OPINIóN
Economía post pandemia

Rebotando pero sin salir de la crisis

Si comparamos la recesión actual con las de 2002 y 2009, en junio de 2022 se alcanzaría el nivel de actividad previo a la crisis del 2018. El punto clave y la gran pregunta es si este rebote post-pandemia se puede traducir en un proceso de crecimiento sostenido en el tiempo.

Ministerio de Economía
Ministerio de Economía. | Telam

Tomando el Estimador Mensual de la Actividad (EMAE) del INDEC, recientemente vimos que la actividad económica subió 1,2% en septiembre pasado, respecto de agosto (en la serie desestacionalizada).

De esta forma, el nivel de actividad superó por 3,4 puntos porcentuales al nivel pre-pandemia de febrero de 2020. Y está 4,2 puntos abajo del nivel previo a la crisis de 2018. Asimismo por el efecto del arrastre estadístico y de mantenerse la dinámica actual, la economía crecería este año 10%. Vale decir que se recuperaría este año el derrumbe de actividad del año pasado por la pandemia. Esta situación contrasta con el empleo asalariado formal. En este caso, aún queda por recomponer un 51,5% de los puestos de trabajo perdidos el año pasado.

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La velocidad de recuperación de los distintos sectores económicos sigue siendo muy heterogénea (esencialmente entre los sectores productores de bienes). En los últimos meses, sectores muy castigados durante la cuarentena dura, vinculados a los servicios como “Hoteles y restaurantes” y “Otras actividades de servicios comunitarios, sociales y personales” son los que tomaron mayor dinamismo y recupero.

De los 15 sectores relevados por el INDEC, fueron trece los que mostraron variaciones positivas en la comparación entre septiembre 2021 y el mismo mes del año pasado: “Otras actividades de servicios comunitarios, sociales y personales” (66,9%); “Hoteles y restaurantes” (59,1%); “Construcción” (27,1%); “Explotación de minas y canteras” (16,3%);  “Industria Manufacturera” (10,8%); “Transporte y Comunicaciones” (10,7%); “Comercio Mayorista, minorista y reparaciones” (10,1%); “Adm. Pública y defensa, planes de seguridad social de afiliación obligatoria” (8,9%); “Servicios sociales y de salud” (8,7%); “Actividades inmobiliarias, empresariales y alquiler” (8,2%); “Enseñanza” (6,2%);  “Electricidad, gas y agua” (5%) e “Intermediación Financiera” (2,4%). Por su parte, las caídas del mes de septiembre se dieron en “Pesca” (-9,6%) y “Agricultura, ganadería, caza y silvicultura” (-1,7%), ambas en términos interanuales.

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En septiembre, las ventas en centros de compras a precios constantes presentaron una variación del 307% respecto al mismo mes del año anterior, según lo informado por el INDEC. Pero todavía se encuentran un 22% por debajo de los niveles de ventas del 2019. También, las ventas en supermercados, a precios constantes, tuvieron una variación del orden del 6,4% interanual y un aumento del 3,9%, respecto a 2019. En referencia al sector hotelero, se estima que, en septiembre de 2021, las pernoctaciones fueron 2.415.821, por lo que hubo un aumento del 1.630,4%, respecto al mismo mes del año anterior. Lo que resulta lógico considerando que la base de comparación está muy baja. No obstante, los niveles de pernoctaciones todavía no alcanzan los niveles previos a la pandemia (36,5% por debajo).

En síntesis, si comparamos la recesión actual con la recesiones de 2002 y 2009, en el escenario más optimista con crecimiento mensual de 0,5% en adelante, en junio de 2022 se alcanzaría el nivel de actividad previo a la crisis del 2018. Y desde ya suponiendo que no existiría un salto devaluatorio que se traduzca en más inflación (provocando un nuevo derrumbe del consumo). Cabe destacar que más allá del rebote de la actividad aún no se vislumbra un impacto sobre el nivel de empleo y con ingresos reales, jubilaciones y beneficiarios de programas sociales. El deterioro que produce la inflación es la principal causa de esto.

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El punto clave y la gran pregunta de estos días es si este rebote post-pandemia se puede traducir en un proceso de crecimiento sostenido en el tiempo. Para esto, es condición necesaria pero no suficiente que se logre evitar una nueva crisis cambiaria (con su consecuente aceleración en la inflación). Es necesario una visión global que permita ver que las crisis cambiarias son un problema macroeconómico de inconsistencias y desequilibrios múltiples. Lamentablemente las últimas medidas y los números más recientes de la evolución del déficit fiscal no permiten ser muy optimistas respecto a un giro en la visión del problema. De fondo, el reordenamiento del Estado y el saneamiento fiscal cumplen un rol fundamental. La otra pregunta más allá de esto son los condicionamientos del FMI que seguramente irán por esa línea.

 

* Federico Pablo Vacalebre. Profesor de la Universidad del CEMA.