Hace un tiempo, producto de ordenar mi biblioteca, encontré en un estante un ejemplar del libro El sueño argentino de Tomás Eloy Martínez. Ese título me hizo rememorar tiempos pasados de nuestro país donde el proyecto fundacional de una nueva Nación lograba en menos de cien años ser una de las economías más importantes del mundo. Parecía que desde ese pedestal no descenderíamos y que tendríamos un lugar privilegiado en la historia del siglo XX.
Habíamos logrado en el siglo XIX superar la adversidad de una prolongada guerra civil e implementar un modelo agro-exportador que nos colocó entre los principales países del mundo. Argentina fue sinónimo de riqueza.
Argentina fue sinónimo de riqueza
En la última clase de Historia Constitucional que dicté este cuatrimestre en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Salvador, en el primer año de la carrera, exponíamos junto con los alumnos las reflexiones de cierre sobre los contenidos de la asignatura. En ese marco uno de los alumnos comparte un párrafo sobre nuestro país publicado en un diccionario impreso en 1919 definía: “Argentina (República): Estado de la América del Sur, lindante con Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay, el Atlántico y Chile. 2.887.113 km2 de extensión territorial (seis veces más que España) y 8.000.000 h. Es una nación de forma republicana federal de gobierno y se compone de 14 provincias, 10 territorios nacionales, y 1 distrito federal, constituido por la ciudad de Buenos Aires, capital de la República. El idioma nacional es el castellano, y la religión la Católica, con tolerancia de cultos. Descubierta la costa del Río de la Plata por Juan Díaz de Solís en 1508, comenzó la colonización con Sebastián Cabot que en 1527 fundó el fuerte de Sancti-Spíritus. En 1810 el pueblo argentino se alzó contra el dominio español y después de una lucha de seis años, logró al fin su independencia en 1816. Todo hace creer que la República Argentina está llamada a rivalizar en su día con los Estados Unidos de la América del Norte, tanto por la riqueza y extensión de su suelo como por la actividad de sus habitantes y el desarrollo e importancia de su industria y comercio, cuyo progreso no puede ser más visible". Entiendo que todos vamos a coincidir que entre esa argentina de principios del XX y nuestra actualidad hay cierta distancia, distancia que duele.
Causalidad o casualidad unos días después me encontré trabajando sobre algunos de los discursos presidenciales de Arturo Frondizi con el fin de escribir un documento sobre el tema. Independiente de las opiniones de sus partidarios y detractores. Rescaté que su familia representa lo que podríamos el llamar “el sueño argentino”. Una familia de inmigrantes italianos que llega a nuestro país a finales del siglo XIX. Sus padres, Giuliu e Isabella, tuvieron 14 hijos, dos de ellos fallecieron a corta edad. Tres de ello ocuparon un lugar destacado en nuestro país. Silvio, sociólogo; Arturo, abogado y Presidente de nuestro país; Risieri, filósofo y Rector de la Universidad de Buenos Aires. Otros de los hermanos se destacaron como docentes y profesionales. Muchos de nosotros somos producto de esa Argentina de oportunidades donde con honestidad y trabajo podía construirse un futuro mejor. Fuimos el refugio de quienes no encontraban oportunidades en sus países. Argentina garantizó el acceso a la educación como herramienta de igualación.
Muchos de nosotros somos producto de esa Argentina de oportunidades donde con honestidad y trabajo
El siglo XX fue tiempo de grandes desencuentros, por razones internas y externas, donde la violencia y la intolerancia primo sobre la concordia y el encuentro. Hoy muchos argentinos tienen como una opción de desarrollo migrar al exterior.
La historia muestra acabadamente que las naciones que diseñaron planes a corto mediano y largo plazo, sabiendo en muchas ocasiones que sus impulsores no verían los resultados pero comprendían la necesidad de trabajar para las generaciones futuras, lograron cumplir sus objetivos programáticos. La Argentina no escapa a esta reflexión.
Trabajar y esforzarse para las generaciones futuras sabiendo que no disfrutaremos de esos resultados es uno de los mayores actos de solidaridad, templanza y fortaleza. Sin dejar de auxiliar al prójimo que se encuentra en una situación precaria para que pueda atender sus necesidades e insertarlo de nuevo en el sistema.
Nuestra historia muestra que los argentinos podemos lograr grandes cambios. La pandemia nos brindó la posibilidad de realizar un diagnóstico preciso de nuestra situación pudiendo balancear nuestras carencias y fortalezas.
Nuestra historia nos interpela a recuperar “el sueño argentino” para quienes vienen después de nosotros.
*Abogado, Doctor en Historia, Profesor titular ordinario de Historia del Derecho USAL.