Es así como días atrás el presidente del Episcopado argentino, monseñor Oscar Ojea, advirtió que cuando pase el coronavirus “vamos a vivir la pandemia del hambre y la desocupación” y que va a generar “muchas dificultades para poder llegar a fin de mes”, y completó diciendo que “la pandemia ha desnudado una profunda desigualdad, una gran inequidad en el mundo en que vivimos”. En pocas palabras dijo mucho.
Es que el virus que afecta al mundo deja en segundo plano, en cuanto a la atención pública, la crítica situación que se está generando en lo social y sus consecuencias, tanto en Argentina como en el resto del mundo.
Pero frente a esta dramática situación afirmó: “He percibido un desencanto grande en nuestra gente en estos últimos días, en la que intervienen nuestras heridas, nuestras divisiones y grietas”.
Este es el punto en el cual realiza un urgente llamado a la dirigencia de todos los sectores, advirtiendo que “cuando nos sentemos a la mesa tenemos que estar todos”.
La realidad es que a medida que se agrava la pandemia, en lugar de gestarse un fenómeno de unidad y cohesión en lo político y lo social, reaparecen las diferencias. Las considera “un enemigo común, que pone en peligro a todos y que debe ayudar a unirnos de verdad”.
Pero el mensaje parece destinado a la política, al decir: “Vemos esa polaridad que tenemos los argentinos muchas veces de convertirnos en verdugos después de haber sido víctimas; extremamos todo; dejamos de escuchar; aparecen los partidismos y los internismos; a alguien hay que echarle la culpa”.
Sostiene que hay dos peligros al enfrentar este problema.
Uno es buscar la diversidad sin la unidad, “en este terreno no nos escuchamos, nos descalificamos, muchas veces devolvemos el insulto sobre alguien que piensa distinto”. El otro lo califica como la “tentación” de “buscar la unidad sin la diversidad, y entonces así caemos en la uniformidad y perdemos la libertad”.
El mensaje es claro respecto de que sin conciliación y diálogo en la política no será posible enfrentar con éxito “la pandemia del hambre y la desocupación”.
Esta línea de pensamiento fue reiterada por monseñor Ojea al conmemorarse el bicentenario de la muerte de Manuel Belgrano.
Fue asimismo el contenido y el tono del mensaje que enviara el papa Francisco al Coloquio Anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) días atrás.
Estuvo presente también en las palabras del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Poli, pronunciadas discretamente en la Catedral de Buenos Aires.
Pero fue durante la Semana Social de la Comisión de Pastoral Social del Episcopado, que se realiza todos los años –este año por Zoom dadas las circunstancias–, que culminó el viernes 10 de julio, donde el mensaje adquirió forma concreta.
Sindicalistas, empresarios y movimientos sociales, convocados por la Iglesia Católica, debatieron sobre “la pandemia del hambre y la desocupación” y cómo enfrentarla.
*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.