OPINIóN
Análisis

Desmontar Malvinas para volver a soñarlas

Es imprescindible salir del relato de la épica militar. Debemos proponer una agenda malvinizadora que trascienda las fechas icónicas suturadas a la guerra.

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Después de la rendición, los argentinos arrojan sus armas y sus municiones en Puerto Deseado. | Cedoc

Malvinas, metáfora de una historia nacional signada por interrupciones al orden democrático, y un vaivén entre la mirada soberanista, tendiente al desarrollo nacional; y una visión de corte oligárquica, que brega por que el curso de los acontecimientos regionales se subordine a los intereses particulares. ¿Por qué pensar Malvinas el 2 de abril, o el 14 de junio, y no malvinizar como una tarea constante?

La guerra nos alejó de Malvinas. En todo sentido. Si ajustamos el lente, podemos ver cómo, en 1982, el hecho bélico permitió sintetizar dos dimensiones de la dictadura. El plan sistemático de exterminio de personas, y el plan sistemático de entrega de la soberanía. Para el análisis, me gusta partir de la Carta de un escritor a la Junta Militar de Rodolfo Walsh. Pieza fundamental del periodismo de denuncia, que conjuga datos con una precisión distintiva. Escrita y difundida 1977, durante el aniversario del infausto gobierno.

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La Carta tiene dos partes. Cada abordaje esta numerado. Del 1 al 4, narra las violaciones a los derechos humanos. El plan sistemático de exterminio que luego sería probado durante el Juicio a las Juntas. Del punto 5 en adelante, Walsh describe el plan sistemático de entrega de la soberanía. ¿En qué consistió? Las Fuerzas Armadas fueron el brazo ejecutor de una pata civil, que quiso restaurar Estado oligárquico. De esta forma, se desguazó el modelo de sustitución de importaciones, se quintuplicó la deuda externa, entre otras acciones profundamente destructivas en términos sociales, políticos, económicos y culturales. ¿Y eso qué tiene que ver con Malvinas? Todo. Veamos.

Para 1982, los dos planes sistemáticos comenzaban a resquebrajarse. En 1979, luego de la visita de la CIDH, y la posterior publicación del informe, afloraron en foros internacionales las denuncias por las violaciones a los derechos humanos cometidas en el contexto del genocidio. El año de la guerra, 1982, la marcha de Pan, Paz y Trabajo protagonizada por el movimiento obrero expresó el hastío generalizado a una economía de hambre y un programa entrega soberana. ¿Y Malvinas? Ya llega… las Fuerzas Armadas argentinas se encontraban instruidas por la Escuela de las Américas, y formadas en la doctrina de la seguridad nacional.

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En concreto, los militares argentinos tenían la misión de reprimir a lo que, regionalmente se había caracterizado como el enemigo interno. ¿Quiénes eran los/as enemigos/as internos/as? Aquellas personas que, desde su militancia, sus posicionamientos, sus organizaciones políticas y/o sindicales se opusieron a la idea de fondo: una argentina conducida por unos/as pocos/as, para unos/as pocos/as. La dictadura también fue Malvinas, y nos alejó del archipiélago.

El resultado es conocido. Las conclusiones del El Informe Final de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur (Informe Rattenbach) son implacables. Malvinas fue, según la documentación oficial, una “aventura militar”. No hubo planificación táctica ni estratégica. Las Fuerzas Armadas estaban preparadas para la represión. No para la defensa. De allí que torturaran a los soldados conscriptos. A partir de esas dinámicas, el montaje de una trama político-burocrática para que los crímenes de lesa humanidad cometidos contra los colimbas quedarán impunes.

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14 de junio de 1982, Malvinas.

Pero, además, desde el cinismo de quienes, a sangre y fuego intentaron tallar el relato histórico, cometieron una perversión adicional: la de intentar inscribir la guerra dentro de una dinámica soberanista y anticolonial. Nadie con honestidad intelectual, que haya estudiado la historia puede pensar que los artífices civiles y militares que gobernaron por la fuerza entre 1976 y 1983, pretendían realizar reivindicaciones de ese tenor. Alcanza con ver la destrucción de la industria nacional que, en 1977, denunció Walsh para apreciar cómo ese relato es insostenible desde los números.

En efecto, la guerra nos alejó de Malvinas. Alcanza con mirar el presente. Una base militar, la de Monte Agradable, que es la más grande de la OTAN en el Cono Sur. El hecho bélico de 1982 sirve aún como excusa (perversa, pues el colonialismo británico en las islas comenzó, al menos, en 1833) para que nuestro pueblo sienta la amenaza armamentista del Reino Unido. Además, puso en tensión la iniciativa diplomática que se cristalizó con el “alegato Ruda” ante el ante el Subcomité III del Comité de Descolonización de la ONU en 1964, y la posterior adopción, un año después, de la Resolución 2065 de Naciones Unidas que Gran Bretaña incumple sistemáticamente.

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Con el precedente de nuestro país ante Naciones Unidas, vemos cómo se puede ser soberanista y decolonial desde una postura de férrea diplomacia y cultura pacifista. Malvinas es mucho más que el archipiélago. Es la Argentina oceánica y bicontinental. Es la Antártida. Son los bienes naturales y la vía al desarrollo de nuestros pueblos. Es el derecho humano a la paz, al ambiente. Es una proclama contra toda modalidad de colonialismo. Una muestra de cómo debemos cultivar el regionalismo, esa propuesta del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas La Plata que habla de “volver a Malvinas de la mano de América Latina”.

Por estos motivos debemos proponer una agenda malvinizadora que trascienda las fechas icónicas suturadas a la guerra. Es imprescindible que dialoguemos y diseñemos políticas públicas en materia de pesca, de prospección oceánica. Que pensemos qué postura vamos a adoptar hacia 2048, momento en que entre en revisión el protocolo ambiental por el que se rige el Tratado Antártico. Del mismo modo, las agendas de Memoria, Verdad, Justicia, Soberanía y Paz hacen sentido en el significante Malvinas. Salir del relato de la épica militar y entender que no hay mayor acto de colonial, que el ejercicio de la dignidad popular, que la construcción nuestramericana. Malvinas, como el abrazo entre San Martín y Bolívar. Malvinas, en tanto sustitución de importaciones e industria geoestratégica. Malvinas, como soberanía de nuestros cuerpos y conciencias. Malvinas, como prenda de unidad y horizonte de todo lo que podemos ser y hacer como Nación.

 

* Jerónimo Guerrero Iraola. Magíster en derechos humanos. Abogado Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas La Plata