El actor londinense Peter Ustinov, quien ganó un Óscar, supo decir de sus compatriotas que “… para llegar a la verdad, el alemán suma, el francés resta, y el inglés cambia de tema”. Eso es lo que hicieron los británicos durante los últimos años con la cuestión de nuestras Islas Malvinas.
Baste recordar el bastante triste episodio de 2016: el 2 de agosto, la entonces Primera Ministra Theresa May sostuvo que los intereses británicos respecto de las Islas eran establecer vuelos directos a terceros países, y remover las medidas restrictivas adoptadas por la Argentina. Por una declaración conjunta del 13 de septiembre, la Cancillería Argentina atendió diligentemente este mandato del Reino Unido.
Dicha declaración fue, por decir lo menos, enternecedora: se acordó adoptar todas las medidas conducentes a cumplir con los británicos. Ni una palabra sobre la disputa de soberanía, sobre la resolución de Naciones Unidas que insta a la negociación bilateral, sobre la violación de la resolución que prohíbe las acciones unilaterales del Reino Unido, ni sobre la base militar ilegal que Gran Bretaña tiene en la zona de paz del Atlántico Sur (“Monte Agradable”).
Desmañada, en cambio, fue la “interpretación” posterior de Cancillería a la declaración conjunta. Mediante un comunicado, intentó que Chirolita dijera lo que Míster Chassman no le había pedido: "Refleja la voluntad de las partes de reiniciar un diálogo sobre todos los temas del Atlántico Sur sin exclusiones" (incluyendo la soberanía sobre las islas) y el "cese de los actos unilaterales" (como los que violan la resolución 31/49 de la ONU). Telón piadoso o indignado (tachar lo que no corresponda).
Oscar Wilde, el genial y desdichado irlandés, dijo que “… los ingleses siempre están degradando las verdades en hechos. Cuando una verdad se transforma en un hecho pierde todo su valor intelectual”. Y, sin embargo, cuando por alguna razón debemos enfrentarnos con alguien, es esencial conocer el alma de quien se nos opone. Nada entiende mejor un inglés que un hecho.
Cualquier intercambio con el funcionario inglés que sea, vinculado con la soberanía de las Islas Malvinas, comienza –si quien habla es el funcionario– recordándonos que perdimos la guerra. Efectivamente, tan cierto es que la perdimos cuanto que no necesitamos que nos lo recuerden. Toda mano extendida de Argentina es desdeñada. Hace pocos días, los británicos que ocupan nuestras islas, contestaron a un ofrecimiento oficial que no necesitaban nada de Argentina y que, llegado el caso, lo requerirían del “Reino Unido o de sus amigos de Chile”. Nuevo telón.
No siempre recordar es vivir en el pasado: también es aprender. El 3 de octubre de 1995, el Reino Unido licitó la exploración y la explotación de la cuenca situada al norte de las islas. Este paso británico unilateral generó que el Gobierno argentino inmediatamente protestara. Los hechos, siempre los hechos. Nunca, un avance simétrico para las posiciones de la Argentina y el Reino Unido. Naturalmente, el Reino Unido asumió que los entendimientos le eran funcionales al mantenimiento de una situación de hecho favorable y calificaba a la actitud del Gobierno argentino (cuando reclamaba) como “hostil”.
Los hechos cambiaron, en particular a partir del 16 de marzo de 2011. Ése día, el Congreso sancionó la Ley N° 26659, que establece las condiciones para la exploración y explotación de hidrocarburos en la plataforma continental argentina. La norma prohíbe a toda persona física o jurídica habilitada para realizar actividades en la Argentina, desarrollar movimientos de exploración, explotación, transporte y almacenamiento de hidrocarburos no autorizadas en la plataforma continental argentina.
Mediante la Ley N° 26915 (2013), se modificó la Ley N° 26659 con el objeto de definir un nuevo tipo penal que establece la responsabilidad en que incurrirán las personas físicas y jurídicas que, sin permiso de la autoridad competente, realicen actividades de exploración, extracción, transporte y almacenamiento de hidrocarburos en el lecho o en el subsuelo del mar territorial o en la plataforma continental argentinos.
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A inicios de 2012, el Gobierno argentino comenzó a coordinar diversas reparticiones la materialización de un conjunto de acciones legales y gestiones en el exterior contra las actividades ilegales en la plataforma continental argentina. De entre las acciones concretadas se destacan las llevadas adelante por la Secretaría de Energía, que culminaron en el dictado de resoluciones que inhabilitaron a las empresas involucradas en actividades ilegales alrededor de las Islas Malvinas para realizar actividades en el país. La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), también produjo acciones administrativas contra tales empresas.
El Gobierno británico calificó a las medidas como prueba de una “política de hostilidad” hacia los isleños. En la práctica, y como señala Carolina Dones con erudición, “ninguna de las principales empresas del sector petrolero global”, se sumó a las actividades promovidas por el Reino Unido. La exploración de hidrocarburos en adyacencias de las Islas Malvinas es una operación riesgosa, y el gobierno nacional debe aumentar esos inconvenientes, en defensa de sus intereses. Desde el 2010 varios medios de prensa británicos, reflejaron cómo las medidas del Gobierno argentino repercutían negativamente en los valores de las empresas. Hechos, otra vez.
Mariano Moreno supo escribir: “… yo he visto llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno, cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806, vi entrar a 1.560 hombres ingleses, que apoderados de mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de la ciudad”.
Así fue y así será, siempre que lo permitamos. Orgullo y paciencia. Una ardiente paciencia, como quería Rimbaud. “Entretanto ya es la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y de ternura real. Y en cuanto llegue la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos a las espléndidas ciudades”.