OPINIóN
Política en crisis

Gasto inmanejable del Estado: ¿cuál es su lógica profunda?

El empleo público, las jubilaciones sin aportes y los planes sociales no responden solamente a la búsqueda inmediata de ganancia electoral, sino a una razón más subterránea.

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Juntos a la par. El Presidente y el ministro empoderado Guzmán están en sintonía por tarifas. | cedoc

Analicemos tres pilares que dispararon el gasto público:

Jubilaciones sin aportes

Ante un alarmante 34% de los adultos mayores sin ninguna cobertura previsional, Néstor Kirchner decide resolver el problema. Lo hace en el año de las elecciones presidenciales de 2007 y mediante una moratoria. En este último hecho se encuentra el centro de la polémica.

Como afirma el especialista en finanzas públicas Oscar Cetrángolo todos los países europeos resolvieron el grave problema de adultos mayores sin ingresos, pero lo hicieron con un subsidio universal no atado al salario. Es decir, un subsidio que no equivale al mismo monto de una jubilación ni que tampoco tiene la misma indexación. Si esta hubiese sido la solución en Argentina, el déficit fiscal sería más manejable porque no olvidemos que las jubilaciones son el gasto número uno del Estado.

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¿Por qué se eligió el camino de jubilar en vez de un subsidio universal a la vejez? Los expertos progresistas, que dieron el sustento teórico a este proceder, dirán que esta modalidad reconoce a las mujeres que no pudieron aportar. También dirán que diferenciar entre quienes aportaron y quienes no lo hicieron es “estigmatizante”. En Argentina, este recurso argumental se puede llevar muy lejos, como sucedió en marzo de 2015, cuando el entonces ministro de Economía Axel Kicillof afirmó que medir la pobreza era “estigmatizante”.

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Lo cierto es que la razón de que se haya decidido jubilar y no crear un subsidio universal debemos encontrarla en la dinámica electoral. Como ya dijimos, la primera gran moratoria se llevó adelante en el mismo año de la elección presidencial de 2007. Además, las moratorias, a diferencia de un subsidio universal, se abren y se cierran. Es decir, no se toman como un derecho permanente que tiene al Estado como su despersonalizado héroe, sino que el beneficiario identifica con claridad a la administración de turno que se la otorgó.

Tan insostenible es esta estrategia que el mismo grupo político que la llevó adelante, el kirchnerismo, tomó como la primera medida de su cuarto gobierno suspender la movilidad jubilatoria. La misma Cristina Kirchner, que apuntaló en sepulcral silencio esa decisión en diciembre de 2019 es quien hoy, tres años después, promueve otra gran moratoria que impactaría de lleno en las cuentas del próximo presidente.

 

Empleo público

El empleo privado no crece desde hace diez años, pero el público sí. Y mucho. Tomemos tres ejemplos. “Daniel Scioli no fue un buen gobernador. Amplió tanto la cantidad de personal que dejó a la provincia en muy mal estado. El aumento fue del 60% en su gestión”. Estas palabras pertenecen al ex ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires Jorge Remes Lenicov al ser entrevistado por Jorge Fontevecchia.

Otro ejemplo lo podemos encontrar en la ciudad de Córdoba durante la gestión de Luis Juez de 2003 a 2007. En medio de un fuerte crecimiento de la economía, Juez igual se las ingenió para transformar un superávit de 10% en las cuentas municipales en un déficit del 14%. Lo que sucedió es que pasó a la planta estable del municipio a 4367 personas que antes eran becarios, monotributistas, pasantes rentados. El contexto fue la preparación de su candidatura a gobernador.

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Un gobernador de origen cordobés copió la medida de Juez pero en otra provincia: Tierra del Fuego. Lo que los fueguinos denominaron como “megapase” lo implementó el radical Jorge Colazo, quien también heredó déficit cero y lo transformó en un agujero fiscal del que todavía hoy, diecisiete años después, la provincia más joven del país no se recupera. En un solo año Colazo aumentó de 10.000 a 15.000 personas la planta permanente del Estado. ¿Cuál fue el contexto? El gobernador no dejaba de recibir pedidos de juicio político por el caos que era su administración y después del megapase (pero no a causa del megapase) fue destituido por la legislatura provincial.

 

Planes sociales

¿Cuándo se dispara el número de planes sociales? Durante la gestión de Mauricio Macri con la Ley 27.345 llamada de Trabajadores de la Economía Popular. De los doscientos mil planes que había en 2015 se pasó a más de un millón al terminar el gobierno del PRO.

El proceder de Mauricio Macri tuvo similitudes con la medida que tomó el general Juan Carlos Onganía en febrero de 1970 al crear el Sistema Nacional de Obras Sociales, que generó la enorme caja con la que cuentan hoy los sindicatos y que nunca se pudo, en estos cincuenta y dos años, reformar. El fin de ambos gobiernos no peronistas tanto en 1970 como en 2017 fue crear una cuña en el PJ otorgándole gigantescos fondos al bando más cercano al oficialismo, en el caso del macrismo, al dirigente Emilio Pérsico. Es por eso que el escritor Jorge Asís renombró como Movimiento Stanley (por la ministra de Desarrollo Social del PRO) al Movimiento Evita.

Una vez más fue la intelectualidad progresista la que dio el sustento teórico a la creación de esta caja. Su argumento es que Argentina más que tener desocupados que cobran un seguro de desempleo o un plan social, como en todo el resto del universo conocido, tiene “trabajadores de la economía popular”. Si sostenemos este razonamiento, con todo derecho los beneficiarios de Potenciar Trabajo piden cobran aguinaldo y celebrar paritarias regulares con su supuesto patrón: el Estado.

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No es necesario aclarar la diferencia de gasto para las arcas públicas entre pagar un subsidio por desocupación o tomar a los beneficiarios de los planes como virtuales empleados públicos.

Por más vueltas que el actual gobierno del PJ trata de encontrarle a esta cuestión, no lo logra. Porque Emilio Pérsico y Juan Grabois están copiando la estrategia de la CGT desde 1970: apoyar a un gobierno débil y de salida a cambio de consolidar prebendas que serán casi imposibles de quitar al asumir la nueva gestión. La CGT ya le arrancó a Alberto Fernández limitar que los trabajadores elijan su obra social y el Movimiento Evita está cerca de institucionalizar aún más su poder.

 

Conclusión

Como vemos, la dinámica del gasto que se sale de control no es patrimonio exclusivo del peronismo. De hecho, Cristina Kirchner tuvo que vetar en octubre de 2010 el impagable 82% móvil, una Ley sancionada por la oposición.

En todas estas medidas que arruinan las cuentas públicas lo que está ausente es el castigo electoral. Luis Juez tiene altas chances de convertirse en el próximo gobernador de Córdoba. Jorge Colazo consiguió, con la base de votantes de los miles de fueguinos pasados a la planta estable, sostenerse dentro de la política local y evitar convertirse en paria. Pocos recuerdan que Mauricio Macri es el creador del problema de la enorme caja del Movimiento Evita, un intermediario que compite en recursos con programas de transferencias directas como la AUH o la Tarjeta Alimentar, y que son más efectivos para bajar la pobreza infantil que se encuentra en 50%.

Además, estas medidas son aplaudidas por los núcleos duros de cada bando. Porque, en definitiva, estas jugadas que detonan el gasto tienen la audacia que se cree imprescindible para romper el largo empate político o, al menos, hacerle difícil gobernar al sucesor y contrincante.

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Si vamos bien atrás en nuestra historia, encontraremos que la creación del aguinaldo se llevó adelante a dos meses de la elección presidencial de febrero de 1946 y que era de pago inmediato. Una jugada muy fuerte para subvertir la correlación de fuerzas que, coyunturalmente, funcionó perfecto. Estructuralmente, cinco años después, Juan Perón tuvo que congelar los salarios.

Por eso, lo que en verdad hace que estas medidas imposibles de financiar vuelvan una y otra vez no es que rompen el empate hegemónico (porque no lo rompen), lo que las convierte en cíclicas es que discutirlas de forma racional es tabú.

¿Y por qué es tabú? Porque la batalla cultural -o, más concretamente, la batalla emocional- sí fue ganada por el peronismo a partir de 1945. Ahí no hay ningún empate. A esa victoria la intentaremos resumir en una sola frase: “donde hay una necesidad, nace un derecho”. Este es el sentimiento que se encuentra en la profundidad de cada argentino.

Por eso es que, aún si el próximo gobierno en una campaña de convencimiento a la altura de la de Carlos Menem en sus primeros dos años de gestión consiguiera que la sociedad peronista se trague el gigantesco ajuste, aún con la más despiadada segunda cirugía mayor sin anestesia, aún así, en algún lugar detrás de todos los pegajosos eslóganes que promuevan la austeridad, detrás de todos los simulacros de nueva mentalidad, detrás de todos los falsos conversos a la religión de la meritocracia, estará atrincherada la verdadera creencia de los argentinos, esperando pacientemente su triunfal regreso.