandes talentos- que le permitieron recursos y capital político para desarrollar su modelo y atornillarse en el cargo. 

En el 98 se convirtió en el engranaje en Formosa del entonces presidente Carlos Menem, quien buscaba una reforma constitucional para reelegirse una vez más nuevamente. Su apoyo era un tiro a dos bandas: por un lado, consolidaba sus alianzas con el gobierno nacional y, por otro, preparaba su discurso para su propia reelección (en su momento también inconstitucional). La aspiración de Menem se frustró un año más tarde, pero Insfrán supo vadear la derrota de su aliado nacional.

De Menen a Kirchner. En la crisis de 2001, un ex funcionario y perteneciente a su núcleo íntimo cuenta que Insfrán -ya con una fuerte presencia dentro del Partido Justicialista- se instaló en Buenos Aires con la intención de ayudar a encontrar una salida pacífica al conflicto, impulsando siempre a los ediles peronistas y se convirtió en una pieza clave para la asunción de Eduardo Duhalde como presidente interino.

Con el llamado a elecciones anticipadas aparecieron nuevos y viejos nombres que aspiraban a llegar al Poder Ejecutivo y prometían traer la calma que el pueblo tanto necesitaba. Entre ellos, estaba alguien que le recordó a sí mismo, a su manera de hacer política, desenfadada y alejada de los protocolos: Néstor Carlos Kirchner. Hasta ese momento era un ignoto político de una pequeña provincia del sur. Insfrán vio en él potencial y decidió apoyar su candidatura, incluso por encima de la del ex presidente Menem, su viejo aliado. Por azar, o por una desarrollada astucia política, la jugada le salió bien.

Apenas tres días después de asumir la presidencia, el 28 de mayo de 2003, Kirchner arribó a Formosa y firmó el Acta de Reparación Histórica que significó el desembolso de grandes sumas de dinero para obras públicas o, como desde el Estado decidieron llamarlo, “un desagravio por tantas décadas de marginación”.

La propuesta encajó perfecto con las reclamaciones del Modelo Formoseño sobre el olvido histórico de la capital del país con la provincia y, gracias a esos recursos, el gobierno de Insfrán pobló Formosa de escuelas, hospitales, rutas y polideportivos a los que le imprimió su marca de agua: techos azules. Desde ese momento, todas las obras realizadas por el estado provincial tienen sus característicos techos azules. La reparación histórica fue, sin dudas, el hito de su consagración. 

El gran acierto con Kirchner le permitió el capital político para sacar adelante una nueva reforma constitucional en 2003, que le abrió la puerta a la reelección indefinida. Insfrán volvería a reelegirse de nuevo nuevamente ese año, en 2007, 2011, 2015 y 2019.

Ortodoxia ante La Cámpora. Peronista ortodoxo, de los pocos que quedan, integrante de la mesa chica de los gobernadores del PJ, hizo del concepto “justicia social” un verdadero eslogan y lo recuerda en cada aparición pública. Esa adhesión a las ideas más primarias del peronismo le significó un problema cuando su amigó Kirchner murió y la ex presidenta Cristina Fernández asumió el control del partido y se convirtió en la líder política del movimiento. Así como Néstor fue su amigo y aliado ideal, la irrupción de Fernández fue un problema: una agenda progresista que para él nada tenía que ver con el “peronismo de Perón”. 

En esos años, Gildo vio amenazado su liderazgo con el avance de La Cámpora, y rápidamente creó la AFUS, la Agrupación Formosa Unidas y Solidaria, el movimiento donde aglutinó a los jóvenes de la provincia para no darle entrada a la agrupación kirchnerista, lo que se tradujo en una relación ríspida con Cristina Fernández. 

De la polémica reforma de la Constitución Provincial hay arrepentidos confesos, como el caso de Adrián Bogado, ex diputado provincial e hijo de quien acompañó a Insfrán como vicegobernador hasta el día de su muerte, Floro Bogado. Bogado hijo es contundente: “me pesa haber votado la reforma”, dice. Pero, en su momento, fue quien levantó la mano, en una sesión que contó solo con la presencia oficialista, junto a otros diputados que cambiaron la cara de la provincia para siempre y le dieron vía libre a Insfrán para eternizarse en el poder. 

Ubicado hoy en el peronismo disidente, Bogado sostiene que el gildismo perdió hace tiempo la esencia de las ideas peronistas, confía en que la ruptura del status quo que se vio durante la pandemia traerá consecuencias políticas y no tiene dudas de que “estamos ante el fin de este gobierno”.

En el período iniciado en 2003, Insfrán consolidó su hegemonía política (ganó las elecciones de 2007 con 76 por ciento de los votos, su mejor registro). También ha recibido denuncias de corrupción. La más importante fue cuando el empresario Alejandro Vandenbroele, principal señalado en el Caso Ciccone, declaró que había pagado coimas a Insfrán por recibir un contrato para asesorar a la gobernación sobre el manejo de su deuda con el Estado Nacional.  Lo curioso es que la causa ya cuenta con condenados, que incluye al ex vicepresidente Amado Boudou, pero el tramo donde se investiga a Insfrán, a su ex ministra de Economía Inés Lotto de Vecchietti, a Jorge Ubaldo Melchor, ex titular del Fonfipro, y a Martín Cortés, presidente del Banco de Formosa (entidad que recibió el dinero), no tuvo avances en la justicia.  

Formosa es la provincia con menos empleados en el sector privado

El gran empleador. Otro factor que ayudó a consolidar el poder del gildismo es el extraño modelo productivo de la provincia. A nivel macroeconómico, la mayor fuente de ingresos de Formosa proviene de la coparticipación (es decir, la distribución que realiza el Gobierno nacional a las provincias partir de la recaudación de impuestos). 

Carlos Gervasoni, doctor en Ciencia Política y jefe del departamento de investigación de la Universidad Torcuato Di Tella, sostiene que la permanencia por tanto tiempo en el poder de Insfrán surge desde la estructura misma del sistema federal argentino, que les confiere a las provincias cierto grado de autonomía.

“La recaudación propia de Formosa es mínima en relación con lo que recibe del Gobierno Federal, cerca del 97% proviene de la coparticipación federal”, aclara Gervasoni, lo que genera “gran dependencia del Estado”. En su opinión, “la mayoría de la gente depende del Estado, tanto las empresas como los medios de comunicación. Esto empodera al poder provincial”.

En todo el país, Formosa es la provincia con menos empleados registrados en el sector privado: 27.444; y la que menos exporta: en 2016, apenas alcanzó los 21,8 millones de dólares. Es la segunda con mayor cantidad de empleados públicos en relación con los trabajadores privados: 167 por cada 100. Sólo Catamarca la supera por poco margen. Dichas cifras corresponden a los datos más actuales del Ministerio del Interior de la Nación, correspondiente al 2017.

 “La cuestión, explica Gervansoni, es en qué gasta el gobierno provincial el dinero. Si el dinero fuera a inversiones productivas como educación, salud, infraestructura, rutas, internet, ciencia y tecnología, puertos y aeropuertos que permitan el comercio, exportar a Brasil o Paraguay o donde fuera, Formosa poco a poco debería converger, qué es lo que la teoría económica dice. El problema es que todo ese empleo que Formosa tendría para ofrecer al sector privado está tomado por el sector público”.

Formosa aportó en el último año menos del 0,1% del total de las exportaciones nacionales, según se indicó en el informe “Origen Provincial de las Exportaciones” (OPEX), del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). “Cuando todo el mundo depende del Estado provincial, la oposición tiene muy pocas chances”, afirma Gervasoni.      

Pobreza. Esto ha sido, según referentes de la oposición, una política deliberada. “Hasta hace 30 años Formosa era productivamente importante, generadora de recursos y empleos, especialmente en las zonas rurales. Era una provincia sustentable. De eso queda poco o nada. En un porcentaje absolutamente mayoritario se vive de un empleo público o de planes sociales”, contó en una entrevista Ricardo Buryaile, ex ministro de Agricultura del gobierno de Mauricio Macri y actual diputado radical por Formosa. 

Esta definición es una de las posibles respuestas a su permanencia en el poder. Aunque cumple con lo que parecen los principios básicos de una democracia como elecciones en los plazos estipulados, una Legislatura que funciona y una oposición participante, esta última no cuenta con los recursos del oficialismo para una campaña y son pocas las posibilidades de dar una batalla electoral de igual a igual.

Por otro lado, lo que ha funcionado muy bien para el gobernador no lo ha hecho de la misma manera para los formoseños. Formosa sigue siendo una de las provincias más pobres de Argentina. De acuerdo con los últimos datos del INDEC, en el primer semestre de 2020 en la capital de la provincia el 42,4% de las personas eran pobres y el 8,8%, indigentes. Esto significó un incremento en la pobreza de 2 puntos con relación al mismo período del año 2019. 

Formosa es también la segunda provincia detrás de Corrientes con el mayor índice de mortalidad infantil, con 11,3 casos cada mil nacimientos, según los últimos datos oficiales disponibles, correspondientes a 2018. Asimismo, encabeza el ranking nacional de mortalidad materna, con 14,4 casos cada 10 mil nacimientos. 

Su PIB representa menos del 1% a nivel nacional y, como los recursos le llegan a la gobernación desde la Nación, tiene pocos incentivos para mejorar la productividad de la provincia y recoger así más tributos. En cuanto al empleo privado,  se registran 5,2 empresas cada mil habitantes, cuando el promedio nacional es de 14,5, según los últimos datos publicados por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, en 2017.  

Un modelo agotado. Así como la pandemia, la crisis política tomó por sorpresa a los gobernantes formoseños. Las estrictas medidas impuestas por el gobernador alteraron como nunca antes a la población. Por primera vez, de manera espontánea, el 5 de marzo de 2020 la gente salió a la calle a protestar. Insfrán le devolvió a su pueblo una brutal represión policial, que incluyó balas de gomas y lacrimógenos vencidos en 1995, disparados directamente a los manifestantes.

Las elecciones de noviembre podrían alterar el rumbo de su gobierno

Julieta González es periodista y fue golpeada y detenida mientras cubría la protesta. Detalló que “la policía golpea a una mujer que quería colgar un cartel en un escudo de la policía. Ahí fue cuando la policía le pega un bastonazo en la cabeza. Eso fue el detonante para que la violencia y el descontento de la gente aunara mucho más lo que fue posteriormente la represión”. Estuvo detenida, e incomunicada junto a otras mujeres, siete horas.

Hasta ese momento, Insfrán nunca había necesitado recurrir a la violencia directa sobre ciudadanos. Su complejo entramado de poder pasa por otro lado. Se teje desde adentro, de manera silenciosa y meticulosa, alejado de los flashes de la prensa nacional.

Pero la pandemia lo puso contra las cuerdas. Después de las protestas y las consecuentes denuncias de represión, la aceptación del gobernador se vio resentida. Según una encuesta realizada en marzo de 2021 por la consultora Acierto, a nivel nacional Insfrán tiene una imagen negativa del 49,7 por ciento y una positiva de solo el 13,8. 

Futuro. En las PASO el PJ formoseño sufrió una significativa pérdida de votos, nunca antes registrada, por lo que el gobernador con más años en el poder en Argentina centró sus fuerzas en remontar la elección de cara a las generales de noviembre. Por primera vez, se enfrenta ante la posibilidad de perder una banca en el Congreso de la Nación y varias en la Legislatura local, lo que comprometería la mayoría automática que le permitió durante sus años de gestión aprobar presupuestos y nombrar jueces sin la necesidad de un acuerdo con partidos opositores.

“El problema es que, lo que sirvió en su momento, hoy no sirve más”, afirma un militante territorial del gildismo, crítico de la gestión pero adepto al gobierno, para quien “cuando uno pasa tantos años arriba, se aleja del pueblo, no se puede leer con claridad las verdaderas necesidades”.

Sin embargo, aún hay muchos que lo defienden. El propio Alberto Fernández no ha dejado de respaldar públicamente al gobernador formoseño y en mayo del año pasado, incluso afirmó que era su “amigo” y sus medidas restrictivas “el modelo a seguir” para la economía pospandemia.

Al eterno gobernador aún le quedan dos años de mandato. Para las elecciones de 2023, tendrá 28 años al frente de la provincia y 72 de vida. Una popularidad golpeada por las denuncias de abusos en el manejo de la pandemia, que no lograron impedir un pico de contagios en XX que lleva ya XX contagiados y XX muertos. (se actualizará este dato al momento de la publicación).     

Después de 33 años y a semanas de las elecciones legislativas que podrían cambiar el rumbo de su gobierno, el escenario es incierto. Es imposible determinar si la pandemia, que fue también un escenario ideal para desnudar las redes tejidas por un gobernador que resiste en un cargo sin alternancia, dejará también grave consecuencias políticas.

*Periodista. Esta investigación se realizó con el apoyo de la fundación Connectas, la Red Ruido  y el International Center for Journalists.