OPINIóN
Día Internacional

Familias para el desarrollo sostenible

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Rol. La familia conserva un rol protagónico y son evidentes los beneficios de contar con un hogar estable. | shutterstock

Las grandes transformaciones se generan a nivel micro y se expanden. Por ello, en el Día Internacional de las Familias vale recordar el rol central que ellas tienen con vistas a que el paradigma del desarrollo sostenible sea una realidad.

Como comunidades primarias, las familias están atravesadas por los diecisiete objetivos establecidos por Naciones Unidas en la agenda 2030, pero son a su vez un componente esencial para posibilitar su concreción. Porque las asociaciones de cooperación global que se impulsen para alcanzarlos deben tener su correlato en lo micro; y esto implica de manera directa a las familias, que no solo tienen que operar como alianzas, sino además favorecerlas. Ahora bien, para que esto se efectivice, las organizaciones de todos los órdenes deben disponer el terreno y los medios para que ellas actúen y desplieguen su potencial.

Estamos aprendiendo, sobre la base de una apretada secuencia de experiencias traumáticas para la humanidad, que el desarrollo no es un privilegio. Y que tampoco es sensato imaginar un progreso que ilumine sectores del planeta y suma otros en la oscuridad, ni dar sostenibilidad al conjunto de países, regiones o comunidades anclados en un modelo que enfatice grietas. Sabemos que nadie está aislado: la pandemia del covid-19 vino a ampliar esta certeza.

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En un artículo que mantiene plena actualidad, Bernardo Kliksberg –pensador argentino y referente internacional en ética para el desarrollo– destaca la centralidad de las familias y advierte sobre la situación de riesgo que presentan en América Latina debido a los altos índices de marginalidad y exclusión. Aquí las múltiples facetas de la pobreza ponen en tensión las realidades familiares y amenazan con su desintegración. Kliksberg enumera los elevados costos económicos que los países solventan por el debilitamiento de las familias y las señala como elementos fundamentales para lograr el desarrollo de las personas y las sociedades.

Sobrada es la evidencia del ejercicio de las familias como factores de protección frente a los distintos tipos de vulnerabilidades y de los beneficios derivados de contar con un hogar estable, máxime para quienes requieren cuidados especiales. Del mismo modo, hay diversas investigaciones sobre la incidencia positiva de las pequeñas costumbres cotidianas, como compartir la mesa o jugar juntos, y estudios sobre el clima familiar confirman su relación con el desempeño escolar de los hijos y la iniciación en el consumo de alcohol y sustancias.

Así las cosas, el propósito de fortalecer a la familia debería integrar el núcleo básico de acuerdos de política nacional en el marco del desarrollo sostenible. Hacia allí tendrían que encaminarse los esfuerzos de los Estados y las organizaciones de la sociedad civil, coordinados en la implementación de estrategias orientadas al abordaje del problema de forma multidimensional. Está claro que los programas dirigidos a solucionar aspectos estancos no resultan eficaces y constituyen, adicionalmente, un derroche de recursos. En todos los casos, se recomienda un enfoque integral que dé cuenta de la complejidad de las circunstancias particulares.

En un mundo en el que el 10% de la población vive en una pobreza extrema y padece hambre, los seres humanos nos situamos frente al tremendo desafío de resignificar nuestra acción, promoviendo la inclusión y la resiliencia a escala planetaria, pero también a nivel regional, local e individual. Porque ningún desarrollo puede sostenerse si prescinde de las personas y sus vínculos. Y es aquí donde las familias siguen conservando un espacio protagónico.

*/**Profesores de la Escuela de Educación y el Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.