Luego de versiones y trascendidos, finalmente el gobierno decidió endurecer la cuarentena en el Área Metropolitana, al menos por unas semanas más. Es evidente que estamos en una situación excepcional, que implica una serie de medidas inéditas en contextos de mucha incertidumbre. Aún así, me gustaría subrayar cuatro interrogantes que surgen a partir de esta decisión del gobierno.
La primera pregunta es acerca de la voluntad de la población de respetar la cuarentena y, a la vez, la capacidad de las autoridades de asegurar su cumplimiento ante esta nueva extensión. En marzo, cuando se anunció el aislamiento preventivo, la sociedad valoró la actuación concertada de la clase política, por encima de las rencillas partidarias. Más allá de eventos puntuales mediatizados, la sociedad en general cumplió con las medidas. Y esto tuvo resultados muy visibles en la ralentización de la curva y en los índices de popularidad del presidente, valorado por su actuación decidida. Pero luego de una cuarentena muy larga, la misma puede caer por su propio peso. En otras palabras, conforme se siga extendiendo la cuarentena va a ser cada vez más difícil de cumplir conforme aumenta la desazón social por la inexistencia de perspectivas de salida.
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En relación con esto, es altamente probable que comiencen los roces entre el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta, por un lado, y Alberto Fernández y Axel Kicillof por el otro. Si al comienzo de la cuarentena el consenso entre los actores políticos era muy alto, la extrema duración de la misma ha hecho retornar las divisiones políticas adormecidas en la sociedad. Así, los opositores al gobierno comienzan a impugnar la legitimidad de la cuarentena. Estos votantes son mayoría entre el electorado porteño. De este modo, es probable que Rodríguez Larreta comience a verse tironeado entre su electorado (que le demanda mayor apertura) y las exigencias de los gobiernos nacional y bonaerense. Esto se profundizará si efectivamente los contagios se agravan en el Conurbano bonaerense.
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En segundo lugar, me parece importante resaltar los efectos no visibles de la cuarentena que el gobierno no considera. Los especialistas están señalando efectos que el aislamiento está teniendo sobre la psiquis de los adultos y los niños. El gobierno, sin embargo, no parece tener en cuenta la opinión de psicólogos ni especialistas en niñez a la hora de tomar decisiones. La posición de algunos miembros del gobierno sobre los corredores palermitanos parece focalizarse en una supuesta actitud egoísta y tilinga de algunos, sin prestar atención en absoluto a los efectos positivos que esto puede tener sobre la población (y a los efectos ínfimos que tiene sobre los niveles de contagio). Lo mismo podría decirse de las salidas recreativas con los hijos. Por el contrario, el gobierno ha planteado una disyuntiva del estilo “cuarentena o muerte” donde no parece haber alternativas intermedias y flexibles que incluyan medidas que colaboren a mejorar el estado anímico de la población. Peor aún, plantear la política en estos términos puede termina siendo contraproducente: Si el número de muertes se eleva, el gobierno puede verse atrapado en la trampa de haber hecho cuarentena pero no haber podido evitar la letalidad.
En tercer lugar, es muy probable que la vuelta a la cuarentena estricta tenga efectos cada vez más devastadores sobre las expectativas de los actores económicos. Es obvio que la cuarentena, en cualquier parte del mundo, tiene efectos negativos sobre la economía. En Argentina a esto debe sumársele la crisis económica que nuestro país viene arrastrando hace años, que complica aún más la situación. Pero cuando el aislamiento se lanzó en marzo, varios empresarios y comerciantes eligieron aguantar, suponiendo una duración moderada. Pero la incertidumbre completa sobre la finalización de la cuarentena e incluso esta profundización de la misma generará desolación: no se sabe cuánto esto va a terminar, y entonces es imposible planificar estrategias de supervivencia. Ya estamos siendo testigos de efectos devastadores sobre la continuidad de comercios y restaurantes, que han comenzado a cerrar. Posiblemente los anuncios de restricciones más severas produzcan un efecto entonces muy negativo sobre las expectativas de los actores y un mayor efecto sobre el nivel de actividad.
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Por último, el endurecimiento de la cuarentena expone al gobierno a la pregunta más difícil: si existe un plan acerca de cuándo levantarla. ¿Está preparado el gobierno para flexibilizar la cuarentena dentro de dos semanas si continuamos en la curva ascendente de contagios? Los costos económicos de la cuarentena todavía no se sienten en su totalidad. El aislamiento es todavía hoy popular entre los ciudadanos. Pero lo que es popular hoy tal vez no lo sea mañana. ¿Está preparado el Gobierno para la simultaneidad de los costos sanitarios y económicos del coronavirus?
* UNSaM-UTDT.