OPINIóN
Migrar

Irse del país: la necesidad de construir una segunda oportunidad

En cada persona que viaja está la necesidad de buscar nuevos horizontes para el desarrollo personal y familiar, impulsos que están presentes a la hora de tomar la decisión de cambiar.

Qué hay que saber antes de viajar en low cost
Aeropuerto | Weekend

Hay experiencias que solo una vez vividas se pueden comprender en su totalidad. Migrar es una de ellas. Solo quien dejó su patria para empezar de nuevo puede entender lo complejo que resulta acostumbrarse a una cultura nueva, a vivir lejos de sus afectos y construir nuevas relaciones.

En tiempos donde la opción de irse siempre aparece como una de las primeras posibilidades cuando se piensa en el futuro, sobre todo para los jóvenes, se vuelve necesario para la pelota y pensar bien a la hora de tomar una decisión tanto desde el punto de vista individual, como también desde lo colectivo e institucional. Observar con detenimiento qué herramientas existen para contener y brindar asistencia a los argentinos y argentinas que por distintos motivos están residiendo fuera del país.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el término migrante refiere a cualquier persona que se desplaza, o se ha desplazado, a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia. Para los parámetros internacionales y repasando la historia hay distintas situaciones que pueden ser proclives a una mayor migración, las que se dan de manera forzada por conflictos bélicos o raciales, pero en la mayoría de los casos la causa más esgrimida por aquellos que quieren migrar es por una mejora de las condiciones económicas.

Por qué muchos argentinos piensan en emigrar

Lo que muchas veces ocurre es que migramos con la idea de acceder a mejores recursos económicos cansado de las frustraciones internas, sin poder notar por la angustia y las urgencias, que tampoco contamos con el recurso psicológico para hacerlo. Irse, salir, lleva consigo una inevitable pérdida de capital social, cómo bien señala el sociólogo Abdelmalek Sayad “migrar es quitar un universo social por otro, todos los contactos y relaciones interpersonales que la sostienen son fragmentadas, rotas, durante esta transición”. Sabemos los problemas que dejamos atrás, casi que huimos de ellos pero no sabemos nada de los problemas con los que nos podemos encontrar cuando llegamos al nuevo destino.

Argentina se ha caracterizado en sus orígenes por las oleadas inmigratorias. Sin embargo, con el correr del tiempo y de los distintos acontecimientos internos -económicos, sociales y políticos- la posibilidad de migrar se fue haciendo más presente. Ocurrió con el exilio durante los momentos más oscuros de la historia reciente con los golpes de Estado de 1966 y 1976. Luego, las sucesivas crisis también hicieron ganar en popularidad frases como “la única salida es Ezeiza”.

Según datos oficiales cerca de un millón de argentinos residen hoy en otros países del mundo. El Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, muestra que somos uno de los países con mayor emigración de la región. Sin embargo, el porcentaje de residentes sigue siendo bajo en relación con el total de nuestra población alcanzando al 2,22% según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y comparado con otras naciones vecinas como por ejemplo Paraguay cuyo porcentaje de emigración supera el 12%.

Qué se tiene en cuenta a la hora de irse a vivir afuera

A la hora de comprender este fenómeno, más allá de los números estadísticos, en cada persona que viaja está la necesidad de construir una segunda oportunidad, de buscar nuevos horizontes para el desarrollo personal y familiar, impulsos que están presentes a la hora de tomar la decisión de cambiar.

La pandemia atenuó estas ansias, un poco por la imposibilidad de volar y el cierre de los aeropuertos, y otro poco – en menor medida- por tomar conciencia que muchos de los problemas que nos aquejan como la falta de trabajo son comunes, salvando algunas excepciones y en diferentes escalas, en todo el planeta.

En este sentido, la crisis del covid ha sumado una carga emocional a lo que implica la distancia y también deja abierta una incógnita respecto a lo que implicará estar lejos de casa de acá en adelante. ¿Qué pasa si me agarra una pandemia y estoy en otro país? ¿Aumentarán las restricciones de los países para el ingreso de extranjeros? ¿Serán más hostiles con las regulaciones internas?, habrá que ver como se desarrolla este 2021.

Un aspecto positivo de todo lo que nos pasó el último año fue la posibilidad de vincularnos a través de la tecnología. Las obras sociales validaron las consultas on line y ya las reconocen, por ejemplo, las instituciones educativas han avanzado en convalidar los conocimientos enseñados y aprendidos a través de la virtualidad, confiamos más en la compra y venta de productos y servicios desde las plataformas digitales y toda esta tendencia, forzada por el aislamiento, llegó para quedarse y es una ventaja muy importante para los que estamos afuera y que tenemos que aprovechar lograr una mejor convivencia en y con el universo migrante.

Migrar es morir un poco

El recorrido de estos años refleja que han aumentado las consultas de los argentinos que viajan al exterior y necesitan soporte terapéutico después de viajar. Es por ello, que necesitamos trabajar cada vez más en generar espacios de contención para las personas que viajan, y al mismo tiempo, formar a las y los profesionales que tengan la empatía, el profesionalismo y la sensibilidad necesaria para brindar herramientas para que sus compatriotas en el exterior puedan atravesar su estadía afuera de la mejor manera posible.

Así surge el proyecto Migrar, una red de profesionales que se forman para estar a disposición de los argentinos en el mundo. Nos propusimos construir un puente entre aquellos psicólogos y psicólogas que residen en otros países, que conocen bien los pormenores de la problemáticas en torno a la migración, y aquellos argentinos que en distintas partes del mundo salen a convivir con otras culturas día a día, lejos de sus afectos y costumbres.

Esto constituye un verdadero desafío, que muchas veces angustia, paraliza, frustra, pone en riesgo a las personas, y es necesario poder avanzar en este tipo de contención para que no quede solo la posibilidad de ir a pedir ayuda a un consulado, embajada o institución benéfica cuando existen caminos alternativos, mucho más efectivos que hoy gracias a la tecnología están a la mano y son cada vez más accesible.

Costumbres argentinas: el lado oscuro de irse del país

En tiempos de grietas y pujas internas de las más inesperadas donde el país parece estar jugando un River-Boca permanente, cuando atravesamos las fronteras para un argentino no hay nada mejor que otro argentino, más allá de la paradoja es eso lo que nos demuestra la experiencia. Los y las argentinas que buscan ayuda terapéutica se sienten mucho más cómodos, y es entendible, cuando el profesional es argentino. Esto podría extenderse a toda América Latina también con países con quienes compartimos algunos aspectos culturales que tenemos en común.

Me ha tocado armarlas valijas muy a menudo y desde hace rato y la idea es que podamos ayudarnos, estar más presentes, armar redes, para poder transitar el mundo de una manera más saludable, responsable y agradable.

 

*Lic. Fabiana Gallardo. Psicóloga especialista en Migración, expatriación e interculturalidad. MN 47294 IG. @linking_cultures