OPINIóN
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La cuarta espada del marxismo

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Preso. Había sido capturado el 12 de septiembre de 1992. | cedoc

El áspero profesor de Filosofía Abimael Guzmán se convirtió en el líder de la peor pesadilla terrorista de Perú, cargando sobre su espalda haber sido el responsable intelectual de uno de los más cruentos conflictos en América Latina, con 70 mil muertos y desaparecidos en dos décadas (1980-2000).

El hombre, que murió ayer a los 86 años como el preso más famoso de Perú, lideró una de las peores guerrillas de la región, según el recuento de sus actos realizado por la Comisión de la Verdad y Reconciliación en 2003. Acabó sus días sin concretar su aventura de reproducir en Perú a sangre y fuego el modelo de su ícono, el líder chino Mao Zedong. 

Abrazó el maoísmo y los métodos del líder camboyano Pol Pot, y se formó una imagen de revolucionario duro e implacable dispuesto a ordenar masacres de los habitantes de un poblado de los Andes peruanos en castigo porque no lo respaldaban.

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En 2006, durante un juicio cuyas audiencias se prolongaron más de un año, su lugarteniente Oscar Ramírez, camarada “Feliciano”, lo acusó de “cobarde” y de ser incapaz de apretar el gatillo de un arma.

“Cobarde, alcohólico y llorón”, dijo sobre Guzmán “Feliciano”, dirigente de una facción radical de Sendero Luminoso que continuó la guerra luego de la detención de su líder, en septiembre de 1992, desacatando su orden de poner fin al conflicto.

Mao en los Andes. Abimael Guzmán saltó al primer plano cuando, a comienzos de los años 60, abandonó su cátedra de Filosofía en la Universidad San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho, región del sureste de Perú donde la pobreza es un sello indeleble. Allí creó e impulsó a su partido, cuya tarea era “construir el comunismo por el sendero luminoso de José Carlos Mariátegui” (pensador peruano, creador del Partido Socialista de Perú). De ahí el origen de su nombre.

Guzmán cultivó el culto a la personalidad y quienes lo conocían debían tratarlo como “Presidente Gonzalo”. Su propia interpretación del marxismo convirtió a sus seguidores en fanáticos de sus ideas, a las que calificaron de “pensamiento guía” y “cuarta espada” del marxismo, detrás de Marx, Lenin y Mao.

La ruptura ideológica entre Moscú y Beijing en los ‘60 lo radicalizó. Y la “revolución cultural” de Mao fue determinante para afirmar sus convicciones. Su “gran salto adelante” empezó en 1979, cuando pasó a la clandestinidad y anunció que en Perú estaban dadas las condiciones para llevar a cabo una revolución, del campo a la ciudad.

El 17 de mayo de 1980 cambió los libros por la dinamita. Ese día marcó a fuego a Perú. Sendero inició la lucha con un simbólico acto: quemó urnas en un poblado andino en vísperas de la elección que acabó con 12 años de dictadura militar. Luego colgó perros en Lima con una mórbida leyenda que era toda una declaración de fe: “Así mueren los traidores como Deng Xiao Ping”, líder chino que condujo a partir de 1978 la desmaoización de su país.

Refundar Perú. Interpretando el Libro Rojo de Mao, Guzmán puso en marcha una “guerra popular” cuya meta era refundar Perú, acabando con “el Estado semifeudal y creando una República Popular de Nueva Democracia”, sin importar si el costo de vidas pudiera ser de dos millones si fuese necesario.  

Las fuerzas militares fueron movilizadas desde 1982 para combatir a Sendero y también cometieron crímenes de lesa humanidad contra civiles.

Agentes de inteligencia detuvieron a Guzmán el 12 de septiembre de 1992, sin disparar un tiro. Estaba oculto en una casa de tres pisos del distrito limeño de Surquillo donde funcionaba, como fachada, una academia de ballet en la planta baja.

Con él cayó también Elena Iparraguirre, número dos de Sendero Luminoso, con quien se casaría en 2010 en prisión. Ella tiene ahora 73 años y cumple una condena a perpetuidad.

*AFP