La maternidad no es innata en tanto y en cuanto no todas las mujeres nacen o desarrollan el deseo de ser madres. Y muchas mujeres se van dando cuenta de que no es necesario, que no se “completan” teniendo un hijo (que es una mentira en sí misma porque en realidad nada completa, siempre nos faltará algo) y que se puede prescindir de poner el cuerpo para traer un ser al mundo, como se pueden prescindir de otros imperativos de felicidad impuestos culturalmente.
Cada tanto es noticia alguna madre que maltrata, abusa o mata a su hijo, y entonces uno se pregunta, ¿dónde está allí el instinto materno?
Ser progenitora, parir, no es lo mismo que ejercer con responsabilidad y amor la función materna. No todas las mujeres tienen el deseo de tener un hijo. Y allí pueden jugarse diversas razones de carácter biológico como psicológicas o sociales. Las funciones maternas y paternas son una construcción social que fue cambiando con el curso de la historia.
No es suficiente con tener ganas de ser madre, sentir el deseo de tener un hijo, deben considerarse un montón de condiciones personales, ambientales, económicas, y ser conscientes de lo que implica la responsabilidad que se va a asumir.
En un pasado cercano, sin que sus efectos y consecuencias hayan desaparecido del todo, las niñas y adolescentes eran violadas, entre otras cuestiones perversas, para que haya descendencia, formato que obedecía al dispositivo de una sociedad patriarcal y a la violencia machista. El imperativo, “la mujer si no es madre no está completa”, condujo, y todavía conduce, si no se cumple con ese mandato, a la culpa y al desencadenamiento de diversos problemas psicoemocionales.
Pero gracias a la lucha de los colectivos feministas y a una nueva conciencia social, en la actualidad muchas mujeres pueden elegir, reconsiderar si tener hijos, a qué edad y cuántos tener, o viven felizmente sin ser madres. Cada vez se acepta más que un hombre o una mujer sean padre o madre sin tener pareja, o que hayan padres o madres del mismo sexo, como así también se considera la adopción, el alquiler de vientre o gestación subrogada, no solo por impedimentos biológicos sino como opción para no poner el cuerpo y sus consecuentes alteraciones psicofísicas y emocionales.
Amarte para poder amar. Cuidarte para poder cuidar.
Hay muchas formas de establecer relaciones estrechas con individuos, incluso con mascotas, y entonces puedan jugarse los roles maternos y paternos, dar amor y cuidar. Es más sencillo parir que hacerse cargo de una crianza. La crianza debe asumirse desde una responsabilidad, desde un sentimiento profundo a favor de la vida, con la conciencia de la importancia que implica el cuidado de un ser humano que en principio es enteramente dependiente.
Tendencia demográfica: las argentinas son madres a mayor edad y tienen cada vez menos hijos
La maternidad es una construcción, un combo entre lo biológico, lo psicoemocional, las experiencias de vida, la familia y el tiempo social en el que toca vivir. Depende de estímulos y de identificaciones conscientes e inconscientes.
Cada persona es única porque su vida no solo rige desde aspectos fisiológicos sino también por lo adquirido en el curso de su desarrollo. Somos seres psicofísicos, espirituales y en interacción social, donde la historia y las experiencias vividas van marcando las decisiones que tomamos.
Necesitamos de reciprocidades afectivas, nadie es independiente enteramente, salimos de la indefensión inicial hacia una progresiva autonomía, pero esa autonomía nunca es sin los demás, prescindiendo de interacciones emocionales. El amor se desarrolla desde el que nos dan, en el arranque de la vida, en el mejor de los casos, hacia la capacidad de amar a otras personas.
Desde una autoestima sana, el amor dirigido a uno mismo, sin caer en el narcisismo, hacia el que se nutre en las interacciones. El mandato cristiano “Ama a tu prójimo como a tí mismo” sintetiza dos formas de amar que se retroalimentan: solo quien se ama puede amar, solo quien se cuida puede cuidar.
“El amor que te llevas, es equivalente al amor que das”, dice The end, la última canción que grabaron The Beatles. Nadie puede amar y cuidar, sanamente, si no se ama y no se cuida a sí mismo.
A la hora de decidir si tener un hijo o no, no es suficiente el instinto materno, si es que existe y se tiene, resulta fundamental leer el momento personal, articular el deseo con la razón, filtrar lo que se quiere con lo que se puede, a las ganas de ser madre, sumarle preguntas, pensar, para luego sí actuar en consecuencia.
La maternidad no es necesaria, es un deseo personal, no llena ningún vacío ni completa, no salva ninguna crisis, es una forma singular de amar y de interactuar con otro ser humano que al principio solo dependerá de cuidados y estímulos para poder vivir y crecer sanamente.
Si una mujer decide ser madre, debería ser desde un deseo genuino, asumiendo el compromiso y la responsabilidad que implica la crianza. Criar es cuidar. El cachorro humano, sin un cuidado, muere. El ser naciente necesita de un contexto sano, además de alimentos, amor y estímulos, condiciones emocionales y económicas estables para que pueda desarrollarse, crecer y armar su propio camino.